viernes, 2 de enero de 2015

Venezuela y el proceso ininterrumpido

La gran idea fundamental -escribe Engels- de que el mundo no se compone de un conjunto de objetos terminados y acabados, sino que representa en sí un conjunto de procesos, en el que las cosas que parecen inmutables, al igual que sus imágenes mentales en nuestro cerebro, es decir, los conceptos, se hallan sujetos a un continuo cambio, a un proceso de nacimiento y muerte; esta gran idea fundamental se encuentra ya tan arraigada desde Hegel en la conciencia común, que apenas habrá alguien que la discuta en su forma general. Pero una cosa es reconocerla de palabra y otra aplicarla en cada caso particular y en cada campo de investigación.
Carlos Marx, (Breve esbozo biográfico, con una exposición del marxismo)
Lenin, V.I.

Para la filosofía dialéctica no existe nada establecido de una vez para siempre, nada absoluto, consagrado; en todo ve lo que hay de perecedero, y no deja en pie más que el proceso ininterrumpido del aparecer y desaparecer, del infinito movimiento ascensional de lo inferior a lo superior. Y esta misma filosofía es un mero reflejo de ese proceso en el cerebro pensante." Así, pues, la dialéctica es, según Marx, "la ciencia de las leyes generales del movimiento, tanto del mundo exterior como del pensamiento humano.
Carlos Marx, (Breve esbozo biográfico, con una exposición del marxismo)
Lenin, V.I.


por: Carlos D. Hermoso C.
Escrito entre octubre y diciembre de 2014

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https://drive.google.com/file/d/0B5Mkcsu65pqAdWtJYVh3bnd4MXM/view?usp=sharing


La reivindicación y realización del marxismo leninismo es un asunto neurálgico en circunstancias como las que vive Venezuela. En cualquier situación siempre lo es, si queremos comprender la realidad con rigor científico. Pero, nos resulta más apremiante dada la situación revolucionaria venezolana. No se trata de un acto de fe. Por el contrario, se trata de reivindicar en toda su profundidad la razón que ello supone de cara a una realidad concreta entrada en confrontación tal que bien puede derivar en un salto cualitativo.
Se trata, para identificar como lo de mayor exigencia, la capacidad con la que debemos contar para ubicar las perspectivas que se le presentan a la sociedad para la transformación revolucionaria, como producto de la asunción del método y el dominio de la ciencia marxista para la realización rigurosa del análisis concreto de la realidad concreta que, en general, siempre debemos asumir. Ello requiere del mayor rigor pero de igual manera de la mayor capacidad práctica del sujeto revolucionario para conducir el proceso. Esto es, pesan los asuntos principales para alcanzar la meta, tales como la articulación con el movimiento de masas, de conducción del movimiento espontáneo, del liderazgo, de la capacidad de conducción de las masas, de captación precisa de las determinaciones de cada momento, de las maniobras, marchas y contramarchas, entre otros aspectos, que requieren no sólo del dominio de las leyes generales del desarrollo de la lucha de clases sino también del arte de la dirección política y del papel de la personalidad en la historia. No en el sentido del papel del individuo abstraído de la realidad y del sentido colectivo, de la dirección colectiva, sino, más que eso, del individuo dirigente como parte de una dirección que se asume como personalidad colectiva. Lo que supone la elevación de la conciencia colectiva del partido. De allí los esfuerzos a realizarse en esa dirección.
No existe circunstancia alguna que nos indique que haya surgido una nueva determinación esencial acerca del desarrollo del capitalismo en general y del imperialismo en particular, y que, por tanto, nos haga pensar que se haya producido o pueda desarrollarse un nuevo aporte de uno u otro autor ─dirigente político marxista, intelectual revolucionario o teórico de la revolución mundial socialista que incorpore algún nuevo elemento al análisis de la circunstancia actual en el mundo capitalista, producto precisamente del aparecimiento de alguna nueva circunstancia. Los desarrollos del marxismo leninismo, por ejemplo, en el terreno económico ─partiendo de considerar las leyes generales que rigen el sistema capitalista, de las correspondientes a la fase superior imperialista─, resultan de tal rigor, que hemos podido adelantarnos a la realización de tendencias. Lo que nos dota de una capacidad predictiva imposible de ser soslayadas por quienes buscan asumir el papel de detractores de la vigencia del partido en teoría y práctica.
Todo esto para ubicar que hoy día, además de establecer la manera como se comporta ese movimiento ascensional, debemos precisar el punto de quiebre del orden imperante y, en medio de la posibilidad de salto cualitativo, aprestarnos a dirigirlo sin vacilación. Eso es lo que nos ocupa permanentemente por aquello de que de lo que se trata es de cambiar el mundo que, en el caso del desarrollo social, se expresa en el cambio de las relaciones sociales de producción. Lo que supone no conformarnos con remozamientos de las formas de dominación o del aparecimiento de nuevas en el marco del régimen de explotación burgués, sino de cambiar las relaciones de producción y de cambio y la forma do dominación que corresponde con ese nuevo período histórico. Más apremiante aún en una situación revolucionaria, cuyas determinaciones deben contar con la acción de la vanguardia y la elevación de la conciencia de las masas.
La condición semicolonial y dependiente de Venezuela y su poco desarrollo industrial ─sobre todo luego de los resultados de la política erosiva de más de cinco lustros─, fuerzan a ubicar entre los objetivos programáticos la culminación de procesos propios del período democrático burgués, por lo que deben subsumirse en el desarrollo del proceso revolucionario. Supone, en términos de lo fundamental de la táctica, de programas concretos en cada fase del desarrollo ascensional. Asimismo, este proceso implica establecer en cada caso concreto la unidad y alianzas políticas y sociales para unir fuerzas contra el enemigo principal.
Pero porque vivimos tiempos en los cuales debemos recrear las tesis leninistas sobre los pasos hacia la revolución, así como la experiencia histórica que indica claramente el papel de las asambleas como base para la edificación de un nuevo poder junto a la superación y desmantelamiento del poder burgués, es que pensamos que estas letras pueden servir a la militancia y cuadros del partido en sus labores políticas. Se trata de no perder de vista que el poder político, ─el poder que demanda la explotación capitalista en cualquiera de sus expresiones─ es el resultado de la relación despótica del capital sobre el trabajo:

La relación capitalista como relación coercitiva que apunta a arrancar más plustrabajo mediante la prolongación del tiempo de trabajo —una relación coercitiva que no se funda en relaciones personales de dominación y de dependencia, sino que brota simplemente de diversas funciones económicas— es común a ambas modalidades, pero el modo de producción específicamente capitalista conoce empero otras maneras de expoliar la plusvalía… A esta modalidad, como forma única de producir la plusvalía, corresponde pues la sub­sunción formal del trabajo en el capital. Marx, Capítulo VI inédito.

De esa relación coercitiva es que surge la cultura del capital. La cultura basada en el egoísmo que llevó a Smith a la conclusión de que era la sumatoria de egoísmos lo que determinaba el bien común, elevándolo al rango de componente natural de la condición humana. En política, toda forma que adquiera el poder político en el capitalismo se realiza con miras de mantener esa relación de coerción del capital sobre el trabajo. Mientras no se transformen esas relaciones y sean sustituidas por relaciones de solidaridad, las formas políticas tendrán como objetivo esencial sostener la subsunción del trabajo al capital y del interés nacional al interés de la oligarquía financiera internacional.
Pero porque vivimos tiempos de cambio radical, es que debemos evidenciar que no andamos tras una utopía. Momentos en los cuales se coloca en el tapete el proceso objetivo que deriva de la premisa según la cual el socialismo es el resultado del agotamiento de las relaciones capitalistas de producción, que eleva la contradicción con el desarrollo de las fuerzas productivas a tal grado, que se abre un período de revolución social. Es en el seno del capitalismo donde se van incubando las condiciones objetivas y subjetivas que permiten trascenderlo. En esto el chavismo, el régimen revisionista erigido con base en la figura del gran líder, en su oportunidad y aun hoy día, ha jugado un gran papel, logrando desviar el torrente revolucionario tras un verbo que permitió encandilar a importantes sectores sociales mientras cumplía fielmente las demandas del capital oligárquico. Agotada esta forma de dominación, en medio de la más profunda crisis en el último siglo, nos toca, una vez más, a los revolucionarios, ponernos al frente y disponernos a tomar el cielo por asalto.


La perspectiva es clara

Una circunstancia como esta fuerza a los revolucionarios a disponerse con el mayor ímpetu. En cualquier circunstancia, ese arrojo, es el resultado del espíritu revolucionario y la confianza que nos brindamos, en el caso que nos ocupa, a partir del análisis concreto de la realidad que ─debido a la magnitud alcanzada por la crisis general y las perspectivas que brinda─, pudiese dar paso a un salto cualitativo, a un cambio de raíz, a la posibilidad de instaurar nuevas relaciones sociales de producción. Lo que demanda de la mayor unidad de la fuerza material que representa la vanguardia revolucionaria, sólida en su arsenal teórico y férrea en su ética de colocar lo particular como subalterno frente al interés colectivo y transformador, y su imbricación en condición de dirigente con el movimiento real de la sociedad y particularmente con el movimiento de masas, unidad mediante con los factores identificados con una alternativa de interés nacional y popular. Son las masas, a fin de cuentas, las que reúnen la fuerza material para la revolución. Son las verdaderas protagonistas del proceso revolucionario. El papel fundamental de la vanguardia es introyectar en su conciencia las ideas avanzadas, las ideas de cambio, las ideas revolucionarias y, a partir de allí, dirigirlas hacia el desenlace positivo que exige el estado de cosas actual.
A partir de la política revolucionaria, de la táctica en correspondencia con las circunstancias concretas, vamos arraigando confianza en las masas y ─antes que en ellas, y con más énfasis y amplitud─ en la vanguardia. Esa confianza, se desprende del análisis riguroso de la realidad, de sus perspectivas y, de allí, de las aproximaciones a un momento de cambio, a una situación revolucionaria, a la posibilidad del salto cualitativo. A fin de cuentas, de lo que se trata es avanzar a otro estadio de desarrollo. No de apostar a un proceso que apenas renueve la forma de dominación burguesa para preservar las relaciones capitalistas con algunos avances o reivindicaciones populares y nacionales que puedan alcanzarse, o bien de un proceso destructivo en grado sumo. Las leyes del desarrollo capitalista y la perspectiva burguesa, en cualquiera de sus expresiones, siempre buscarán adecuar las circunstancias y la superación de la crisis a los intereses del capital internacional, a la división internacional del trabajo que convenga al desarrollo desigual del sistema capitalista con base en las bondades que brinde cada país. Y es que una situación revolucionaria puede conducir a la reconfiguración del orden, en su versión modernizadora o a la salida burguesa de la máxima destrucción de fuerzas productivas materiales y de centralización de los capitales en los más cercanos aliados del imperialismo, como base del redespegue, teniendo como mecanismo de coerción alguna forma de dominación represiva en su mayor expresión.
Pero, pudiese conducir también a la revolución socialista… no encontramos otra salida. A menos que lleguemos a la errónea conclusión de que es posible la reconstrucción desde una perspectiva progresista bajo la hegemonía de la burguesía. Por el contrario, somos de la idea de que la superación positiva de la situación actual, solo puede darse con base en una alianza estratégica de sectores diversos desde la perspectiva de clase y política, pero bajo la premisa de que la vanguardia alcance la hegemonía. Que la conducción quede en manos de una dirección política diversa pero identificada con un programa verdaderamente progresista de reconstrucción con sentido nacional y popular, lo que supone la hegemonía revolucionaria. La estructura económica y la circunstancia internacional no dan para un cambio progresista, a menos que sea dirigido por sectores esencialmente identificados con el interés nacional. De una parte, no existe burguesía nacional. El sector industrial, en buena medida obra del chavismo, muestra signos de debilidad cuya superación así como el regreso de muchos de ellos de la actividad importadora a la actividad productiva, pasa por una mayor pauperización de los obreros, protección y estímulo del mercado interno, asistencia tecnológica, entre otros aspectos. Tradición que obedece al principio según el cual, la tasa de la ganancia en los países coloniales y semicoloniales ─por ser más alta que la que se produce en las naciones imperialistas avejentadas─ permite frenar la caída que se produce en la que corresponde a los países imperialistas. Ese es un asunto objetivo que hace que tal usanza derive en una política cuya religiosidad se expresa mediante los discursos de los ideólogos, sobre todo economistas, que para tales efectos tarifa el capital. Todo ello apunta a la necesidad de ampliar la confluencia de fuerzas entre sectores diversos para alcanzar una perspectiva sustentada en la unidad programática de reconstrucción, sin perder de vista en ningún momento el proceso ininterrumpido.
En las actuales circunstancias, debemos analizar y reflexionar sobre las cuestiones que pueden apuntalar la perspectiva del cambio revolucionario, del cambio hacia un estadio superior. Desde las objetivas ─sobre todo las bases materiales que permitirían una liberación impetuosa de las fuerzas productivas, luego del inicio en la edificación de un nuevo poder─, hasta las subjetivas, tales como el nivel de conciencia de las masas y las condiciones de la vanguardia revolucionaria. Parejo a lo cual debemos ubicar el grado de destrucción de las fuerzas productivas que actualmente produce el orden de cosas imperante. El grado en que han sido frenadas las fuerzas productivas dadas la crisis y las políticas dictadas por la oligarquía financiera internacional. Tanto la circunstancia actual como las perspectivas liberadoras de una revolución inscrita en el socialismo son las que miden el alcance del cambio, junto al grado de conciencia de las masas que se realiza también como una fuerza material hacia el cambio radical.
En cada caso, en cada fase de desarrollo debemos ubicar las determinaciones objetivas y subjetivas y las orientaciones de la táctica a seguir, o de sus readecuaciones para avanzar a una nueva situación. Tomando en cuenta, claro está, cada determinación, sobre todo el grado de la crisis, uno de cuyos aspectos a analizar es la circunstancia imperante en las relaciones interimperialistas.
Se trata de ubicar los acontecimientos en este contexto con un sentido dialéctico más que etapista. Proceso ininterrumpido y aproximaciones sucesivas coaligadas a su desarrollo en función de adelantar las variantes y maniobras tácticas a las que obliguen cada momento, sobre todo por tratarse de una situación en general más que convulsa cuyos desarrollos a momentos supondrán cambios rápidos que ameriten adecuaciones muy claras a riesgo de perderse el ritmo y rezagarnos o adelantarnos a las circunstancias. Es por ello que esos desarrollos ─plasmados en el comportamiento de la vanguardia revolucionaria─ deben contar con el mejor manejo posible en una perspectiva estratégica. En cada una de las circunstancias que se presentan en ese desarrollo ─en el tránsito ininterrumpido de formas inferiores a superiores en cuanto condiciones objetivas y subjetivas─, jugarán un papel fundamental las propuestas programáticas que enarbole el partido.
Por lo pronto, podemos afirmar que la crisis que vive Venezuela bien puede convertirse en la más profunda de la historia moderna. El proceso erosivo ha alcanzado magnitudes muy elevadas. El objetivo que se ha planteado el chavismo sigue siendo el mismo, siguiendo la línea trazada desde 1989: sostenerse en el poder a costa de seguir afianzando el papel de Venezuela en el concierto de la división internacional del trabajo del capitalismo mundial. Fieles a la tesis enarbolada desde que el mercado mundial moderno existe, de lo que se trata es de vivir de los productos que permiten mayores ventajas, en nuestro caso el petróleo. Esta tesis ─sustentada por los prominentes líderes chavistas─ se implementó de manera clara en los tres lustros que llevan al frente del Estado venezolano. Situación que nos coloca a la expectativa de lo que suceda en el comportamiento del precio del crudo. El resultado no podía ser otro. La quiebra del aparato productivo es la mejor demostración de aquél principio que establece que el sistema capitalista y la integración de Venezuela en la cadena imperialista como un eslabón más, frenan el desarrollo de sus fuerzas productivas.
Algunos datos son alarmantes. La caída de las reservas es un indicador de la gravedad de la situación. Aunque tiene varias causas, lo fundamental es que nuestro signo monetario se encuentra en condiciones de debilidad extremas debido a su uso excesivo para importar, mientras se han frenado al extremo las exportaciones distintas a la petrolera. El precio del oro a la baja es tendencia dominante desde hace ya más de tres años. El comienzo del derrumbe de los precios del crudo anuncia un largo período de precios por debajo de los 60 dólares. Algunos analistas ubican en dos años este lapso. En conjunto, estos dos indicadores anuncian una caída importante de las reservas internacionales. A ello se une el desplome del PIB que para 2014 será de -4%. Déficit fiscal y un mayor aumento de la inflación conducirán al afianzamiento de la tendencia estanflacionaria, toda vez que se prevé un mayor descenso del PIB para 2015. Por su parte, el gobierno no hace ningún anuncio que indique que habrá una política para recuperar la economía. Por el contrario, notifican la continuidad de una política destructiva. Mayor endeudamiento para renegociar parte de la deuda pública interna y cubrir el volumen de las importaciones para satisfacer la demanda de buena parte de los bienes que requiere la gente y la que le es imperiosa al menguado parque industrial. Sin embargo, dada la sequía de dólares, es muy improbable que las reservas líquidas alcancen como para importar un volumen de bienes que cubra la demanda. De tal suerte que a la recesión y la estanflación, se sumará una mayor escasez y con ello se afianza un mercado especulativo sin par a escala planetaria. Recurrirá el gobierno a los “auxilios” del capital financiero internacional, particularmente de China, con lo cual ─además de comprometerse la capacidad crediticia de la República y el futuro del presupuesto de gastos─ nos atamos a las políticas que garantizan el retorno del capital otorgado en empréstito o para el financiamiento directo de algún negocio, que han imperado a lo largo de cinco lustros.
La política fiscal y tributaria seguirá afectando la demanda final de los sectores medios y de buena parte de la población. La gasolina sufrirá un incremento de precios que junto con la elevación de otros tributos e impuestos contribuirá de manera significativa a la caída de la demanda de estos sectores. Además, motivará una elevación de precios importante por su repercusión en el incremento de costos en la producción de bienes y servicios, entre los que destaca el transporte. La estrategia parece contar entre sus orientaciones con la atención a los sectores “vulnerables”, cada vez más numerosos, lo que les pudiese permitir niveles de demanda satisfactorios de buena parte de los bienes importados. Con ello el gobierno atenderá dos cuestiones. De una parte satisfacer algunas demandas mínimas de amplios sectores depauperados y con ello atemperar el descontento; por la otra, mantener niveles de simpatía electoral elementales de cara al proceso de 2015. Pero, sobre todo, garantizar la capacidad de demanda mínima de lo importado.
Perspectivas nada claras dadas las limitaciones financieras producto de la caída del precio del crudo que ya se coloca por debajo de los 60 dólares el barril. Grosso modo, estos elementos nos ubican en lo principal de las manifestaciones del proceso destructivo. Es contundente la dependencia de la importación para satisfacer la demanda interna. Venezuela no goza de soberanía alguna. Se trata del país más débil de la región. La dependencia económica va pareja a la pérdida de soberanía política. Sólo queda la fraseología. Sin desarrollo económico, sin desarrollo diversificado del aparato productivo, de la agroindustria, no podemos hablar de soberanía nacional.
Las repercusiones estructurales son claras. La destrucción del aparato productivo conduce a una disminución significativa de la clase obrera. Mientras, el proceso de lumpenización ha alcanzado grados elevados en la vida social pública, política y cultural. Por su parte, la pauperización de los sectores medios es de las más elevadas en América Latina. Pero en ningún caso ha mermado la centralización de capitales. La oligarquía financiera ha sabido moverse en un escenario económico que le ha permitido variar sus negocios. La esfera de la especulación financiera, las importaciones, la compra de deuda pública, entre otros han garantizado que la centralización de capitales haya alcanzado niveles sin precedentes en la modernidad venezolana. A aquella, al sector beneficiario de la economía, se unen los nuevos ricos que deja el llamado “proceso”. Esto configura el círculo del poder. La oligarquía financiera, la casta militar beneficiaria, sectores de las iglesias, la burocracia enquistada en los grandes negocios, ya integrantes de la oligarquía misma, junto a sectores de la intelectualidad revisionista y de los medios de comunicación resumen lo fundamental del bloque dominante. Aunque es de reconocerse que el círculo no se cierra. Los nuevos invitados provenientes de la oposición deben hacer méritos suficientes como para gozar de manera más clara de las bondades del poder y de alguna cuota de cierta significación del botín. Mientras, reciben algún que otro mendrugo que va allanándoles el camino. Aunque no negamos que estos sectores vienen haciendo esfuerzos bajo el discurso de negociaciones que nadie ubica el beneficio para una propuesta alternativa. No es de extrañar que todo el tinglado en medio de la crisis conduzca a la reedición de un nuevo pacto.
Se trata, sin embargo, de un bloque de dominación muy endeble. Hacen mucha falta en estos nuevos tiempos los recursos del petróleo que permitieron jugosos negocios mientras se les daba a buena parte de los sectores empobrecidos, los emolumentos consabidos para ganar simpatías con el discurso revisionista como mampara, garantizando fundamentalmente una demanda efectiva para el producto importado y parte del nativo. Se abren tiempos en los cuales las lealtades de sectores de la oligarquía pueden quebrarse huyendo en estampida ante los peligros de perder parte de sus beneficios. Lo propio harán sectores políticos que han debido de aprender y repetir discursos a los que obligaban los tiempos que les daba el ropaje "socialista". Por su parte, los sectores de la oposición que hoy les hacen comparsa bajo el discurso del diálogo, podrán definir posturas que desdecirán de la actual y se pudiesen acomodar a los nuevos tiempos. En definitiva, el bloque de la dominación puede hacer aguas en medio del encrespamiento de las luchas sociales y políticas.
Este proceso, que hasta ahora ha sido muy bien llevado por el revisionismo chavista, tiende a entrar en una crisis terminal. Como indicamos en su oportunidad, ubicar la naturaleza despótica y revisionista del régimen no era un asunto meramente político. Por tratarse de una cuestión cuya complejidad va pareja a la necesidad del capital ─que, en condiciones de crisis terminal y de disposición para arriesgar, asume el revisionismo como forma de dominación─, obligaba a ubicar su carácter universal como tendencia, por lo que esta experiencia histórica sirviera de alerta a los pueblos del mundo. Un asunto propio del internacionalismo proletario pues. En su proceso de agotamiento esta forma de ejercer el poder, debe ser desenmascarado en toda su extensión. Llegado a este punto una nueva forma de ejercer el dominio del capital financiero descarta al revisionismo como alternativa, como tendencia dominante, ya que la crisis general abarca la crisis del régimen político despótico basado en el revisionismo y, por ende, en la fraseología revolucionaria. Ya resultan demasiado contradictorias las frases con la realidad. Las afirmaciones según las cuales estamos en proceso de construcción del socialismo resultan ridículas por decir lo menos, cuando ubicamos las orientaciones económicas que permiten el enriquecimiento de sectores de la oligarquía y del gobierno de manera inconmensurable. Viene perdiendo eficacia política de manera clara, al punto que las contradicciones al seno del chavismo están en desarrollo.
En términos más concretos, la economía venezolana, su orientación bajo la verborrea revisionista, ha conformado lo peor del desarrollo capitalista dependiente y semicolonial. Conclusión a la que deberán llegar gente hoy chavista que por distinta razón se muestra simpatizante del "proceso". En algún momento deberán dejar a un lado la palabrería revolucionaria, y centrarse en la evidencia. La conclusión es clara: Venezuela se encuentra en condiciones de debilidad cada vez más evidentes frente a la oligarquía financiera internacional con representación china, principalmente. Su principal casa calificadora de riesgos, Dagong Global Credit, anuncia desde Pekín que ha rebajado la calificación crediticia de Venezuela de BB+ a BB, lo que coloca a Venezuela en una situación más comprometida todavía, aparte de los costos que este tipo de calificaciones representa para los compromisos contraídos con el revisionismo chino. Muestra clara de esta afirmación.
En este lapso, más en los últimos tres lustros de revisionismo chavista, seguir a pie juntillas las máximas de Smith y Ricardo en el comercio internacional y sus derivaciones en la economía interna ─ayudar en el incremento de la capacidad de demanda social del producto importado─ ha colocado a la economía venezolana entre las más débiles del mundo y por ello las bases materiales del régimen hacen agua. Se ha agotado una forma de dominación implementada dada la circunstancia nacional y latinoamericana y ello puede incidir en el derrumbe de procesos hermanados en la oferta de cambios gatopardianos, solo retóricos en lo de "socialista" y "revolucionario". Por lo que no se hizo esperar la ayuda del imperialismo estadounidense para reanimar al alicaído hijo del “comandante eterno”. Lo que explica los cambios de políticas de factores de la oligarquía que buscan un diálogo que no ofrece nada que no sea la participación como socios menores en el reparto del menguado botín, para lo cual deberán hacer méritos con buenas y evidentes genuflexiones. A ello conduce el temor del imperialismo de una eventual caída del régimen chavista que ─así como inició una seguidilla de triunfos electorales de fórmulas identificadas con el chavismo que frenaron cualquier salida genuinamente revolucionaria─ puede comenzar otra en dirección contraria, con lo que se podría desarrollar una nueva oleada revolucionaria en el continente con perspectivas diferentes.
No debimos dejar a un lado la categoría revisionista de izquierda que permite explicar de manera esencial al régimen chavista. Esta inconsecuencia ha dejado un vacío que a estas alturas debe ser cubierto, dadas las evidencias incontrovertibles que muestran la contradicción entre la fraseología y los hechos. Nueva lección que nos deja el no seguir el principio comunista de no esconder nuestros propósitos ni conceptos. Práctica que conduce inexorablemente al oportunismo.


El desarrollo, de lo inferior a lo superior

No basta con definir la fase de desarrollo en la cual nos encontramos, los alcances en ella, en cada una de ellas, a partir de la perspectiva que marca la verdad general según la cual:

Ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más altas relaciones de producción antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado en el seno de la propia sociedad antigua. Por eso, la humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar, pues, bien miradas las cosas, vemos siempre que estos objetivos sólo brotan cuando ya se dan o, por lo menos, se están gestando, las condiciones materiales para su realización. Marx, prólogo de la Contribución a la crítica de la economía política.

Los alcances de las nuevas perspectivas que nos podemos plantear van parejos al grado de destrucción de fuerzas productivas durante este período, que expresa en buena medida el freno de su desarrollo por las relaciones de producción imperantes, así como las potencialidades que brinda la economía venezolana, sus riquezas existentes y los trabajadores. Los privilegios con que goza nuestra geografía resumen una base material potencial difícil de encontrar en otra. De allí se sacan claramente las condiciones materiales para la realización de los objetivos que brotan de las actuales condiciones. Sin embargo, eso no basta, es fundamental ubicar las potencialidades revolucionarias que anidan en el pueblo y los alcances de la vanguardia revolucionaria. Lo que a fin de cuentas garantizan las perspectivas que puedan darse hacia el posible salto cualitativo que se está gestando en la sociedad.
En cualquier caso, son varios y variados los procesos de cada momento concreto y dos los tipos de determinaciones en la perspectiva estratégica que debemos trazarnos. De una parte, en cada momento concreto, en cada coyuntura ─sobre todo en la circunstancia revolucionaria en la cual los cambios son diversos y muchas veces acelerados─, debemos definir el comportamiento del partido, las variantes tácticas que demanda, la política de unidad y alianzas, las formas de lucha y organización, las maniobras. Inscrito esto en una táctica general que también puede ser cambiada dado el curso que marquen los acontecimientos. Los últimos eventos vividos en la sociedad venezolana han conducido a cambios importantes que han sido muy bien asumidos por todo el partido. Reflejo de nuestra madurez política y claridad en los objetivos del momento. Pero juega un papel importante el nivel de conciencia de las masas, su estado de ánimo. El grado alcanzado por las organizaciones de masas y, sobre todo, las perspectivas del movimiento asambleario cuyo desarrollo cuenta con un componente espontáneo que demanda del estímulo y guía de la vanguardia revolucionaria.
La táctica y todas sus readecuaciones, deben estar inscritas, articuladas, a la línea general. En la perspectiva del proceso ininterrumpido, sobre todo en la situación revolucionaria, en ningún momento debemos perder de vista el objetivo estratégico. Cada objetivo, tarea central o meta de la táctica debe inscribirse en esa perspectiva.
La crisis general que vive la sociedad venezolana, obedece al desarrollo del capitalismo venezolano. Las relaciones sociales imperantes frenan las fuerzas productivas por su propia naturaleza. Pero obedecen también a los nexos de dependencia del imperialismo. Por formar Venezuela parte de la cadena imperialista, porque se han seguido de manera clara las orientaciones de la oligarquía financiera, se ha convertido en el eslabón más débil y por ello se crean las condiciones revolucionarias. Las relaciones capitalistas de producción y de cambio, vistas así las cosas, se han convertido en un freno al desarrollo de las fuerzas productivas.

En cierta fase de su desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, o bien, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad en el seno de las cuales se han desenvuelto hasta entonces. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre así una época de revolución social. Marx, ibídem.

La idea de la revolución es una expresión concreta del desarrollo dialéctico de la sociedad. Una ley general de la dialéctica es el tránsito de los cambios cuantitativos a los saltos cualitativos. En el desarrollo social se expresan en la fase de la revolución social. En términos más concretos, este tránsito se expresa en la situación revolucionaria, en primera instancia y, posteriormente, en la revolución socialista como realización del salto cualitativo que permite la liberación de las fuerzas productivas. Por ello, los comunistas no vamos a la situación revolucionaria a la espera solamente de que podamos alcanzar tal o cual reivindicación en el terreno de la economía o de las instituciones políticas y las formas de dominación del régimen capitalista de producción. Vamos a la situación revolucionaria apostando a la revolución socialista, independientemente de que las circunstancias concretas, al menos en nuestro caso, presentan una sociedad atrasada, cuyo desarrollo fue aplastado en buena medida, lo que demanda ciertamente de la reconstrucción del país.
De allí que a esta verdad general de la crisis revolucionaria, como expresión concreta del período de revolución social, debemos sumarle las tendencias descubiertas y desarrolladas por Lenin en el período del imperialismo. De manera más concreta, el comportamiento de la cuota media de la ganancia, que motiva la expansión de los mercados, el incremento de la explotación de los trabajadores en el mundo entero, sobre todo en los países débiles, la extracción de mayor masa de plusvalía en la periferia, entre otros aspectos, ya descubiertos por Marx, se agregan las tendencias desarrolladas teóricamente por Lenin que, en la práctica condicionan desarrollos que motivan una táctica y estrategia acordes con la circunstancia imperialista. Es así como el movimiento comunista se divide entre quienes buscan construir el socialismo en países débiles tanto como en los países más desarrollados en términos capitalistas y quienes afirman que el socialismo sólo es posible en países desarrollados. De allí la correcta acepción que le brindara Lenin en su oportunidad al proceso ininterrumpido con base en la formulación de programas que garanticen la alianza de los sectores proclives al cambio, ajenos al proletariado. El desarrollo capitalista en nuestro país condujo a un proceso de urbanización, de acumulación originaria que no se detiene pero que no deriva en revolución industrial, apenas nos sujeta a una división del trabajo servil de la oligarquía financiera internacional. Circunstancia que se convierte en la traba fundamental para nuestro desarrollo, en freno al avance de nuestras potencialidades. La evidencia en toda nuestra historia moderna la sufrimos en estos tiempos. Pero contamos con la base material y social para realizar la revolución industrial sin las calamidades que se sufre en los países capitalistas, tal como sucedió en la Unión Soviética. Ese es un dato fundamental para confiarnos en que la alianza política y social debe ser muy amplia. Pero también ello nos persuade que el proceso debe ser hegemonizado por la dirección política revolucionaria y por los trabajadores. Así, tareas propias del período capitalista deben ser alcanzadas en la nueva sociedad. El capitalismo, por aquello de la competencia, inicialmente entre los nacientes estados nacionales, hoy día entre las naciones imperialistas y los bloques conformados, limitan el desarrollo de los países débiles a sus intereses y designios. Los países dependientes y semicoloniales alcanzan escalas de desarrollo bajo la sujeción imperialista. Circunstancia que conduce a que muchas tareas propias del período capitalista se rezagan y deban ser alcanzadas en un nuevo estadio superior: el socialismo. De allí la democracia popular, como período en el cual culminando tareas propias del período histórico anterior, echa las bases del socialismo. Mientras, los programas tácticos permiten ir uniendo sectores interesados apenas en salir de este régimen despótico revisionista.
Ahora bien, una época de revolución social ─de manera más precisa, una situación revolucionaria─, no supone la superación del estado de cosas, no supone la consumación de una revolución, de superación de las relaciones de producción imperantes. Por lo que hay que definir las perspectivas hacia un estadio superior que va a estar determinado por los alcances en la lucha de clases, la educación de las masas, más allá del grado alcanzado por la crisis. Recordemos que convertirse en sepulturero de las viejas y agotadas relaciones supone un gran esfuerzo, toda vez que su superación supone una resistencia férrea de quienes usufructúan de ellas. Más que eso, la vanguardia revolucionaria debe ser factor consciente capaz de prefigurar las bases de la nueva sociedad, como en efecto lo hemos hecho con base en el programa del partido. La vanguardia revolucionaria debe cumplir con el papel, ante todo, de factor consciente que lleva a las masas las orientaciones para el desarrollo de la lucha política y las ideas que permiten la educación de los trabajadores como clase llamada a liderar el proceso de cambios. En definitiva convertir al proletariado y convertirse la vanguardia misma en fuerza material de transformación revolucionaria. Ubiquemos que en la situación revolucionaria el factor consciente, la vanguardia, y las masas por ella dirigidas, se convierten en determinaciones que deben llegar a ser definitorias del curso de los acontecimientos. La vanguardia, las masas en las que se ha introyectado la idea revolucionaria, en las que se ha elevado la conciencia, se convierten, en conjunto, en una fuerza material concreta capaces de cumplir ese papel.
En la situación revolucionaria se pone en evidencia de manera clara la relación dialéctica entre el ser social y las formas de conciencia que emergen. En estas circunstancias en que la conciencia organizada que es el partido encuentra las mejores condiciones por incidir en las masas, educarlas y orientar su acción, por ello adquiere relevancia la concepción del Partido, como un conjunto de organizaciones unificadas de manera democrática en su línea política y como el sistema de vínculos ideológicos y políticos entre éste y las masas. La convicción del partido, unificado en torno de la línea política, no supone su traslado al movimiento de masas. Estas apenas pueden ubicar su acción en la confrontación, en la lucha en el terreno de las condiciones de reproducción social y en el terreno de la política y en su relación y conversión de lo social en político y viceversa. El partido por su parte es una forma de conciencia organizada capaz de establecer las tendencias del desarrollo y los alcances que se pueden lograr en cada fase. De allí la importancia de ampliar, multiplicar la vinculación orgánica sobre todo con los sectores avanzados de las masas y la influencia en las organizaciones de masas, aun no habiendo tales vinculaciones sino por efecto de la propaganda y la agitación.
Partimos de considerar algunas cuestiones filosóficas elementales. Inscritas en el materialismo dialéctico, las aproximaciones sucesivas, que configuran la base general para comprender el desarrollo de la materia y la conciencia es un asunto propio del partido no de las masas. En el terreno de la política y del desarrollo social el asunto de las posibilidades de la revolución socialista están inscritas en esta verdad general. Es la comprensión del partido de este desarrollo lo que puede determinar los acontecimientos, bien estructuradas sus fuerzas y con la más amplia incidencia en las masas lo que lo hace posible.
En un sentido contrario a esta afirmación, valga el caso venezolano de 1958, cuando el Partido Comunista de Venezuela, dada la tendencia revisionista en su seno, alimentada desde Moscú, no supo ubicar las tendencias que bien pudieron haber convertido las aspiraciones de las masas y el desarrollo de las bases revolucionarias en una fuerza capaz de avanzar en vez de legitimar la “paz social” decretada por la dirección de ese partido.


El poder capitalista agonizando.
Por un nuevo poder

El poder político, en su sentido genérico, como dominación de una clase por otra, es concreto. Las formas de dominación y ejercicio del poder nacen de las relaciones sociales de producción. No podemos pensar ni por asomo en la posibilidad de que exista un poder distinto al que dimana de las relaciones imperantes. En el caso del capitalismo, como forma ideal, por antonomasia, encontramos la democracia burguesa representativa en sus distintas manifestaciones. Sin embargo, las formas dictatoriales, aquellas en las cuales se pone de manifiesto más claramente que la autonomía de los poderes es una farsa que en última instancia busca legitimar el orden burgués. Siempre impera, en última instancia, la heteronomía que dimana de la subsunción del trabajo en el capital, esto es, de las relaciones de producción y de cambio. De la producción en función de la producción en términos universales, de la producción en función de los intereses de la oligarquía financiera internacional y del mercado mundial.
Ahora bien, las cuestiones propias de superación de la dependencia del imperialismo y las tareas para el desarrollo de las fuerzas productivas frenadas hoy por el orden imperante, hacen factible un amplio espectro en las alianzas de clases. La dependencia del imperialismo expresan en cualquier caso la tendencia absoluta que impone el mercado mundial. En la historia latinoamericana resulta emblemático el caso paraguayo que, para 1860 contaba con un desarrollo importante en materia económica, industrial, agroindustrial en comparación con el resto de América del sur, así como avances en materia social impensable en el resto del continente. Además, este desarrollo se alcanzó sin deuda externa y en muy buena medida aislada del resto del mundo, tanto por razones económicas como geográficas. Es así como por orientación británica, se conforma la triple alianza liderada por Brasil e integrada por Argentina y Uruguay, para aplastar de manera sangrienta ese proyecto autónomo de desarrollo nacional. Los atroces resultados del conflicto fueron sintetizados en el libro de León Pomer El Paraguay, víctima del libre cambio. Más recientemente, para 1954, el gobierno de Jacobo Arbenz y el pueblo guatemalteco sufrieron los rigores de la soberbia imperialista, cuando se organiza un golpe de estado desde Washington, para aplastar de raíz los intentos de desarrollo nacional de ese país centroamericano y en favor de la United Fruits Company. La experiencia chilena es simbólica por ser el resultado de una propuesta revisionista pero de sentido nacional, que encontró vigor en medio de la confrontación entre el imperialismo yanqui y el socialimperialismo ruso que ya había encontrado espacios en Argentina y Perú. A escala más universal, en tanto alude a una de las potencias que luego se disputarían el reparto del mundo, y sigue jugando en esa dirección, el bloqueo a Japón a mediados del siglo XIX para luego obligarlo a cumplir con los principios del libre cambio, resulta representativo. En las condiciones actuales, el imperialismo mundial buscaría impedir a toda costa, a sangre y fuego, cualquier intento de cualquier país que pretenda salirse de la esfera capitalista y de sus principios librecambistas. A su vez, busca el imperialismo frenar cualquier posibilidad de autonomía e independencia nacional de sus áreas de influencia. Solamente con la instauración de un nuevo poder, como expresión de la lucha por la independencia y la autonomía nacional y de nuevas relaciones sociales de producción, será posible alcanzar el objetivo estratégico, lo que supone del partido su fortaleza y capacidad en la dirección del proceso, por muy amplias que sean las alianzas. Es un asunto práctico en cualquier caso. Por todo esto, el proceso ininterrumpido debe ser abordado de manera consciente mediante el proceso de aproximaciones sucesivas. Con confianza pero sujetas al análisis concreto de cada fase o circunstancia que se presente.
La asunción del proceso colocando límites en su desarrollo, sin tomar en cuenta el papel de la vanguardia, puede conducir a que no se aproveche algún momento en el cual podemos dar un paso más. Para ello, el partido debe estar consciente y tener la capacidad teórica y política para ubicar la táctica correspondiente, o el readecuamiento, la maniobra o variante cualquiera en el comportamiento del partido. Lo que supone un análisis riguroso permanente. A su vez, estos asuntos deben ser asumidos de la manera más unificada posible. Fundamental entonces es que la dirección política maneje estos asuntos de tal suerte que, sin dejar de practicar el espíritu democrático, habrá decisiones que deberán ser asumidas de manera ejecutiva, incluso, a momentos por la máxima jefatura o dirección ejecutiva del partido. Siempre teniendo presente que la situación revolucionaria no supone el cambio revolucionario. En eso hemos sido insistentes. De darse la revolución, hay que preguntarse qué tipo de revolución se producirá, qué tipo de revolución puede darse y cómo podemos alcanzarla. Aunque lo cierto es que la crisis es tan grande que el imperialismo mundial busca acuerdos en función de salvar a Maduro, ya que de lo que se trata es de salvar las relaciones de producción burguesas dado el peligro que puede representar la entronización de otra alternativa.

La confianza

Una de las mejores expresiones de la confianza revolucionaria la encontramos en 1917, cuando —a pesar de estar develada la insurrección— el triunfo fue asegurado, pues existían condiciones objetivas y subjetivas para dar el paso. Las condiciones estaban dadas y los bolcheviques, Lenin a la cabeza, se aventuraron con confianza a realizar la insurrección. Contaban los bolcheviques con el apoyo de los soviets, determinación principal para la instauración de un nuevo poder, imperaba una dualidad de poder que debía dirimirse con base en la fuerza, en medio de un avance de las ideas revolucionarias en el pueblo. Pero también se mide la confianza en medio de las condiciones adversas que sufre el movimiento de los trabajadores y las luchas de los pueblos del mundo lo que supone que la lucha revolucionaria está llena de reveses. Desgarradoras resultan las palabras de Marx a propósito de la Comuna de París, consciente de la perspectiva de que sería derrotada, le responde a Kugelman, un médico amigo alemán: La historia universal sería por cierto muy fácil de hacer si la lucha solo se aceptase con la condición de que se presentaran perspectivas infaliblemente favorables…, lo cual no niega el futuro socialista.
En general, en medio de las más aplastantes derrotas, de la pérdida de vidas en combate, en la lucha política de clases o reivindicativas, los comunistas han hecho gala siempre de un optimismo que raya, para gente ajena a estas ideas, con el subjetivismo o el idealismo. Les es difícil comprender que los procesos históricos, al desarrollarse las ciencias del proletariado, pueden ser previstos con una exactitud que, a momentos, como en el ejemplo anterior, la iguala a la que se hace en el campo de las ciencias naturales aunque en forma de tendencias dominantes y con la inconmesurabilidad que supone el papel de la personalidad individual y colectiva en el curso de los acontecimientos. Pero lo fundamental del movimiento comunista es su incorporación al movimiento de luchas de los trabajadores y pueblos del mundo, independientemente de si el triunfo es inmediato o no. Por eso es su deber acompañar con sentido crítico al movimiento de masas, ganarse su confianza como dirigente político, correr sus mismas consecuencias, con la confianza, además del aprendizaje, de que la historia es creación de las masas. El papel dirigente no las sustituye. Analizando la correspondencia antes indicada, señala Lenin: Marx sabía apreciar también el hecho de que hay momentos en la historia en que la lucha desesperada de las masas, incluso por una causa sin perspectiva, es indispensable para los fines de la educación ulterior de estas masas y de su preparación para la lucha siguiente. Además, el compromiso revolucionario verdadero no se encuentra en la perspectiva de triunfo o no, sino en la contribución que se hace a la historia de la lucha de clases en favor de los desposeídos. Podemos prever tendencias, pero la confrontación traerá como resultado la derrota o la victoria, dentro del movimiento ascensional ininterrumpido.
El desarrollo de las ideas filosóficas, de las ideas generales en relación con la realidad, se realiza en el terreno de la política expresando la posición metafísica y el escepticismo, ideas que propagan en todo momento como idea dominante quienes ejercen la opresión sobre la mayoría, o, por el contrario, la idea dialéctica y con ella la posibilidad del cambio de la sociedad, propagada por quienes se disponen a transformar la sociedad. Estas son tendencias universales que se ponen de manifiesto en todo momento, pero que en las crisis de cambio adquieren mayor contundencia. Lo que no supone la inexistencia de elementos vacilantes, de los que no toman partido, por distinta razón y circunstancia.
Los revolucionarios no solo asumen las ideas de cambio, del movimiento ascensional de lo inferior a lo superior, sino que se atreven a predecir el desarrollo general y concreto de los procesos. En momentos de cambio, en situaciones revolucionarias, la agudeza debe ser mayor. Ya no solo se trata de procesos generales sino de las posibilidades de desenlace que siempre se darán en el terreno de la confrontación. Es el resultado de la conjunción del análisis de la realidad concreta y la práctica revolucionaria en su mejor expresión. De la política definida por la vanguardia en la conducción acertada de las masas hacia etapas cada vez más próximas al desenlace revolucionario. Es la ciencia marxista en su máxima expresión.
En la situación revolucionaria la confianza encuentra un mayor asidero. El despertar de las masas, el movimiento real en la participación de las distintas formas de lucha, la elevación de la conciencia de cambio y de ideas cada vez más avanzadas, así como su disposición al combate se expresa como el momento cumbre en el cual se demuestra la teoría revolucionaria. En la situación revolucionaria es cuando las masas y sectores que asumen la lucha a diverso nivel aprenden más rápidamente el discurso revolucionario. Es una aproximación concreta al cambio de calidad en la conciencia de las masas, que permite la prefiguración de la nueva sociedad de manera más amplia.
En las situaciones de reflujo es dable el desarrollo de dos tendencias. El quiebre de los espíritus menos firmes en relación con la lucha revolucionaria, por lo que la vanguardia revolucionaria se ve reducida muchas veces a su mínima expresión. A su vez, en estas circunstancias, aparecen las ideas derrotistas muchas veces asumidas desde posiciones abiertas o encubiertas, vulgares o sofisticadas, pero siempre sembrando el escepticismo de lo cual es presa el espíritu derrotado. Aparece el aleccionador pedante para enrostrar a los “derrotados” su razón en predecir el revés, aunque haya participado en los primeros empujes hacia la pelea. Nuestra historia reciente está inundada de elementos de este linaje a propósito de la lucha revolucionaria de la década de los años 60.
Es cuando más se afianzan ideas erróneas como aquella según la cual, por su preeminencia, la apreciación y penetración de los medios de comunicación deben de estar por encima del contenido del discurso político. Es más, que se debe rebajar el discurso para que la gente nos entienda. Tendencia que siempre está presente y en cualquier circunstancia del desarrollo de la lucha de clases, lo que niega la teoría y práctica del movimiento comunista internacional. En eso se basó en buena medida el revisionismo europeo de los años 70.
Por su parte, quienes asumen la condición de vanguardia, en cualquier circunstancia obedecen al dictado de la teoría revolucionaria y del espíritu revolucionario. No son los vaivenes de la lucha de clases los que van a mermar el espíritu de la vanguardia.
Ahora, bien, ¿debemos los comunistas esconder nuestros objetivos históricos para no develar nuestros objetivos? Ese también es un asunto que coloca los caballos detrás de la carreta. Es una idea oportunista que refleja la desconfianza en el desarrollo de las fuerzas revolucionarias. Por ejemplo, bajo esta óptica, estas letras deben ser escondidas dado que pueden evidenciar objetivos ajenos a nuestros actuales aliados. Por el contrario creemos que hacemos bien en decir las cosas antes expuestas. Cualquier lector puede llegar a la conclusión de que es un error hablar de esta manera. Evidenciar los objetivos generales antes de su desenlace. Señalan los padres del socialismo científico, al final del Manifiesto del Partido Comunista: Los comunistas no tienen por qué guardar encubiertas sus ideas e intenciones. Abiertamente declaran que sus objetivos solo pueden alcanzarse derrocando por la violencia todo el orden social existente. Tiemblen, si quieren, las clases gobernantes, ante la perspectiva de una revolución comunista. Los proletarios, con ella, no tienen nada que perder, como no sea sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo entero que ganar. En estas palabras encontramos la tradición de la confianza del movimiento comunista. En ellas encontramos el espíritu con el que impregnamos este escrito.
Contamos con la experiencia de varias décadas de lucha revolucionaria. En todo momento hemos mostrado nuestra disposición de mantener en alto las ideas marxista-leninistas. En cualquier circunstancia de la lucha de clases hemos afianzado nuestras tesis acerca de la vigencia de la perspectiva revolucionaria. En los momentos actuales, una vez más, se pondrá a prueba nuestra capacidad para la acción revolucionaria, solo que en esta oportunidad se realizará en medio de una nueva oleada revolucionaria. Tal vez pueda convertirse en la más importante de nuestra historia. Hagamos bueno el compromiso de cuadros y militantes, recordando la historia del partido y esa imagen prometéica de sacrificio por la humanización y la liberación del hombre que dejaron nuestros mártires.

  

Caracas - 2014