La gran idea fundamental
-escribe Engels- de que el mundo no se compone de un conjunto de objetos
terminados y acabados, sino que representa en sí un conjunto de procesos, en el
que las cosas que parecen inmutables, al igual que sus imágenes mentales en
nuestro cerebro, es decir, los conceptos, se hallan sujetos a un continuo
cambio, a un proceso de nacimiento y muerte; esta gran idea fundamental se
encuentra ya tan arraigada desde Hegel en la conciencia común, que apenas habrá
alguien que la discuta en su forma general. Pero una cosa es reconocerla de palabra
y otra aplicarla en cada caso particular y en cada campo de investigación.
Carlos
Marx, (Breve esbozo biográfico, con una exposición del marxismo)
Lenin,
V.I.
Para la filosofía dialéctica no
existe nada establecido de una vez para siempre, nada absoluto, consagrado; en
todo ve lo que hay de perecedero, y no deja en pie más que el proceso ininterrumpido del aparecer y desaparecer, del infinito
movimiento ascensional de lo inferior a lo superior. Y esta misma filosofía
es un mero reflejo de ese proceso en el cerebro pensante." Así, pues, la
dialéctica es, según Marx, "la ciencia de las leyes generales del
movimiento, tanto del mundo exterior como del pensamiento humano.
Carlos
Marx, (Breve esbozo biográfico, con una exposición del marxismo)
Lenin, V.I.
por: Carlos D.
Hermoso C.
Escrito entre
octubre y diciembre de 2014
Link para descargar libro en PDF
https://drive.google.com/file/d/0B5Mkcsu65pqAdWtJYVh3bnd4MXM/view?usp=sharing
La reivindicación y realización
del marxismo leninismo es un asunto neurálgico en circunstancias como las que
vive Venezuela. En cualquier situación siempre lo es, si queremos comprender la
realidad con rigor científico. Pero, nos resulta más apremiante dada la
situación revolucionaria venezolana. No se trata de un acto de fe. Por el
contrario, se trata de reivindicar en toda su profundidad la razón que ello
supone de cara a una realidad concreta entrada en confrontación tal que bien
puede derivar en un salto cualitativo.
Se trata, para
identificar como lo de mayor exigencia, la capacidad con la que debemos contar
para ubicar las perspectivas que se le presentan a la sociedad para la
transformación revolucionaria, como producto de la asunción del método y el
dominio de la ciencia marxista para la realización rigurosa del análisis
concreto de la realidad concreta que, en general, siempre debemos asumir. Ello
requiere del mayor rigor pero de igual manera de la mayor capacidad práctica
del sujeto revolucionario para conducir el proceso. Esto es, pesan los asuntos
principales para alcanzar la meta, tales como la articulación con el movimiento
de masas, de conducción del movimiento espontáneo, del liderazgo, de la
capacidad de conducción de las masas, de captación precisa de las determinaciones
de cada momento, de las maniobras, marchas y contramarchas, entre otros
aspectos, que requieren no sólo del dominio de las leyes generales del
desarrollo de la lucha de clases sino también del arte de la dirección política
y del papel de la personalidad en la historia. No en el sentido del papel del
individuo abstraído de la realidad y del sentido colectivo, de la dirección
colectiva, sino, más que eso, del individuo dirigente como parte de una
dirección que se asume como personalidad colectiva. Lo que supone la elevación
de la conciencia colectiva del partido. De allí los esfuerzos a realizarse en
esa dirección.
No existe
circunstancia alguna que nos indique que haya surgido una nueva determinación
esencial acerca del desarrollo del capitalismo en general y del imperialismo en
particular, y que, por tanto, nos haga pensar que se haya producido o pueda
desarrollarse un nuevo aporte de uno u otro autor ─dirigente político marxista,
intelectual revolucionario o teórico de la revolución mundial socialista que
incorpore algún nuevo elemento al análisis de la circunstancia actual en el
mundo capitalista, producto precisamente del aparecimiento de alguna nueva
circunstancia. Los desarrollos del marxismo leninismo, por ejemplo, en el
terreno económico ─partiendo de considerar las leyes generales que rigen el
sistema capitalista, de las correspondientes a la fase superior imperialista─,
resultan de tal rigor, que hemos podido adelantarnos a la realización de
tendencias. Lo que nos dota de una capacidad predictiva imposible de ser
soslayadas por quienes buscan asumir el papel de detractores de la vigencia del
partido en teoría y práctica.
Todo esto para
ubicar que hoy día, además de establecer la manera como se comporta ese
movimiento ascensional, debemos precisar el punto de quiebre del orden
imperante y, en medio de la posibilidad de salto cualitativo, aprestarnos a
dirigirlo sin vacilación. Eso es lo que nos ocupa permanentemente por aquello
de que de lo que se trata es de cambiar el mundo que, en el caso del desarrollo
social, se expresa en el cambio de las relaciones sociales de producción. Lo
que supone no conformarnos con remozamientos de las formas de dominación o del
aparecimiento de nuevas en el marco del régimen de explotación burgués, sino de
cambiar las relaciones de producción y de cambio y la forma do dominación que
corresponde con ese nuevo período histórico. Más apremiante aún en una
situación revolucionaria, cuyas determinaciones deben contar con la acción de
la vanguardia y la elevación de la conciencia de las masas.
La condición
semicolonial y dependiente de Venezuela y su poco desarrollo industrial ─sobre
todo luego de los resultados de la política erosiva de más de cinco lustros─,
fuerzan a ubicar entre los objetivos programáticos la culminación de procesos
propios del período democrático burgués, por lo que deben subsumirse en el
desarrollo del proceso revolucionario. Supone, en términos de lo fundamental de
la táctica, de programas concretos en cada fase del desarrollo ascensional. Asimismo,
este proceso implica establecer en cada caso concreto la unidad y alianzas
políticas y sociales para unir fuerzas contra el enemigo principal.
Pero porque vivimos
tiempos en los cuales debemos recrear las tesis leninistas sobre los pasos
hacia la revolución, así como la experiencia histórica que indica claramente el
papel de las asambleas como base para la edificación de un nuevo poder junto a
la superación y desmantelamiento del poder burgués, es que pensamos que estas
letras pueden servir a la militancia y cuadros del partido en sus labores
políticas. Se trata de no perder de vista que el poder político, ─el poder que
demanda la explotación capitalista en cualquiera de sus expresiones─ es el
resultado de la relación despótica del capital sobre el trabajo:
La
relación capitalista como relación coercitiva que apunta a arrancar más
plustrabajo mediante la prolongación del tiempo de trabajo —una relación
coercitiva que no se funda en relaciones personales de dominación y de
dependencia, sino que brota simplemente de diversas funciones económicas— es
común a ambas modalidades, pero el modo de producción específicamente
capitalista conoce empero otras maneras de expoliar la plusvalía… A esta
modalidad, como forma única de producir la plusvalía, corresponde pues la
subsunción formal del trabajo en el capital. Marx, Capítulo VI inédito.
De esa relación
coercitiva es que surge la cultura del capital. La cultura basada en el egoísmo
que llevó a Smith a la conclusión de que era la sumatoria de egoísmos lo que
determinaba el bien común, elevándolo al rango de componente natural de la
condición humana. En política, toda forma que adquiera el poder político en el
capitalismo se realiza con miras de mantener esa relación de coerción del
capital sobre el trabajo. Mientras no se transformen esas relaciones y sean
sustituidas por relaciones de solidaridad, las formas políticas tendrán como
objetivo esencial sostener la subsunción del trabajo al capital y del interés
nacional al interés de la oligarquía financiera internacional.
Pero porque vivimos
tiempos de cambio radical, es que debemos evidenciar que no andamos tras una
utopía. Momentos en los cuales se coloca en el tapete el proceso objetivo que
deriva de la premisa según la cual el socialismo es el resultado del agotamiento
de las relaciones capitalistas de producción, que eleva la contradicción con el
desarrollo de las fuerzas productivas a tal grado, que se abre un período de
revolución social. Es en el seno del capitalismo donde se van incubando las
condiciones objetivas y subjetivas que permiten trascenderlo. En esto el
chavismo, el régimen revisionista erigido con base en la figura del gran líder,
en su oportunidad y aun hoy día, ha jugado un gran papel, logrando desviar el
torrente revolucionario tras un verbo que permitió encandilar a importantes
sectores sociales mientras cumplía fielmente las demandas del capital
oligárquico. Agotada esta forma de dominación, en medio de la más profunda
crisis en el último siglo, nos toca, una vez más, a los revolucionarios,
ponernos al frente y disponernos a tomar el cielo por asalto.
La
perspectiva es clara
Una circunstancia como esta
fuerza a los revolucionarios a disponerse con el mayor ímpetu. En cualquier
circunstancia, ese arrojo, es el resultado del espíritu revolucionario y la
confianza que nos brindamos, en el caso que nos ocupa, a partir del análisis
concreto de la realidad que ─debido a la magnitud alcanzada por la crisis
general y las perspectivas que brinda─, pudiese dar paso a un salto
cualitativo, a un cambio de raíz, a la posibilidad de instaurar nuevas
relaciones sociales de producción. Lo que demanda de la mayor unidad de la
fuerza material que representa la vanguardia revolucionaria, sólida en su
arsenal teórico y férrea en su ética de colocar lo particular como subalterno
frente al interés colectivo y transformador, y su imbricación en condición de
dirigente con el movimiento real de la sociedad y particularmente con el
movimiento de masas, unidad mediante con los factores identificados con una
alternativa de interés nacional y popular. Son las masas, a fin de cuentas, las
que reúnen la fuerza material para la revolución. Son las verdaderas
protagonistas del proceso revolucionario. El papel fundamental de la vanguardia
es introyectar en su conciencia las ideas avanzadas, las ideas de cambio, las
ideas revolucionarias y, a partir de allí, dirigirlas hacia el desenlace
positivo que exige el estado de cosas actual.
A partir de la
política revolucionaria, de la táctica en correspondencia con las
circunstancias concretas, vamos arraigando confianza en las masas y ─antes que
en ellas, y con más énfasis y amplitud─ en la vanguardia. Esa confianza, se
desprende del análisis riguroso de la realidad, de sus perspectivas y, de allí,
de las aproximaciones a un momento de cambio, a una situación revolucionaria, a
la posibilidad del salto cualitativo. A fin de cuentas, de lo que se trata es
avanzar a otro estadio de desarrollo. No de apostar a un proceso que apenas
renueve la forma de dominación burguesa para preservar las relaciones
capitalistas con algunos avances o reivindicaciones populares y nacionales que
puedan alcanzarse, o bien de un proceso destructivo en grado sumo. Las leyes
del desarrollo capitalista y la perspectiva burguesa, en cualquiera de sus
expresiones, siempre buscarán adecuar las circunstancias y la superación de la
crisis a los intereses del capital internacional, a la división internacional
del trabajo que convenga al desarrollo desigual del sistema capitalista con
base en las bondades que brinde cada país. Y es que una situación
revolucionaria puede conducir a la reconfiguración del orden, en su versión
modernizadora o a la salida burguesa de la máxima destrucción de fuerzas
productivas materiales y de centralización de los capitales en los más cercanos
aliados del imperialismo, como base del redespegue, teniendo como mecanismo de
coerción alguna forma de dominación represiva en su mayor expresión.
Pero, pudiese
conducir también a la revolución socialista… no encontramos otra salida. A
menos que lleguemos a la errónea conclusión de que es posible la reconstrucción
desde una perspectiva progresista bajo la hegemonía de la burguesía. Por el
contrario, somos de la idea de que la superación positiva de la situación
actual, solo puede darse con base en una alianza estratégica de sectores
diversos desde la perspectiva de clase y política, pero bajo la premisa de que
la vanguardia alcance la hegemonía. Que la conducción quede en manos de una
dirección política diversa pero identificada con un programa verdaderamente
progresista de reconstrucción con sentido nacional y popular, lo que supone la
hegemonía revolucionaria. La estructura económica y la circunstancia internacional
no dan para un cambio progresista, a menos que sea dirigido por sectores
esencialmente identificados con el interés nacional. De una parte, no existe
burguesía nacional. El sector industrial, en buena medida obra del chavismo,
muestra signos de debilidad cuya superación así como el regreso de muchos de
ellos de la actividad importadora a la actividad productiva, pasa por una mayor
pauperización de los obreros, protección y estímulo del mercado interno,
asistencia tecnológica, entre otros aspectos. Tradición que obedece al
principio según el cual, la tasa de la ganancia en los países coloniales y
semicoloniales ─por ser más alta que la que se produce en las naciones
imperialistas avejentadas─ permite frenar la caída que se produce en la que
corresponde a los países imperialistas. Ese es un asunto objetivo que hace que
tal usanza derive en una política cuya religiosidad se expresa mediante los
discursos de los ideólogos, sobre todo economistas, que para tales efectos
tarifa el capital. Todo ello apunta a la necesidad de ampliar la confluencia de
fuerzas entre sectores diversos para alcanzar una perspectiva sustentada en la
unidad programática de reconstrucción, sin perder de vista en ningún momento el
proceso ininterrumpido.
En las actuales
circunstancias, debemos analizar y reflexionar sobre las cuestiones que pueden
apuntalar la perspectiva del cambio revolucionario, del cambio hacia un estadio
superior. Desde las objetivas ─sobre todo las bases materiales que permitirían
una liberación impetuosa de las fuerzas productivas, luego del inicio en la
edificación de un nuevo poder─, hasta las subjetivas, tales como el nivel de
conciencia de las masas y las condiciones de la vanguardia revolucionaria.
Parejo a lo cual debemos ubicar el grado de destrucción de las fuerzas
productivas que actualmente produce el orden de cosas imperante. El grado en
que han sido frenadas las fuerzas productivas dadas la crisis y las políticas
dictadas por la oligarquía financiera internacional. Tanto la circunstancia
actual como las perspectivas liberadoras de una revolución inscrita en el
socialismo son las que miden el alcance del cambio, junto al grado de
conciencia de las masas que se realiza también como una fuerza material hacia
el cambio radical.
En cada caso, en
cada fase de desarrollo debemos ubicar las determinaciones objetivas y
subjetivas y las orientaciones de la táctica a seguir, o de sus readecuaciones
para avanzar a una nueva situación. Tomando en cuenta, claro está, cada
determinación, sobre todo el grado de la crisis, uno de cuyos aspectos a
analizar es la circunstancia imperante en las relaciones interimperialistas.
Se trata de ubicar
los acontecimientos en este contexto con un sentido dialéctico más que
etapista. Proceso ininterrumpido y aproximaciones sucesivas coaligadas a su
desarrollo en función de adelantar las variantes y maniobras tácticas a las que
obliguen cada momento, sobre todo por tratarse de una situación en general más
que convulsa cuyos desarrollos a momentos supondrán cambios rápidos que ameriten
adecuaciones muy claras a riesgo de perderse el ritmo y rezagarnos o
adelantarnos a las circunstancias. Es
por ello que esos desarrollos ─plasmados en el comportamiento de la vanguardia
revolucionaria─ deben contar con el mejor manejo posible en una perspectiva
estratégica. En cada una de las circunstancias que se presentan en ese
desarrollo ─en el tránsito ininterrumpido de formas inferiores a superiores en
cuanto condiciones objetivas y subjetivas─, jugarán un papel fundamental las
propuestas programáticas que enarbole el partido.
Por lo pronto,
podemos afirmar que la crisis que vive Venezuela bien puede convertirse en la
más profunda de la historia moderna. El proceso erosivo ha alcanzado magnitudes
muy elevadas. El objetivo que se ha planteado el chavismo sigue siendo el
mismo, siguiendo la línea trazada desde 1989: sostenerse en el poder a costa de
seguir afianzando el papel de Venezuela en el concierto de la división
internacional del trabajo del capitalismo mundial. Fieles a la tesis enarbolada
desde que el mercado mundial moderno existe, de lo que se trata es de vivir de
los productos que permiten mayores ventajas, en nuestro caso el petróleo. Esta
tesis ─sustentada por los prominentes líderes chavistas─ se implementó de
manera clara en los tres lustros que llevan al frente del Estado venezolano.
Situación que nos coloca a la expectativa de lo que suceda en el comportamiento
del precio del crudo. El resultado no podía ser otro. La quiebra del aparato
productivo es la mejor demostración de aquél principio que establece que el
sistema capitalista y la integración de Venezuela en la cadena imperialista
como un eslabón más, frenan el desarrollo de sus fuerzas productivas.
Algunos datos son
alarmantes. La caída de las reservas es un indicador de la gravedad de la
situación. Aunque tiene varias causas, lo fundamental es que nuestro signo
monetario se encuentra en condiciones de debilidad extremas debido a su uso
excesivo para importar, mientras se han frenado al extremo las exportaciones
distintas a la petrolera. El precio del oro a la baja es tendencia dominante
desde hace ya más de tres años. El comienzo del derrumbe de los precios del
crudo anuncia un largo período de precios por debajo de los 60 dólares. Algunos
analistas ubican en dos años este lapso. En conjunto, estos dos indicadores
anuncian una caída importante de las reservas internacionales. A ello se une el
desplome del PIB que para 2014 será de -4%. Déficit fiscal y un mayor aumento
de la inflación conducirán al afianzamiento de la tendencia estanflacionaria,
toda vez que se prevé un mayor descenso del PIB para 2015. Por su parte, el
gobierno no hace ningún anuncio que indique que habrá una política para
recuperar la economía. Por el contrario, notifican la continuidad de una
política destructiva. Mayor endeudamiento para renegociar parte de la deuda
pública interna y cubrir el volumen de las importaciones para satisfacer la
demanda de buena parte de los bienes que requiere la gente y la que le es
imperiosa al menguado parque industrial. Sin embargo, dada la sequía de
dólares, es muy improbable que las reservas líquidas alcancen como para
importar un volumen de bienes que cubra la demanda. De tal suerte que a la
recesión y la estanflación, se sumará una mayor escasez y con ello se afianza
un mercado especulativo sin par a escala planetaria. Recurrirá el gobierno a
los “auxilios” del capital financiero internacional, particularmente de China,
con lo cual ─además de comprometerse la capacidad crediticia de la República y
el futuro del presupuesto de gastos─ nos atamos a las políticas que garantizan
el retorno del capital otorgado en empréstito o para el financiamiento directo
de algún negocio, que han imperado a lo largo de cinco lustros.
La política fiscal
y tributaria seguirá afectando la demanda final de los sectores medios y de
buena parte de la población. La gasolina sufrirá un incremento de precios que
junto con la elevación de otros tributos e impuestos contribuirá de manera
significativa a la caída de la demanda de estos sectores. Además, motivará una
elevación de precios importante por su repercusión en el incremento de costos
en la producción de bienes y servicios, entre los que destaca el transporte. La
estrategia parece contar entre sus orientaciones con la atención a los sectores
“vulnerables”, cada vez más numerosos, lo que les pudiese permitir niveles de
demanda satisfactorios de buena parte de los bienes importados. Con ello el
gobierno atenderá dos cuestiones. De una parte satisfacer algunas demandas
mínimas de amplios sectores depauperados y con ello atemperar el descontento;
por la otra, mantener niveles de simpatía electoral elementales de cara al
proceso de 2015. Pero, sobre todo, garantizar la capacidad de demanda mínima de
lo importado.
Perspectivas nada
claras dadas las limitaciones financieras producto de la caída del precio del
crudo que ya se coloca por debajo de los 60 dólares el barril. Grosso modo, estos elementos nos ubican
en lo principal de las manifestaciones del proceso destructivo. Es contundente
la dependencia de la importación para satisfacer la demanda interna. Venezuela
no goza de soberanía alguna. Se trata del país más débil de la región. La
dependencia económica va pareja a la pérdida de soberanía política. Sólo queda
la fraseología. Sin desarrollo económico, sin desarrollo diversificado del
aparato productivo, de la agroindustria, no podemos hablar de soberanía
nacional.
Las repercusiones
estructurales son claras. La destrucción del aparato productivo conduce a una
disminución significativa de la clase obrera. Mientras, el proceso de
lumpenización ha alcanzado grados elevados en la vida social pública, política
y cultural. Por su parte, la pauperización de los sectores medios es de las más
elevadas en América Latina. Pero en ningún caso ha mermado la centralización de
capitales. La oligarquía financiera ha sabido moverse en un escenario económico
que le ha permitido variar sus negocios. La esfera de la especulación
financiera, las importaciones, la compra de deuda pública, entre otros han
garantizado que la centralización de capitales haya alcanzado niveles sin
precedentes en la modernidad venezolana. A aquella, al sector beneficiario de
la economía, se unen los nuevos ricos que deja el llamado “proceso”. Esto
configura el círculo del poder. La oligarquía financiera, la casta militar
beneficiaria, sectores de las iglesias, la burocracia enquistada en los grandes
negocios, ya integrantes de la oligarquía misma, junto a sectores de la
intelectualidad revisionista y de los medios de comunicación resumen lo
fundamental del bloque dominante. Aunque es de reconocerse que el círculo no se
cierra. Los nuevos invitados provenientes de la oposición deben hacer méritos
suficientes como para gozar de manera más clara de las bondades del poder y de
alguna cuota de cierta significación del botín. Mientras, reciben algún que
otro mendrugo que va allanándoles el camino. Aunque no negamos que estos
sectores vienen haciendo esfuerzos bajo el discurso de negociaciones que nadie
ubica el beneficio para una propuesta alternativa. No es de extrañar que todo
el tinglado en medio de la crisis conduzca a la reedición de un nuevo pacto.
Se trata, sin
embargo, de un bloque de dominación muy endeble. Hacen mucha falta en estos
nuevos tiempos los recursos del petróleo que permitieron jugosos negocios
mientras se les daba a buena parte de los sectores empobrecidos, los
emolumentos consabidos para ganar simpatías con el discurso revisionista como
mampara, garantizando fundamentalmente una demanda efectiva para el producto
importado y parte del nativo. Se abren tiempos en los cuales las lealtades de
sectores de la oligarquía pueden quebrarse huyendo en estampida ante los
peligros de perder parte de sus beneficios. Lo propio harán sectores políticos
que han debido de aprender y repetir discursos a los que obligaban los tiempos
que les daba el ropaje "socialista". Por su parte, los sectores de la
oposición que hoy les hacen comparsa bajo el discurso del diálogo, podrán
definir posturas que desdecirán de la actual y se pudiesen acomodar a los
nuevos tiempos. En definitiva, el bloque de la dominación puede hacer aguas en
medio del encrespamiento de las luchas sociales y políticas.
Este proceso, que
hasta ahora ha sido muy bien llevado por el revisionismo chavista, tiende a
entrar en una crisis terminal. Como indicamos en su oportunidad, ubicar la
naturaleza despótica y revisionista del régimen no era un asunto meramente
político. Por tratarse de una cuestión cuya complejidad va pareja a la necesidad
del capital ─que, en condiciones de crisis terminal y de disposición para
arriesgar, asume el revisionismo como forma de dominación─, obligaba a ubicar
su carácter universal como tendencia, por lo que esta experiencia histórica
sirviera de alerta a los pueblos del mundo. Un asunto propio del
internacionalismo proletario pues. En su proceso de agotamiento esta forma de
ejercer el poder, debe ser desenmascarado en toda su extensión. Llegado a este
punto una nueva forma de ejercer el dominio del capital financiero descarta al
revisionismo como alternativa, como tendencia dominante, ya que la crisis
general abarca la crisis del régimen político despótico basado en el
revisionismo y, por ende, en la fraseología revolucionaria. Ya resultan
demasiado contradictorias las frases con la realidad. Las afirmaciones según
las cuales estamos en proceso de construcción del socialismo resultan ridículas
por decir lo menos, cuando ubicamos las orientaciones económicas que permiten
el enriquecimiento de sectores de la oligarquía y del gobierno de manera
inconmensurable. Viene perdiendo eficacia política de manera clara, al punto
que las contradicciones al seno del chavismo están en desarrollo.
En términos más
concretos, la economía venezolana, su orientación bajo la verborrea
revisionista, ha conformado lo peor del desarrollo capitalista dependiente y
semicolonial. Conclusión a la que deberán llegar gente hoy chavista que por
distinta razón se muestra simpatizante del "proceso". En algún
momento deberán dejar a un lado la palabrería revolucionaria, y centrarse en la
evidencia. La conclusión es clara: Venezuela se encuentra en condiciones de
debilidad cada vez más evidentes frente a la oligarquía financiera
internacional con representación china, principalmente. Su principal casa
calificadora de riesgos, Dagong Global Credit, anuncia desde Pekín que ha
rebajado la calificación crediticia de Venezuela de BB+ a BB, lo que coloca a
Venezuela en una situación más comprometida todavía, aparte de los costos que
este tipo de calificaciones representa para los compromisos contraídos con el
revisionismo chino. Muestra clara de esta afirmación.
En este lapso, más
en los últimos tres lustros de revisionismo chavista, seguir a pie juntillas
las máximas de Smith y Ricardo en el comercio internacional y sus derivaciones
en la economía interna ─ayudar en el incremento de la capacidad de demanda
social del producto importado─ ha colocado a la economía venezolana entre las
más débiles del mundo y por ello las bases materiales del régimen hacen agua.
Se ha agotado una forma de dominación implementada dada la circunstancia
nacional y latinoamericana y ello puede incidir en el derrumbe de procesos
hermanados en la oferta de cambios gatopardianos, solo retóricos en lo de
"socialista" y "revolucionario". Por lo que no se hizo
esperar la ayuda del imperialismo estadounidense para reanimar al alicaído hijo
del “comandante eterno”. Lo que explica los cambios de políticas de factores de
la oligarquía que buscan un diálogo que no ofrece nada que no sea la participación
como socios menores en el reparto del menguado botín, para lo cual deberán
hacer méritos con buenas y evidentes genuflexiones. A ello conduce el temor del
imperialismo de una eventual caída del régimen chavista que ─así como inició
una seguidilla de triunfos electorales de fórmulas identificadas con el
chavismo que frenaron cualquier salida genuinamente revolucionaria─ puede
comenzar otra en dirección contraria, con lo que se podría desarrollar una
nueva oleada revolucionaria en el continente con perspectivas diferentes.
No debimos dejar a
un lado la categoría revisionista de izquierda que permite explicar de manera
esencial al régimen chavista. Esta inconsecuencia ha dejado un vacío que a
estas alturas debe ser cubierto, dadas las evidencias incontrovertibles que
muestran la contradicción entre la fraseología y los hechos. Nueva lección que
nos deja el no seguir el principio comunista de no esconder nuestros propósitos
ni conceptos. Práctica que conduce inexorablemente al oportunismo.
El desarrollo,
de lo inferior a lo superior
No basta con definir la fase de
desarrollo en la cual nos encontramos, los alcances en ella, en cada una de
ellas, a partir de la perspectiva que marca la verdad general según la cual:
Ninguna
formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas
productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más altas
relaciones de producción antes de que las condiciones materiales para su
existencia hayan madurado en el seno de la propia sociedad antigua. Por eso, la
humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar, pues,
bien miradas las cosas, vemos siempre que estos objetivos sólo brotan cuando ya
se dan o, por lo menos, se están gestando, las condiciones materiales para su realización.
Marx, prólogo
de la Contribución a la crítica de la economía política.
Los alcances de las
nuevas perspectivas que nos podemos plantear van parejos al grado de
destrucción de fuerzas productivas durante este período, que expresa en buena
medida el freno de su desarrollo por las relaciones de producción imperantes,
así como las potencialidades que brinda la economía venezolana, sus riquezas
existentes y los trabajadores. Los privilegios con que goza nuestra geografía
resumen una base material potencial difícil de encontrar en otra. De allí se
sacan claramente las condiciones materiales
para la realización de los objetivos que brotan de las actuales
condiciones. Sin embargo, eso no basta, es fundamental ubicar las
potencialidades revolucionarias que anidan en el pueblo y los alcances de la
vanguardia revolucionaria. Lo que a fin de cuentas garantizan las perspectivas
que puedan darse hacia el posible salto cualitativo que se está gestando en la
sociedad.
En cualquier caso,
son varios y variados los procesos de cada momento concreto y dos los tipos de
determinaciones en la perspectiva estratégica que debemos trazarnos. De una
parte, en cada momento concreto, en cada coyuntura ─sobre todo en la
circunstancia revolucionaria en la cual los cambios son diversos y muchas veces
acelerados─, debemos definir el comportamiento del partido, las variantes
tácticas que demanda, la política de unidad y alianzas, las formas de lucha y
organización, las maniobras. Inscrito esto en una táctica general que también
puede ser cambiada dado el curso que marquen los acontecimientos. Los últimos
eventos vividos en la sociedad venezolana han conducido a cambios importantes
que han sido muy bien asumidos por todo el partido. Reflejo de nuestra madurez
política y claridad en los objetivos del momento. Pero juega un papel
importante el nivel de conciencia de las masas, su estado de ánimo. El grado
alcanzado por las organizaciones de masas y, sobre todo, las perspectivas del
movimiento asambleario cuyo desarrollo cuenta con un componente espontáneo que
demanda del estímulo y guía de la vanguardia revolucionaria.
La táctica y todas
sus readecuaciones, deben estar inscritas, articuladas, a la línea general. En
la perspectiva del proceso ininterrumpido, sobre todo en la situación
revolucionaria, en ningún momento debemos perder de vista el objetivo
estratégico. Cada objetivo, tarea central o meta de la táctica debe inscribirse
en esa perspectiva.
La crisis general
que vive la sociedad venezolana, obedece al desarrollo del capitalismo
venezolano. Las relaciones sociales imperantes frenan las fuerzas productivas
por su propia naturaleza. Pero obedecen también a los nexos de dependencia del
imperialismo. Por formar Venezuela parte de la cadena imperialista, porque se
han seguido de manera clara las orientaciones de la oligarquía financiera, se
ha convertido en el eslabón más débil y por ello se crean las condiciones
revolucionarias. Las relaciones capitalistas de producción y de cambio, vistas
así las cosas, se han convertido en un freno al desarrollo de las fuerzas
productivas.
En
cierta fase de su desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad
entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, o bien, lo
que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de
propiedad en el seno de las cuales se han desenvuelto hasta entonces. De formas
de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en
trabas suyas. Y se abre así una época de revolución social. Marx, ibídem.
La idea de la
revolución es una expresión concreta del desarrollo dialéctico de la sociedad.
Una ley general de la dialéctica es el tránsito de los cambios cuantitativos a
los saltos cualitativos. En el desarrollo social se expresan en la fase de la
revolución social. En términos más concretos, este tránsito se expresa en la
situación revolucionaria, en primera instancia y, posteriormente, en la
revolución socialista como realización del salto cualitativo que permite la
liberación de las fuerzas productivas. Por ello, los comunistas no vamos a la
situación revolucionaria a la espera solamente de que podamos alcanzar tal o
cual reivindicación en el terreno de la economía o de las instituciones
políticas y las formas de dominación del régimen capitalista de producción.
Vamos a la situación revolucionaria apostando a la revolución socialista, independientemente
de que las circunstancias concretas, al menos en nuestro caso, presentan una
sociedad atrasada, cuyo desarrollo fue aplastado en buena medida, lo que
demanda ciertamente de la reconstrucción del país.
De allí que a esta
verdad general de la crisis revolucionaria, como expresión concreta del período
de revolución social, debemos sumarle las tendencias descubiertas y
desarrolladas por Lenin en el período del imperialismo. De manera más concreta,
el comportamiento de la cuota media de la ganancia, que motiva la expansión de
los mercados, el incremento de la explotación de los trabajadores en el mundo
entero, sobre todo en los países débiles, la extracción de mayor masa de
plusvalía en la periferia, entre otros aspectos, ya descubiertos por Marx, se
agregan las tendencias desarrolladas teóricamente por Lenin que, en la práctica
condicionan desarrollos que motivan una táctica y estrategia acordes con la
circunstancia imperialista. Es así como el movimiento comunista se divide entre
quienes buscan construir el socialismo en países débiles tanto como en los
países más desarrollados en términos capitalistas y quienes afirman que el
socialismo sólo es posible en países desarrollados. De allí la correcta
acepción que le brindara Lenin en su oportunidad al proceso ininterrumpido con
base en la formulación de programas que garanticen la alianza de los sectores
proclives al cambio, ajenos al proletariado. El desarrollo capitalista en
nuestro país condujo a un proceso de urbanización, de acumulación originaria
que no se detiene pero que no deriva en revolución industrial, apenas nos
sujeta a una división del trabajo servil de la oligarquía financiera
internacional. Circunstancia que se convierte en la traba fundamental para
nuestro desarrollo, en freno al avance de nuestras potencialidades. La
evidencia en toda nuestra historia moderna la sufrimos en estos tiempos. Pero
contamos con la base material y social para realizar la revolución industrial
sin las calamidades que se sufre en los países capitalistas, tal como sucedió
en la Unión Soviética. Ese es un dato fundamental para confiarnos en que la
alianza política y social debe ser muy amplia. Pero también ello nos persuade
que el proceso debe ser hegemonizado por la dirección política revolucionaria y
por los trabajadores. Así, tareas propias del período capitalista deben ser
alcanzadas en la nueva sociedad. El capitalismo, por aquello de la competencia,
inicialmente entre los nacientes estados nacionales, hoy día entre las naciones
imperialistas y los bloques conformados, limitan el desarrollo de los países
débiles a sus intereses y designios. Los países dependientes y semicoloniales
alcanzan escalas de desarrollo bajo la sujeción imperialista. Circunstancia que
conduce a que muchas tareas propias del período capitalista se rezagan y deban
ser alcanzadas en un nuevo estadio superior: el socialismo. De allí la
democracia popular, como período en el cual culminando tareas propias del
período histórico anterior, echa las bases del socialismo. Mientras, los
programas tácticos permiten ir uniendo sectores interesados apenas en salir de
este régimen despótico revisionista.
Ahora bien, una
época de revolución social ─de manera más precisa, una situación
revolucionaria─, no supone la superación del estado de cosas, no supone la
consumación de una revolución, de superación de las relaciones de producción
imperantes. Por lo que hay que definir las perspectivas hacia un estadio
superior que va a estar determinado por los alcances en la lucha de clases, la
educación de las masas, más allá del grado alcanzado por la crisis. Recordemos
que convertirse en sepulturero de las viejas y agotadas relaciones supone un
gran esfuerzo, toda vez que su superación supone una resistencia férrea de
quienes usufructúan de ellas. Más que eso, la vanguardia revolucionaria debe
ser factor consciente capaz de prefigurar las bases de la nueva sociedad, como
en efecto lo hemos hecho con base en el programa del partido. La vanguardia
revolucionaria debe cumplir con el papel, ante todo, de factor consciente que
lleva a las masas las orientaciones para el desarrollo de la lucha política y
las ideas que permiten la educación de los trabajadores como clase llamada a
liderar el proceso de cambios. En definitiva convertir al proletariado y
convertirse la vanguardia misma en fuerza material de transformación
revolucionaria. Ubiquemos que en la situación revolucionaria el factor
consciente, la vanguardia, y las masas por ella dirigidas, se convierten en
determinaciones que deben llegar a ser definitorias del curso de los
acontecimientos. La vanguardia, las masas en las que se ha introyectado la idea
revolucionaria, en las que se ha elevado la conciencia, se convierten, en
conjunto, en una fuerza material concreta capaces de cumplir ese papel.
En la situación
revolucionaria se pone en evidencia de manera clara la relación dialéctica
entre el ser social y las formas de conciencia que emergen. En estas
circunstancias en que la conciencia organizada que es el partido encuentra las
mejores condiciones por incidir en las masas, educarlas y orientar su acción,
por ello adquiere relevancia la concepción del Partido, como un conjunto de
organizaciones unificadas de manera democrática en su línea política y como el
sistema de vínculos ideológicos y políticos entre éste y las masas. La
convicción del partido, unificado en torno de la línea política, no supone su
traslado al movimiento de masas. Estas apenas pueden ubicar su acción en la
confrontación, en la lucha en el terreno de las condiciones de reproducción
social y en el terreno de la política y en su relación y conversión de lo
social en político y viceversa. El partido por su parte es una forma de
conciencia organizada capaz de establecer las tendencias del desarrollo y los
alcances que se pueden lograr en cada fase. De allí la importancia de ampliar,
multiplicar la vinculación orgánica sobre todo con los sectores avanzados de
las masas y la influencia en las organizaciones de masas, aun no habiendo tales
vinculaciones sino por efecto de la propaganda y la agitación.
Partimos de
considerar algunas cuestiones filosóficas elementales. Inscritas en el
materialismo dialéctico, las aproximaciones sucesivas, que configuran la base
general para comprender el desarrollo de la materia y la conciencia es un
asunto propio del partido no de las masas. En el terreno de la política y del
desarrollo social el asunto de las posibilidades de la revolución socialista
están inscritas en esta verdad general. Es la comprensión del partido de este
desarrollo lo que puede determinar los acontecimientos, bien estructuradas sus
fuerzas y con la más amplia incidencia en las masas lo que lo hace posible.
En un sentido
contrario a esta afirmación, valga el caso venezolano de 1958, cuando el
Partido Comunista de Venezuela, dada la tendencia revisionista en su seno,
alimentada desde Moscú, no supo ubicar las tendencias que bien pudieron haber
convertido las aspiraciones de las masas y el desarrollo de las bases
revolucionarias en una fuerza capaz de avanzar en vez de legitimar la “paz
social” decretada por la dirección de ese partido.
El poder
capitalista agonizando.
Por un nuevo
poder
El poder político, en su
sentido genérico, como dominación de una clase por otra, es concreto. Las
formas de dominación y ejercicio del poder nacen de las relaciones sociales de
producción. No podemos pensar ni por asomo en la posibilidad de que exista un
poder distinto al que dimana de las relaciones imperantes. En el caso del
capitalismo, como forma ideal, por antonomasia, encontramos la democracia
burguesa representativa en sus distintas manifestaciones. Sin embargo, las
formas dictatoriales, aquellas en las cuales se pone de manifiesto más
claramente que la autonomía de los poderes es una farsa que en última instancia
busca legitimar el orden burgués. Siempre impera, en última instancia, la
heteronomía que dimana de la subsunción del trabajo en el capital, esto es, de
las relaciones de producción y de cambio. De la producción en función de la
producción en términos universales, de la producción en función de los
intereses de la oligarquía financiera internacional y del mercado mundial.
Ahora bien, las
cuestiones propias de superación de la dependencia del imperialismo y las
tareas para el desarrollo de las fuerzas productivas frenadas hoy por el orden
imperante, hacen factible un amplio espectro en las alianzas de clases. La
dependencia del imperialismo expresan en cualquier caso la tendencia absoluta
que impone el mercado mundial. En la historia latinoamericana resulta
emblemático el caso paraguayo que, para 1860 contaba con un desarrollo
importante en materia económica, industrial, agroindustrial en comparación con
el resto de América del sur, así como avances en materia social impensable en
el resto del continente. Además, este desarrollo se alcanzó sin deuda externa y
en muy buena medida aislada del resto del mundo, tanto por razones económicas
como geográficas. Es así como por orientación británica, se conforma la triple
alianza liderada por Brasil e integrada por Argentina y Uruguay, para aplastar
de manera sangrienta ese proyecto autónomo de desarrollo nacional. Los atroces
resultados del conflicto fueron sintetizados en el libro de León Pomer El Paraguay, víctima del libre cambio.
Más recientemente, para 1954, el gobierno de Jacobo Arbenz y el pueblo
guatemalteco sufrieron los rigores de la soberbia imperialista, cuando se
organiza un golpe de estado desde Washington, para aplastar de raíz los
intentos de desarrollo nacional de ese país centroamericano y en favor de la
United Fruits Company. La experiencia chilena es simbólica por ser el resultado
de una propuesta revisionista pero de sentido nacional, que encontró vigor en
medio de la confrontación entre el imperialismo yanqui y el socialimperialismo
ruso que ya había encontrado espacios en Argentina y Perú. A escala más
universal, en tanto alude a una de las potencias que luego se disputarían el
reparto del mundo, y sigue jugando en esa dirección, el bloqueo a Japón a
mediados del siglo XIX para luego obligarlo a cumplir con los principios del
libre cambio, resulta representativo. En las condiciones actuales, el
imperialismo mundial buscaría impedir a toda costa, a sangre y fuego, cualquier
intento de cualquier país que pretenda salirse de la esfera capitalista y de
sus principios librecambistas. A su vez, busca el imperialismo frenar cualquier
posibilidad de autonomía e independencia nacional de sus áreas de influencia. Solamente
con la instauración de un nuevo poder, como expresión de la lucha por la
independencia y la autonomía nacional y de nuevas relaciones sociales de
producción, será posible alcanzar el objetivo estratégico, lo que supone del
partido su fortaleza y capacidad en la dirección del proceso, por muy amplias
que sean las alianzas. Es un asunto práctico en cualquier caso. Por todo esto,
el proceso ininterrumpido debe ser abordado de manera consciente mediante el
proceso de aproximaciones sucesivas. Con confianza pero sujetas al análisis
concreto de cada fase o circunstancia que se presente.
La asunción del
proceso colocando límites en su desarrollo, sin tomar en cuenta el papel de la
vanguardia, puede conducir a que no se aproveche algún momento en el cual podemos
dar un paso más. Para ello, el partido debe estar consciente y tener la
capacidad teórica y política para ubicar la táctica correspondiente, o el
readecuamiento, la maniobra o variante cualquiera en el comportamiento del
partido. Lo que supone un análisis riguroso permanente. A su vez, estos asuntos
deben ser asumidos de la manera más unificada posible. Fundamental entonces es
que la dirección política maneje estos asuntos de tal suerte que, sin dejar de
practicar el espíritu democrático, habrá decisiones que deberán ser asumidas de
manera ejecutiva, incluso, a momentos por la máxima jefatura o dirección
ejecutiva del partido. Siempre teniendo presente que la situación
revolucionaria no supone el cambio revolucionario. En eso hemos sido
insistentes. De darse la revolución, hay que preguntarse qué tipo de revolución
se producirá, qué tipo de revolución puede darse y cómo podemos alcanzarla.
Aunque lo cierto es que la crisis es tan grande que el imperialismo mundial
busca acuerdos en función de salvar a Maduro, ya que de lo que se trata es de
salvar las relaciones de producción burguesas dado el peligro que puede
representar la entronización de otra alternativa.
La confianza
Una de las mejores expresiones
de la confianza revolucionaria la encontramos en 1917, cuando —a pesar de estar
develada la insurrección— el triunfo fue asegurado, pues existían condiciones
objetivas y subjetivas para dar el paso. Las condiciones estaban dadas y los
bolcheviques, Lenin a la cabeza, se aventuraron con confianza a realizar la
insurrección. Contaban los bolcheviques con el apoyo de los soviets,
determinación principal para la instauración de un nuevo poder, imperaba una
dualidad de poder que debía dirimirse con base en la fuerza, en medio de un
avance de las ideas revolucionarias en el pueblo. Pero también se mide la
confianza en medio de las condiciones adversas que sufre el movimiento de los
trabajadores y las luchas de los pueblos del mundo lo que supone que la lucha
revolucionaria está llena de reveses. Desgarradoras resultan las palabras de
Marx a propósito de la Comuna de París, consciente de la perspectiva de que
sería derrotada, le responde a Kugelman, un médico amigo alemán: La historia universal sería por cierto muy
fácil de hacer si la lucha solo se aceptase con la condición de que se
presentaran perspectivas infaliblemente favorables…, lo cual no niega el
futuro socialista.
En general, en
medio de las más aplastantes derrotas, de la pérdida de vidas en combate, en la
lucha política de clases o reivindicativas, los comunistas han hecho gala
siempre de un optimismo que raya, para gente ajena a estas ideas, con el
subjetivismo o el idealismo. Les es difícil comprender que los procesos históricos,
al desarrollarse las ciencias del proletariado, pueden ser previstos con una
exactitud que, a momentos, como en el ejemplo anterior, la iguala a la que se
hace en el campo de las ciencias naturales aunque en forma de tendencias
dominantes y con la inconmesurabilidad que supone el papel de la personalidad
individual y colectiva en el curso de los acontecimientos. Pero lo fundamental
del movimiento comunista es su incorporación al movimiento de luchas de los
trabajadores y pueblos del mundo, independientemente de si el triunfo es
inmediato o no. Por eso es su deber acompañar con sentido crítico al movimiento
de masas, ganarse su confianza como dirigente político, correr sus mismas
consecuencias, con la confianza, además del aprendizaje, de que la historia es
creación de las masas. El papel dirigente no las sustituye. Analizando la
correspondencia antes indicada, señala Lenin: Marx sabía apreciar también el hecho de que hay momentos en la historia
en que la lucha desesperada de las masas, incluso por una causa sin
perspectiva, es indispensable para los fines de la educación ulterior de estas
masas y de su preparación para la lucha siguiente. Además, el compromiso
revolucionario verdadero no se encuentra en la perspectiva de triunfo o no,
sino en la contribución que se hace a la historia de la lucha de clases en
favor de los desposeídos. Podemos prever tendencias, pero la confrontación
traerá como resultado la derrota o la victoria, dentro del movimiento
ascensional ininterrumpido.
El desarrollo de
las ideas filosóficas, de las ideas generales en relación con la realidad, se
realiza en el terreno de la política expresando la posición metafísica y el
escepticismo, ideas que propagan en todo momento como idea dominante quienes
ejercen la opresión sobre la mayoría, o, por el contrario, la idea dialéctica y
con ella la posibilidad del cambio de la sociedad, propagada por quienes se
disponen a transformar la sociedad. Estas son tendencias universales que se
ponen de manifiesto en todo momento, pero que en las crisis de cambio adquieren
mayor contundencia. Lo que no supone la inexistencia de elementos vacilantes,
de los que no toman partido, por distinta razón y circunstancia.
Los revolucionarios
no solo asumen las ideas de cambio, del movimiento ascensional de lo inferior a
lo superior, sino que se atreven a predecir el desarrollo general y concreto de
los procesos. En momentos de cambio, en situaciones revolucionarias, la agudeza
debe ser mayor. Ya no solo se trata de procesos generales sino de las
posibilidades de desenlace que siempre se darán en el terreno de la
confrontación. Es el resultado de la conjunción del análisis de la realidad
concreta y la práctica revolucionaria en su mejor expresión. De la política
definida por la vanguardia en la conducción acertada de las masas hacia etapas
cada vez más próximas al desenlace revolucionario. Es la ciencia marxista en su
máxima expresión.
En la situación
revolucionaria la confianza encuentra un mayor asidero. El despertar de las
masas, el movimiento real en la participación de las distintas formas de lucha,
la elevación de la conciencia de cambio y de ideas cada vez más avanzadas, así
como su disposición al combate se expresa como el momento cumbre en el cual se
demuestra la teoría revolucionaria. En la situación revolucionaria es cuando
las masas y sectores que asumen la lucha a diverso nivel aprenden más
rápidamente el discurso revolucionario. Es una aproximación concreta al cambio
de calidad en la conciencia de las masas, que permite la prefiguración de la
nueva sociedad de manera más amplia.
En las situaciones
de reflujo es dable el desarrollo de dos tendencias. El quiebre de los
espíritus menos firmes en relación con la lucha revolucionaria, por lo que la
vanguardia revolucionaria se ve reducida muchas veces a su mínima expresión. A
su vez, en estas circunstancias, aparecen las ideas derrotistas muchas veces
asumidas desde posiciones abiertas o encubiertas, vulgares o sofisticadas, pero
siempre sembrando el escepticismo de lo cual es presa el espíritu derrotado. Aparece
el aleccionador pedante para enrostrar a los “derrotados” su razón en predecir
el revés, aunque haya participado en los primeros empujes hacia la pelea.
Nuestra historia reciente está inundada de elementos de este linaje a propósito
de la lucha revolucionaria de la década de los años 60.
Es cuando más se
afianzan ideas erróneas como aquella según la cual, por su preeminencia, la
apreciación y penetración de los medios de comunicación deben de estar por
encima del contenido del discurso político. Es más, que se debe rebajar el
discurso para que la gente nos entienda. Tendencia que siempre está presente y
en cualquier circunstancia del desarrollo de la lucha de clases, lo que niega
la teoría y práctica del movimiento comunista internacional. En eso se basó en
buena medida el revisionismo europeo de los años 70.
Por su parte,
quienes asumen la condición de vanguardia, en cualquier circunstancia obedecen
al dictado de la teoría revolucionaria y del espíritu revolucionario. No son
los vaivenes de la lucha de clases los que van a mermar el espíritu de la
vanguardia.
Ahora, bien,
¿debemos los comunistas esconder nuestros objetivos históricos para no develar
nuestros objetivos? Ese también es un asunto que coloca los caballos detrás de
la carreta. Es una idea oportunista que refleja la desconfianza en el
desarrollo de las fuerzas revolucionarias. Por ejemplo, bajo esta óptica, estas
letras deben ser escondidas dado que pueden evidenciar objetivos ajenos a
nuestros actuales aliados. Por el contrario creemos que hacemos bien en decir
las cosas antes expuestas. Cualquier lector puede llegar a la conclusión de que
es un error hablar de esta manera. Evidenciar los objetivos generales antes de
su desenlace. Señalan los padres del socialismo científico, al final del Manifiesto
del Partido Comunista: Los comunistas no
tienen por qué guardar encubiertas sus ideas e intenciones. Abiertamente
declaran que sus objetivos solo pueden alcanzarse derrocando por la violencia
todo el orden social existente. Tiemblen, si quieren, las clases gobernantes,
ante la perspectiva de una revolución comunista. Los proletarios, con ella, no
tienen nada que perder, como no sea sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo
entero que ganar. En estas palabras encontramos la tradición de la
confianza del movimiento comunista. En ellas encontramos el espíritu con el que
impregnamos este escrito.
Contamos con la
experiencia de varias décadas de lucha revolucionaria. En todo momento hemos
mostrado nuestra disposición de mantener en alto las ideas marxista-leninistas.
En cualquier circunstancia de la lucha de clases hemos afianzado nuestras tesis
acerca de la vigencia de la perspectiva revolucionaria. En los momentos
actuales, una vez más, se pondrá a prueba nuestra capacidad para la acción
revolucionaria, solo que en esta oportunidad se realizará en medio de una nueva
oleada revolucionaria. Tal vez pueda convertirse en la más importante de
nuestra historia. Hagamos bueno el compromiso de cuadros y militantes,
recordando la historia del partido y esa imagen prometéica de sacrificio por la
humanización y la liberación del hombre que dejaron nuestros mártires.
Caracas
- 2014