viernes, 22 de abril de 2016

La catástrofe venezolana: epílogo de una breve ilusión

Muy a nuestro pesar, tenemos que coincidir en buena medida con las proyecciones que el Fondo Monetario Internacional (FMI) prevé para Venezuela y Latinoamérica en 2016 y 2017. En el caso venezolano, otra cosa no se puede esperar de una economía devastada a partir de una política económica que progresiva e indeteniblemente erosionó el aparato productivo.

Tres décadas de esta orientación —27 de febrero mediante— llevan a este corolario. No fue Chávez quien inventó esta política. La inaugura Carlos Andrés Pérez II, pero ya venía haciendo estragos en toda Latinoamérica desde los 70, con Pinochet como baluarte. Reagan y la Thatcher, paladines a escala planetaria, pasan a la historia como símbolos de lo más decadente e inhumano del capitalismo. Venezuela llega tarde al predominio mundial de esta dogmática. El chavismo, por supuesto, la eleva a su máxima expresión impidiendo que Venezuela aprovechara esa tremenda oportunidad de desarrollarse con las extraordinarias ganancias obtenidas de la realización del crudo en un mercado que ya daba muestras claras de que dicho boom había sido muy largo.

Durante este período de repunte de precios los administradores de la riqueza prefirieron apuntalar una política que creara una ficción de bienestar en algunos sectores de la población. Se lanzó una campaña mundial de logros que a la postre fueron efímeros: salud con base en la Misión Barrio Adentro, con un impacto político de significación; los médicos cubanos suben los cerros que los galenos venezolanos supuestamente rehuían; se crean otras misiones que distribuyen una parte de la riqueza para que un importante sector de los pobres adquiriera bienes que satisficieran necesidades de primer orden; se incrementan los gastos corrientes y presupuestos paralelos para drenar una importante porción de la riqueza nacional que amplía la demanda, mientras se erosiona el aparato productivo, importando bienes de más calidad y menos precios, y se hacen más competitivos al producto importado que el nacional.

Sumemos que la corrupción, al alcanzar escalas sin precedentes, distrae buena parte de las riquezas hacia procesos de acumulación que en nada estimulan el desarrollo nacional. Denuncias formuladas por funcionarios del más alto nivel en el gobierno nacional, arrojan datos que resultan escandalosos del trasvase de miles de millones de dólares a las cuentas particulares de gente del gobierno y sus adláteres. Además, la corrupción se ha convertido en una cultura que supera con creces la alcanzada durante el régimen bipartidista, encontrando en la figura del bachaqueo su emblema por antonomasia.

Pero, las leyes de funcionamiento del capitalismo, son inexorables. Asimismo, las tendencias que apuntala el capital internacional son dogales solo superables si se asume una política soberana y de interés nacional. Las ventajas comparativas que se obtienen en la producción de un rubro o un conjunto de rubros refuerzan la tendencia natural a especializar a un país en la producción de tales bienes. En nuestro caso, la producción de crudo —a cambio de lo cual obtuvo el Estado venezolano importantes superganancias, al menos durante un período— permitió, mientras se afianza la especialización, la compra en el exterior de bienes finales. Este mercado se erige en torno de las economías más desarrolladas, alrededor de aquella de la cual más se dependa de la venta del recurso con el cual se produce la especialización. En segundo orden, la división internacional del trabajo no es una tendencia natural inevitable. Por el contrario, se trata de una tendencia natural basada en una política que permite que las economías más desarrolladas se hagan de crecientes mercados garantizados por la competitividad creciente de sus mercancías, enfrentadas a las de los países menos desarrollados, cada vez menos competitivos, centrados en la producción de materias primas. Las grandes economías, mientras, compiten entre ellas por mercados y fuentes de materias primas o vienen con muy poco valor agregado. Sin embargo, la protección del aparato productivo de un país mediante barreras diversas permite su desarrollo diversificado, siempre y cuando exista una estrategia para tales efectos y políticas económicas de carácter nacional en correspondencia. En otras palabras: la tendencia natural afianzada por las políticas de los países poderosos se puede anular mediante políticas soberanas de desarrollo nacional.

La tendencia natural a la división internacional del trabajo es el resultado del intercambio comercial internacional, que se realiza en torno de la ley del valor. Esto es, se enfrentan cara a cara mercancías de distintos valores compitiendo por venderse con base en la calidad y el precio. Los que alcanzan mayor capacidad competitiva logran hacerse del mercado interior de un país determinado cuando éste se les abre sin cortapisa alguna. Sin barreras, como es el caso venezolano frente a China, por ejemplo. Claro, si hay control del mercado mediante mecanismos monopolísticos, la cosa se hace más fácil para el productor extranjero.

La realización de una política económica que afianza la tendencia natural del desarrollo capitalista —apuntalada por las políticas que imponen y realizan los imperialismos— condujo a Venezuela a la situación dramática que vive en materia económica. Los indicadores muestran la gravedad de la crisis que padecemos. No se trata de una crisis cíclica de sobreproducción. Se trata de una catástrofe de caída de la producción y rezago en el desarrollo en relación con el resto del mundo. Al menos de toda América. Se suma a nuestro sino, la crisis mundial y sus efectos en economías importantes con las cuales Venezuela ató su perspectiva. La recesión en Brasil y la ralentización en China afectan nuestra economía de manera sensible.

Para los venezolanos, cuya inmensa mayoría ha reducido el número de comidas diarias y semanales, oír que para el presente año y el próximo las cosas irán mucho peor aún que en 2015, resulta una angustia que era desconocida en los últimos cien años. A una caída del PIB ubicada por el FMI para 2016 de 8% se pronostica una inflación de 1.600% para 2017. De ser aproximadamente cierto este vaticinio, unido a una escasez que será superior a la presente, podemos afirmar que estamos en presencia de una tragedia de consecuencias incalculables. La escasez será mayor si partimos de la consideración de que, a la baja de la producción interna, se une una caída imparable en la tenencia de dólares. Más aún, los compromisos con los acreedores internacionales condicionan su uso en buena medida a su honra.

La dramática situación venezolana es atendida por el Gobierno con base en la misma política aplicada hasta ahora cuya matriz la encontramos en la impulsada en 1989 por Carlos Andrés Pérez. La ventaja que supone la producción de materias primas baratas, productos de la minería en este caso, permitiría mantener, de acuerdo con esta tesis, la compra de bienes finales en el exterior y mantener el proceso que permite la creciente sustitución de la producción interna que se hace cada vez menos competitiva. El gobierno de Maduro apela de manera desesperada a la negociación de buena parte de las riquezas, oro, diamantes, coltán, bauxita, entre otras, para obtener dólares que permitan atemperar la crisis, siguiendo la misma senda de años ha. En definitiva, insiste el Gobierno en la profundización de las causas que condujeron a este desastre nacional. A la postre, junto a la creciente deuda pública, externa e interna, el drama se repetirá como una condena ad eternum.

Nada hace el Gobierno para canalizar el ahorro social hacia la inversión productiva de bienes que sustituyan la producción en el sector industrial, agroindustrial y agrícola, parejo a la protección del aparato productivo frente a la importación de bienes más competitivos que bien pueden producirse en el país. Apenas apunta a elevar la producción de leguminosas y uno que otro rubro del sector agrícola mediante el estímulo de la pequeña producción rural y urbana, romanticismo que resulta ridículo de cara a la elevación de la producción en otros países mediante el desarrollo de la agroindustria. La artesanía es otro de los sectores que estimula el Gobierno. Quienes orientan la economía venezolana parecen ignorar que todo lo artesanal es menos competitivo que el producto industrial.

Hablar en Venezuela de Revolución Industrial es un asunto que luce para algunos una quimera. Para otros un contrasentido de cara a que debemos especializarnos en la producción de cosas en las cuales obtenemos ventajas comparativas. Ideas dogmáticas que han condenado a Venezuela a la producción de materias primas y bienes con escaso valor agregado.

La catástrofe pareciera prolongarse un tiempo más, lo que aumenta las posibilidades de una salida extrema de un signo u otro. Frente a esta crisis que luce terminal —sistémica, pues —, todo dependerá de lo que haga el Gobierno, de los acuerdos que alcance con los sectores colaboracionistas de la oposición. Su superación positiva supone un cambio radical que permita el aprovechamiento máximo de las riquezas materiales, naturales y humanas que conduzca a alcanzar la meta de la diversificación del aparato productivo en camino a la Revolución Industrial, para lo cual, un cambio político de nuevo tipo que se sustente en la participación ciudadana en la toma de decisiones, es el inicio.
Tomado de Efecto Cocuyo

Arco Minero: o la fase superior del capitalismo rentista

Llama la atención que la entrega en concesiones para la explotación de buena parte de las riquezas del subsuelo venezolano haya pasado un tanto inadvertida para tirios y troyanos. Dos cuestiones pudiesen justificar el relativo silencio. En primer lugar, la grave crisis nacional luce el asunto más serio a ser atendido, por tratarse de una circunstancia que angustia a la familia venezolana en su cotidianidad de manera cada vez irritante. Pero también compite en su patio el escenario político que, a momentos, luce esperanzador, al menos para salir de Maduro. En esto aguzan su talento —o su ambición— muy buena parte de los factores políticos, lo que deriva en una diatriba que no termina de llevar la sangre al río, a momentos remedando una pelea de sombras llena de frases encendidas. Así, la encrespada situación política coloca en un segundo plano la cuestión a la cual creemos que se debe dar cuenta. Salir de Maduro, como lo reclama la inmensa mayoría de los venezolanos, o defender su estancia en el poder, como lo reivindica el chavismo, resume un asunto de no poca monta. Situación que también coloca en segunda instancia las ideas políticas, económicas y sociales para atender la crisis ante una eventual salida del Presidente, lo que no despierta confianza en la gente que parece no muy dispuesta a dar un nuevo paso a lo que muchos consideran incertidumbre. Todo esto en medio de la participación directa en la política venezolana de las grandes potencias imperialistas debido a la magnitud de lo que está en juego.
Ahora, bien, en la atención que presta el Gobierno a la crisis se encuentra el centro del tema que nos ocupa. Su desarrollo, el de la crisis, no parece tener la respuesta adecuada tomando en consideración las riquezas y facultades con que cuenta el país y las metas que en lo inmediato se deberían alcanzar. De una parte, con los negocios mineros busca el régimen hacerse de recursos de emergencia, a partir de lo cual se profundiza el papel de Venezuela en la división internacional del trabajo, asunto que parece ser desconocido por unos y otros. Esto es, ni quienes se abocan al estudio de la sociedad, ni buena parte de los políticos parecen percatarse de una cuestión de tanta importancia para comprender la realidad económica de nuestro país desde tiempos ha y en las circunstancias actuales y en perspectiva. Esto, a pesar de su importancia en el terreno teórico y político desde los tiempos de Smith y Ricardo, sus descubridores y apologetas. Determinación y política en la que descansan el comercio y las relaciones económicas internacionales desde la revolución industrial inglesa hasta nuestros días.

Se preguntarán: ¿qué tiene que ver eso con la crisis venezolana? Parece obligante e ingenua la interrogante y elemental la respuesta. Largas décadas de especialización como productor petrolero y sus consecuencias nefastas, producto de la imposición de políticas antinacionales, derivaron en que se acuñara en su oportunidad —pero que hoy día adquiere más vigencia aún— la sentencia por parte de Juan Pablo Pérez Alfonso acerca del petróleo como el excremento del diablo. Lo que se ha dado en llamar el “modelo rentista” no es otra cosa que eso: la especialización en la producción petrolera mientras compramos lo demás y no invertimos para el desarrollo y la producción nacional, trayendo como resultado un menguado desarrollo, pérdida de soberanía y crisis como la que se sufre, que se ha convertido en su más genuina expresión.

Dándole continuidad a esta tradición, el gobierno busca, a cambio, hacerse de recursos indispensables y suficientes como para atemperar la crisis. A su vez, mientras se consiguen las “ayudas” y financiamiento, además de mantenerse planes de explotación petrolera, se inicia esta nueva fase de nuestra historia económica de convertir a Venezuela en un proveedor de primer orden en productos mineros diversos.

Este asunto, medular en la actual situación política, supone, a su vez, la participación más directa por parte de quienes pujan para hacerse de negocios en relación con tan jugosas y codiciadas riquezas. Veamos. El oro pasa a jugar un papel cada vez más importante en la economía mundial. Además de que ya comienza a elevarse su precio en el mercado mundial, marcando un nuevo giro en los últimos años hacia el alza, es el refugio por antonomasia de los capitales, sobre todo en momentos en los cuales ya resulta un lugar común hablar de un eventual desplome del dólar. China y Rusia son naciones que siguen buscando hacerse de este recurso. El coltan es una de las llamadas tierras raras que más contribuye en el desarrollo de la industria de los nuevos materiales y la electrónica que, en proporciones cada vez mayores, inundan el mercado mundial. China ve en este recurso un aspecto de naturaleza estratégica de tal significación, que bien puede acordarse con sectores adversos al régimen chavista. Sin embargo, los herederos del “legado” siguen siendo sus más fieles y seguros proveedores, guardando la esperanza de que los asiáticos sean consecuentes en su defensa ante eventuales circunstancias que propicien la intervención del imperialismo estadounidense. Recordemos que el proyecto chavista —resumido en el escrito presentado por Rodolfo Sanz— cuenta entre sus objetivos y metas la incorporación de Venezuela al bloque comercial de los Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), detrás del cual buscan chinos y rusos pugnar por la hegemonía mundial frente al imperialismo yanqui.

Aparte de los otros minerales en la mesa de negociaciones, China, principalmente, tiene puesta su mirada de mayor apetencia sobre las inmensas reservas de torio con que cuenta Venezuela. El proyecto para la producción de energía nuclear a partir de este elemento puede convertirse en la perspectiva estratégica de mayor significación mundial, partiendo de que el gigante asiático busca contar con una fuente energética tan sólida como la que brinda esta tecnología, que le daría una ventaja importante en su lucha por la hegemonía frente a las otras potencias imperialistas. Para muchos entendidos se trata de la energía del futuro por las diversas propiedades que brinda, entre ellas la prácticamente nula contaminación y la no producción de desechos tóxicos. De allí que para el gigante asiático hacerse de este recurso resulta un asunto de primer orden. India es el país que posee las mayores reservas de torio y, junto a China, va a la vanguardia para el desarrollo de esta tecnología y ya cuenta con un reactor con base en el torio.

En resumidas cuentas, todo indica que se inicia una nueva etapa en la historia económica venezolana, frente a lo cual las opiniones brillan por su ausencia. Circunstancia que resulta por demás llamativa, toda vez que se trata del hecho económico más importante en el último siglo y cuyas repercusiones —por la forma como se negocian y entregan las concesiones— dejarán serias secuelas ambientales y además pérdida de soberanía. Sin descuidar la lucha por la superación positiva del nefasto régimen chavista —por tratarse de la cuestión más importante en la determinación de las condiciones objetivas y estructurales de la formación venezolana—, debemos profundizar en este aspecto. No hacerlo, de manera crítica, resulta cuando menos una inconsecuencia. Qué decir acerca de quienes negocian el futuro del país con el firme propósito de mantenerse en el poder a costa de la mengua de nuestra autonomía y la pérdida de perspectivas de desarrollo soberano. Cuando menos, traición a la patria y al pueblo venezolano.


Publicado en Efecto Cocuyo

¿Salir de la crisis sin afectar a nadie es posible?

Para los economistas, chavistas u opositores, neutrales o nini, la crisis será superada, o atemperada, luego de atenderse el comportamiento de las variables macroeconómicas. El problema lo ubican en los controles, la indisciplina y desequilibrio fiscal, la inflación, en la no unificación del tipo de cambio, principalmente. Su superación, por tanto, la alcanzarían con la adopción de medidas que apunten a revertir cada uno de estos comportamientos erráticos, sin ubicar para nada el problema de la distribución de la riqueza nacional. Por lo que no se atiende lo medular de la crisis.

La crisis venezolana es, como dice uno que otro agente económico, un asunto multifactorial. Esto es, son muchas sus determinaciones y eso es cosa cierta, claro está. Solo que analizar el asunto obliga a establecer cuál es la determinación principal. Los economistas, al menos una inmensa mayoría de ellos, la ubica en los controles. A partir de allí se resuelve el problema bajo la guía de las fuerzas del mercado que distribuiría, de manera armoniosa, los factores de la producción y el cambio. ¡Vaya dogma!

Es por ello que alertan, permanentemente, que debemos tragarnos el sapo lo más pronto posible; que hemos esperado demasiado y que mientras más pospongamos las medidas, la cosa será más grave. Son medidas draconianas que para nada se pueden obviar según esta perspectiva. Claro, que afectará a la gente, afectará a los que viven del salario, no a los que importan, a los que juegan con la especulación, a los que forman parte de la banca, entre otros. O sea, afectará a quienes se inscriben en aquella expresión que hiciera culta el maestro Uslar Pietri, ¡los pendejos! Premisa que en nada entusiasma a la gente a apoyar a quienes esto proponen.

La esencia del origen de esta crisis, eso parece ya indubitable, la encontramos en una política -que sí la hay- que sustituyó la producción nativa por la importada. Se crearon condiciones óptimas para que el producto importado adquiriera una gran capacidad competitiva frente a la producción interna como esa de importar a dólar preferencial. Se quiebra buena parte de la planta y se gasta en bienes importados. En defensa del chavismo, esto no fue su invento, pero sí fueron ellos quienes lo llevaron a su máxima expresión.

Salir de la crisis con base en no afectar a los dueños de los medios de producción, bajo el argumento de que ellos son los creadores de empleo y no se les puede espantar, luce muy propia de un sentido común: el de los ricos. La gente que no posee nada salvo su talento y capacidad para el trabajo, lo más que puede hacer es emigrar. Pero siempre hay más. Hay, por ejemplo, una gran reserva de fuerza de trabajo. En la medida en que -siguiendo el dogma- se levanten los controles y dentro de ello, se "sinceren" los precios, como en efecto se viene haciendo, las ganancias suben y la pobreza crece. Con ello se satisface a los de siempre para que no emigren, que no emigren sus capitales, claro. Pero, crece la elongación y con ello el descontento, la rebeldía y la búsqueda de una salida distinta.

En definitiva, vivimos una disyuntiva. Eso explica que no aparezca una salida clara del lado del gobierno, que no sea lo mismo hecho y dicho hasta ahora, y la esperanza de que suban los precios del crudo, mientras subastan las riquezas del país para hacerse de un dinerito y mantener la ruta trazada por "el comandante". Son muchas las oraciones para que suban los precios del petróleo, que acompañan a las que lanzan para que llueva. Pero parece que los dioses le juegan la mala pasada que le hicieron en su oportunidad a otras culturas. No aparecen los milagros sino hasta que así lo determine la naturaleza, o las leyes de la economía del capital.

Por su parte, la mayoría de los factores de la oposición no dicen mucho al respecto, salvo los economistas, que dan la cara de manera ejemplar en favor del capital. Parece que decir lo que piensan realmente, luce impolítico. Razón tienen. Ya con los asomos en la Asamblea Nacional hay suficientes evidencias.

Mientras, los episodios en las tablas del principal teatro de la política, sigue su secuencia. Ya comienza a cansar a muchos. Pero la función debe continuar. Es un riesgo para ambos contenedores. Pero el chavismo busca sacar ventajas no solo con los rezos sino también tratando de sembrar alguna esperanza con la puja de la gran subasta del país.

Sacar a Venezuela de la crisis luce controversial. Producir para satisfacer las necesidades de los venezolanos con bienes nacionales supone un serio compromiso, que pasa por afectar a quienes han buscado la ganancia fácil yendo en contra del interés nacional. Qué decir del popular. Producir venezolano supone proteger la economía nacional. Esto es, nuevas relaciones con el exterior. Nueva política bancaria que, haciendo barato el crédito, se canalice el ahorro social a la producción. Una nueva política impositiva basada en el impuesto progresivo a la producción de bienes y servicios y no el tributo al ciudadano. Una nueva política económica que no afecte al hombre trabajador sino a los que crearon este desastre. Esa debe ser la salida. Seguir el camino griego no parece conducir sino a un mayor desastre.

Tomado de Efecto Cocuyo

Minería: el nuevo saqueo que le puede salvar la vida al Gobierno

Como señalamos en su oportunidad, la propuesta de Rodolfo Sanz podría indicar el camino escogido por el régimen. El alcalde sintetiza ideas más coherentes y factibles, en comparación con las abstracciones y dislates de otros, aunque más antinacional y contraria a los intereses del pueblo. Herido de muerte, el régimen busca renovarse a costa de lo que sea. La caída de los precios del crudo restan buena parte de la base material al despotismo chavista. El falso discurso socialista requiere de riquezas a ser distribuidas para crear una demanda social capaz de realizar mercaderías importadas mientras sustenta y renueva el engaño del socialismo. Así, por el nivel alcanzado por los precios del crudo en el mercado y sin mayores perspectivas para su recuperación en el corto y mediano plazo, se apresta el chavismo a echar mano de las riquezas naturales de Venezuela para subastarlas a los nuevos y viejos postores a fin de obtener recursos de manera urgente y atemperar el estado crítico en que se encuentra.

En encuentro del presidente Maduro en la sede del Banco Central de Venezuela en Caracas con representantes de empresas internacionales de 35 países, se activó lo que llaman el Motor de Minería. Se firmaron acuerdos para la extracción de oro, cobre, diamante, coltan, hierro, bauxita del llamado arco minero del Orinoco que comprende una extensión de 111.000 kilómetros cuadrados. Así, se convocan a la subasta a pujadores diversos, ávidos de comprar a precios de gallina flaca buena parte de las riquezas con que cuenta el subsuelo venezolano. Se jerarquizan, claro está, los nuevos socios asiáticos apuntalando el camino para la incorporación al Bloque Brics y su institución financiera.

Venezuela posee buena parte de las reservas mundiales de torio, que representan el 11% de las reservas mundiales que lo coloca en la tercera posición, superada por India y Australia
Extraña que aún no esté en el escenario la negociación del torio, también en proceso desde hace más de dos años. Venezuela posee buena parte de las reservas mundiales de torio, que representan el 11% de las reservas mundiales que lo coloca en la tercera posición, superada por India y Australia. Se trata de un recurso apetecido por China. Se cumple la lógica imperialista que establece que hay que hacer uso de las reservas de los países dependientes y preservar las propias. Mediante negociaciones leoninas, aprovechando al máximo circunstancias como las que vive Venezuela, los asiáticos se harían del recurso y afianzarían a Venezuela como parte de su mercado y proveedor confiable de este y otros recursos. China es la potencia mundial que más ha avanzado en esta materia y ya tiene proyectos que cristalizarían en menos de 9 años en plantas de envergadura.

A pesar de que los desarrollos tecnológicos para la obtención de energía mediante el uso de este recurso están en proyecto -salvo India, también miembro del bloque Brics-, este nuevo mineral pareciera afianzarse como alternativa frente a otras fuentes de energía capaces de desplazar a las fósiles. En cualquier caso, es un material estratégico que forma parte importante, además, en la industria de nuevos materiales, que seguramente, así como el coltán, su subasta traerá importantes recursos financieros. Ya aparecerán en la palestra noticias al respecto.

De esta manera busca el régimen reconstruir la base material del despotismo. Ubiquemos que la tendencia despótica encuentra en las riquezas de propiedad colectiva o estatal a ser distribuida por la satrapía, la base objetiva para realizarse políticamente. Dada la merma de las ganancias extraordinarias del negocio petrolero, los acuerdos deben ser muy rápidos. Es lo que permitiría partir de las reservas probadas e incluso, de la monetización de un porcentaje de ellas, para recibir recursos de manera más o menos inmediata. Con ello el régimen se presentaría capaz de sembrar una nueva esperanza, perspectiva afianzada por la débil alternativa para la reconstrucción nacional, por lo poco propagada. Además de que la MUD, principal contrincante del régimen, parece no contar con ideas al respecto. Seguiría el régimen la misma política adelantada desde tiempos del presidente Chávez cuando se veía debilitado.

En esta oportunidad, sin descuidar la producción del crudo, brinda el gobierno una amplia gama de minerales al licitador del cual más dependemos. Se profundizaría así la condición de proveedor de materias primas a las potencias imperialistas, principalmente China y, con los recursos obtenidos, cubrir buena parte de la deuda y del déficit fiscal, aparte de crear la demanda de bienes finales -ampliación de la demanda efectiva mediante- de los sectores más depauperados. Solo, que se hipoteca aún más al país.

A partir de la creación de una empresa para la casta militar del despotismo, podrán hacerse de manera directa de recursos que manejarían a discreción, contando con las debilidades imperantes de la Asamblea Nacional que no representa amenaza contralora
Se suma el hecho de que, a partir de la creación de una empresa para la casta militar del despotismo, podrán hacerse de manera directa de recursos que manejarían a discreción, contando con las debilidades imperantes de la Asamblea Nacional que no representa amenaza contralora para este nuevo consorcio. Así, con la atención de estos negocios por parte de la Compañía Anónima Militar de Industrias Mineras, Petrolíferas y de Gas (Camimpeg), creada el 10 de enero de 2016, el despotisto busca hacerse de mayores perspectivas.

Esta empresa no es la primera ni la única de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (Fanb) constituida durante los tres años del gobierno de Nicolás Maduro, se suma a otras diez que abarcan el sector agrícola y de la construcción, entre otros.

El tiempo es el principal enemigo del gobierno. Pero también lo es para la oposición, más cuando no se ve clara la estrategia para salir de Maduro, ni se estimula al pueblo a la participación
En el papel, por la inmediatez planteada en la obtención de recursos, estaría el régimen en capacidad de levantar nuevamente algunas esperanzas para el apaciguamiento de las encrespadas aguas. Aunque para ello deban hipotecar el futuro del país y el afianzamiento del papel de Venezuela en la división internacional del trabajo. El tiempo es el principal enemigo del gobierno. Pero también lo es para la oposición, más cuando no se ve clara la estrategia para salir de Maduro, ni se estimula al pueblo a la participación y movilización en la lucha por el cambio político y por los derechos conculcados, así como el enfrentamiento al alza del costo de la vida, la escasez, entre otros agobiantes problemas. La estrategia de evitar la confrontación por parte de factores importantes de la oposición parlamentaria contribuye con esta tendencia.

La pregunta que surge es si terminará siendo Venezuela la grama sobre la cual han de pelear elefantes, parafraseando la metáfora escuchada recientemente
Otras de las ideas de Rodolfo Sanz no han aparecido aún. Recordemos aquella conseja según la cual debemos salirnos de la Opep y crear un nuevo cartel con productores independientes como Rusia, o sea Brics. Lo que apuntalaría la tendencia de incorporar a Venezuela a un bloque rival del que hegemoniza el imperialismo estadounidense. La pregunta que surge es si terminará siendo Venezuela la grama sobre la cual han de pelear elefantes, parafraseando la metáfora escuchada recientemente. Al terminar la disputa, triunfe uno u otro de los mastodontes, queda destruido un terreno que, siendo fértil, fue convertido en espacio de disputas de grandes colosos. Evitar ese futuro supone partir de una perspectiva nacional no sujeta a imperialismo alguno, aunque se aprovechen sus contradicciones, esto es, actuar con miras a edificar la soberanía nacional y popular mediante la realización de un proyecto autónomo y contando, ante todo, en la fuerzas propias.

Tomado de Efecto Cocuyo