miércoles, 16 de diciembre de 2015

Hacia dónde vamos con la nueva Asamblea Nacional

Hemos dicho que el despotismo en Venezuela es directamente proporcional al comportamiento de los precios del crudo. Si partimos de que la base material del despotismo en nuestro país la encontramos en el petróleo, entonces es una tendencia de larga data. Un siglo lleno de vaivenes pero siempre la tendencia despótica ha estado presente desde Zumaque I. El despotismo se explica en la distribución, por parte del déspota, de un recurso de propiedad colectiva, estatal, y en Venezuela data desde el decreto de Simón Bolívar para tales efectos, firmado en 1829 en Quito, a su vez herencia de la corona española.

Esto es lo que le ha permitido al Estado venezolano hacerse de inconmensurables riquezas bajo ese principio. Chávez se convierte en lo más conspicuo de esta forma de dominación. Personalidad carismática que logró seducir a los más pobres y buena parte de los sectores medios, de la intelectualidad, entre otros, mientras se acordaba con la oligarquía financiera una Constitución a su servicio que incluía aspectos contemplados en los acuerdos multilaterales de inversión (AMI), como el trato igual de capitales. Unido a lo cual se instaura un régimen político con sustento eleccionario.

Al recordar esto, no planteo que la riqueza petrolera y otros recursos no deban ser propiedad estatal, pero sí que su uso debe realizarse con base en la inversión para el desarrollo nacional y estar sujeto al dictado colectivo y democrático y no para aumentar el engreimiento del déspota de turno. Debe servir la riqueza petrolera para alcanzar la soberanía y satisfacer las demandas populares. No para que la distribución de la renta haga más ricos a los ricos y satisfaga las demandas de la oligarquía financiera.

Fuera de la escena el personaje en cuestión —asumido el legado por una personalidad mucho menos capaz para el engaño, y unida a esto una tendencia marcada a la caída de los precios del crudo—, el despotismo recibe serios pesos que parecen llevarlo al derrumbe. La política económica y social que brindaba recursos a amplios sectores ya no encuentra en la renta petrolera el recurso para su realización. En vez de apalancar el desarrollo del país, esta política condujo a la sustitución de la producción nacional por importaciones con los dólares obtenidos en el negocio internacional del crudo. Y como corolario queda la destrucción del aparato productivo, lo cual demanda de un cambio urgente en la conducción del país para su reconstrucción. De allí surgió la rabia expresada de dos maneras el 6 de diciembre. De una parte, la voluntad de los opositores a depositar su voto en la tarjeta de la mesa de la Unidad Democrática (MUD) en contra del gobierno, para darle mayor eficacia a la respuesta electoral. De otra, la inhibición de buena parte de los chavistas ante el descontento producto de los mismos problemas que sufren las grandes mayorías sin distingo, entre ellos la entronización de la inseguridad. Un sector chavista, que parece ser pequeño, voto también por la tarjeta de la MUD u otra de la oposición.

Ello explica que los despotizados —aquellos que reivindican esa irracionalidad expresada en el afecto al Comandante supremo, en el amor al déspota, y quedan subyugados a éste— se sientan traicionados por “esos pobres que recibieron un apartamento y comida, hasta elevarlos a clase media y hoy se inclinan a favor de la oposición”. No ve el despotizado que la vivienda es un derecho conculcado durante décadas, sobre todo en los últimos lustros. No ve que la alimentación es un derecho consagrado en la Constitución. Se atreven a decir que Chávez les dio vivienda y ahora lo traicionan. Pero quienes así piensan, quienes así se expresan de los “pobres desleales”, son aquellos que ven en el despotismo, en el déspota más bien, un fetiche que le permite legitimar aquello que señalara Marx —palabras más, palabras menos— de que el despotismo encuentra su base objetiva en la distribución por parte del déspota de la riqueza que depara la explotación de un recurso de propiedad colectiva. Por ello ahora el chavista parece querer desquitarse en los propios chavistas. Buscan hasta someter al escarnio a quienes se inhibieron. A despreciar a quien cambió de bando dada la decepción sufrida. El espíritu despotizado en muchos chavistas los lleva ahora a castigar a quienes los engañaron o traicionaron.

Pero la rotunda derrota sufrida por el chavismo era de esperarse. Solamente las mentes irracionales no podían ver que el descontento se traduciría en la inclinación el voto popular hacia la oposición y la inhibición del votante chavista como propensión. Dado el sistema electoral implantado en Venezuela, que viola el principio constitucional de representatividad proporcional, menguada en relación con la Constitución de 1961, el que gana obtiene de manera desproporcionada la representación parlamentaria. Así, la MUD obtiene más de 70% de la representación con poco menos del 60 % de los votos.

Nuevos escenarios asambleísticos...
Se abre un período bastante controversial. Por más que busquen entendimientos como los alcanzados desde 2013 a la fecha, cada sector recibirá las presiones de sus seguidores y de la propia realidad. Además, recordemos que la fractura en el chavismo está en pleno desarrollo y ebullición. Que no se exprese en mayores rupturas se debe a la búsqueda de maneras para frenar el derrumbe. Por su parte, la MUD —disminuida en cuanto a número de integrantes, con dueños claramente identificados— sufre lo propio. Más cuando es claro que la votación obtenida no supone un apoyo a sus políticas. La llamada economía del voto, principalmente para causar mayor castigo, es lo que le permitió sacar tal respaldo electoral, por lo que es de esperarse que en la oposición, representada en el parlamento, se produzca alguna que otra fractura. Sin embargo, creemos que en las primeras de cambio serán de poca monta, dada la autoridad política alcanzada por la MUD como institución, aun cuando no ofrezca nada salvo derrotar electoralmente al chavismo, a partir de lo cual se iniciaría “el cambio”, cuyo carácter y contenido son desconocidos.
La mayoría calificada de la MUD en la AN cuenta con facultades que le permiten convocar referendo revocatorio, hacer reformas constitucionales, producir cambios en los poderes públicos como el Tribunal Supremo de Justicia, la Defensoría del Pueblo, entre otros. Mucha gente voto por la MUD para que se produzcan medidas para hacer estos y otros cambios. Pero, como sabemos, el régimen desde el Ejecutivo y desde las otras instancias del poder tratará de frenar cualquier medida que signifique más pérdida de sus espacios conseguidos de manera arbitraria. A su vez, se trata de una circunstancia que pondrá en el tapete aquello de la heteronomía del poder burgués en medio de la profunda crisis que sufre Venezuela. Esto es, la llamada autonomía de poderes —ficción que permite legitimar las relaciones burguesas— querrá ser “rescatada” en este período por la MUD, aunque la contratendencia se verá expresada en la connivencia para la atención de los asuntos que ponen en riesgo el orden. Ubiquemos que a la MUD, por ejemplo, no le va mal con la Constitución vigente dados los artículos de orientación liberal que anulan las posibilidades de realización de los derechos ciudadanos, en tendencia, y que favorecen a la oligarquía financiera como el trato igual de los capitalista nacionales y extranjeros y lo concerniente al crédito adicional para alcanzar el equilibrio fiscal, principalmente. Asuntos que también serán obviado, colocando el centro de "los cambios" en cuestiones subalternas, dentro de un estilo de retórica encendida que no alude para nada a cuestiones fundamentales.
La mayoría calificada obtenida por la MUD, a su vez, pudiese permitirle al chavismo jugar con dos perspectivas. Descargar en la Asamblea Nacional algunas facultades y medidas, sobre todo de naturaleza económica y para compartir costos políticos dados los efectos nocivos que tendrían sobre los sectores populares, resume la primera. De caer en esta trampa, sin dudas que la oposición parlamentaria decepcionará a buena parte del electorado que le brindó su apoyo en aras de cambios en su favor. Algo de coherencia puede encontrar el gobierno con la oposición al frente de la AN, de mantenerse la política económica tercamente seguida durante tres lustros. Nos guiamos en esta afirmación por los intereses de clase que representan ambos bandos: el mismo.
Una segunda perspectiva, articulada con la anterior, es la de restarle facultades a la AN, a la mayoría calificada de la MUD. Sobre todo en materias políticas, el chavismo tratará de frenar la acción de la AN en combinación con el irrespeto a su investidura, apoyándose en la movilización hacia el parlamento de alguna de su gente para crear presión. Se trata del enfrentamiento permanente y la diatriba encendida para satisfacer los oídos del chavismo duro, mientras los convenimientos y maniobras guiarán permanentemente la acción política de los bandos. Seguramente se seguirá fraguando el convenimiento para salvar a Maduro y en términos más generales, al sistema. Ubiquemos que la naturaleza de la crisis demanda medidas en una dirección u otra. O a favor del interés nacional y popular, o en aras del continuismo de la dependencia del imperialismo chino o estadounidense, mientras se convienen en el saqueo de las riquezas del país. Se trata de una etapa que dará continuidad a la participación tras bastidores del poder imperialista. Yanquis, chinos y rusos, principalmente, se convierten en factores de primer orden para tomar determinaciones en el curso de los acontecimientos.
Se trata de un proceso muy contradictorio y controversial. Si hasta la fecha hay connivencia para sostener a Maduro —lo que llevó a la ruptura de la unidad política en torno de la MUD en 2014—, debe haberla, y con más razón, para este período. Pero a su vez, hay presiones. Las propias del gobierno para mantener sus espacios del poder público así como las demandas políticas de sus bases, dentro de contradicciones que abarcarán cada vez más a los sectores medios y de base. La MUD sufre lo propio, más cuando están claros en que el voto no fue a su favor sino en contra del gobierno. El apoyo de masas a la MUD seguirá siendo tímido mientras no se disponga a confrontar en favor de las demandas populares. Ese es un aspecto que le pudiese restar empuje a quienes hoy gozan de mayoría calificada en la AN.
Somos de la idea de que el chavismo se nucleará en torno de Maduro. No cuentan con la fuerza como para sacrificarlo. Tampoco la tienen como para negociar una salida con su presencia. La percibimos como una situación contradictoria. Pero tampoco la MUD cuenta con una fuerza suficiente como para trabajar en lo inmediato por su salida. Es más, habría que ver si en verdad quieren salir de Maduro. Y es que la crisis económica y social es de tal magnitud que buena parte de los factores de la oposición y del gobierno podrían guardar algo de compromiso para sostenerlo, dentro de un pacto histórico entre los factores del orden para mantener el sistema capitalista dependiente. En buena medida eso es lo que explica la postura de la MUD en los tres últimos años.

Perspectivas
La crisis que sufre Venezuela es de tal magnitud que demanda para su superación positiva de la realización de un programa de carácter nacional y popular, capaz de liberar las fuerzas productivas mientras se profundice la democracia. Ni la MUD ni el chavismo están interesadas en eso. Las diferencias entre estos factores del poder ciertamente existen. Incluso, son serias las contradicciones y la principal es el jugoso botín que supone el control del aparato de Estado en Venezuela. Representan cada factor intereses diversos de la oligarquía y de un imperialismo u otro, o de varios. Todo indica, por ejemplo, que los chinos muestran disposición y complacencia a negociar con la alternativa que representa la MUD. El chavismo, por su parte, nunca ha dejado de hacerlo con Estados Unidos. Unos representan un sector u otro de la oligarquía. El chavismo, por ejemplo, siempre ha tenido el sector importador en ventaja frente al capital productivo. El sector bancario en nada puede quejarse del chavismo. Para solo citar ejemplos emblemáticos de los intereses que representan. Las mafias chavistas cuentan con un inconmensurable volumen de riquezas que de seguro vienen articulándose a jugosos negocios con la banca, la especulación financiera, la importación, entre otros business. La corrupción, como mecanismo de acumulación de capitales, ha dejado lo propio en manos de estas mafias que hasta aparecen vinculadas al narcotráfico, si nos fijamos en la detención de familiares del matrimonio presidencial. Entretanto, sectores de la MUD pugnan también por convertirse en alternativa, pero para la oligarquía y el imperialismo.
Hay claros visos por parte del chavismo de querer compartir algo a cambio para mantener la connivencia de sostener a Maduro al frente de la primera magistratura. Pero los compromisos de lado y lado y las ansias por hegemonizar el control del aparato de Estado, en medio de la profunda crisis, harán profundizar las contradicciones a puntos de ebullición. Aunque la respuesta popular, la protesta de calle, sobre todo, pudiese hermanarlos como aconteció a raíz de los eventos de febrero-junio de 2014.
Ambos factores están conscientes de que la crisis de Venezuela es muy severa y demandará de medidas muy drásticas para el pueblo y el interés nacional, de cara a los sectores que representan. Esto es, por ser factores al servicio de la oligarquía financiera, se inscriben en la perspectiva de satisfacer sus demandas con una recomposición de la economía que les brinde los beneficios esperados. Sobre todo cuando el peligro del sistema esté en juego. Ello supone una política económica que volcará el peso de la crisis en las espaldas del pueblo trabajador y de los más necesitados. Las diferencias se pudiesen inscribir en la evasión que querrá hacer un sector u otro de las consecuencias y la raíz de esas políticas acusándose unos a otros. Por lo pronto, parecen hermanados en el aumento de la gasolina, con todo y la drástica caída de la demanda de la gente para adquirir lo básico para vivir.

La Asamblea Nacional con mayoría calificada de la MUD, debería...
Somos de la idea de que los asuntos a atender por la nueva AN, desde una perspectiva nacional y popular, pueden ser ordenados. En primer lugar los cambios contingentes y constitucionales en función de la salida de Maduro. Recordemos que a partir de abril de 2016 se puede activar el proceso revocatorio. Más allá, puede producir medidas en función de una constituyente o arrogarse la propia AN tal condición dada la mayoría calificada con la que cuenta. Cambios en la Carta Magna que afectan severamente la economía venezolana, comenzando por el artículo 301 que garantiza el trato igual a los capitales extranjeros que a los nacionales. El equilibrio fiscal con base en la deuda pública vía créditos adicionales debe ser borrado de la Constitución. Ubiquemos que este endeudamiento se realiza con base en una gran discrecionalidad dados los parámetros que se fijan para adquirirla. El equilibrio fiscal debe alcanzarse con base en la producción de bienes y servicios. Eso sí debe contar con rango constitucional.
Asimismo, puede la AN producir medidas en favor de los trabajadores atendiendo las modificaciones que se demandan de la Ley Orgánica del Trabajo en cuanto a que vulnera la autonomía sindical. Bajo el argumento de que como el Estado “está” a favor y “al servicio” de los trabajadores y del pueblo, e impulsa una “revolución socialista”, la acción sindical debe supeditarse al Estado y al gobierno. De allí que los funcionarios del Estado deben estar al servicio de la “revolución” (art. 45 de la CRBV; art. 21 DLOTTT), y por consiguiente, las nuevas relaciones deben irse fomentando por la vía del impulso de cooperativas, comunas, estatización de propiedad privada, EPS, etc., no por elevación de fuerzas productivas. La destrucción de fuerzas productivas que el régimen ha aupado es una acción retrógrada pintada de igualitarismo. Bajo esta orientación, además, se afianza el sistema de seguridad social sobre la renta petrolera. Consolidan y fomentan relaciones laborales desreguladas, flexibilizadas y anarquizadas, amparadas por discursos de solidaridad, trabajo “voluntario”, cooperación, etc.
La AN debería derogar decretos-leyes firmados por Chávez desde 1999 referidos a acuerdos de doble tributación con países imperialistas y de alto desarrollo tecnológico, por los que el Estado deja de percibir más de 17 mil millones de dólares cada año. Cuestión que hasta algunos pensadores chavistas lo han planteado. Asimismo, puede la AN derogar decretos-leyes sucesivos de promoción y protección de inversiones extranjeras que permiten garantías que comprometen el interés nacional.
Puede la nueva AN derogar acuerdos y compromisos internacionales que lesionan el interés nacional, tal como el acuerdo con China para la elaboración del mapa hidrogeológico en una superficie de 927 mil kilómetros cuadrados, el territorio nacional menos una ñinguita, que lesiona severamente nuestra soberanía nacional. Igual tratamiento debe darse a la presencia de Venezuela en Mercosur. Mientras no se alcance una escala de disminución de las asimetrías en relación con países como Brasil y Argentina de tal magnitud que permita la mayor competitividad en distintos rubros, mientras se protege la producción nacional, nuestro país pierde en este tipo de integración, mientras favorece a los más desarrollados.
Estos son aspectos fundamentales a exigir a la AN y la mayoría calificada. Todas estas disposiciones y más le darían un carácter de cambio verdadero a la nueva AN. Debe comenzar, por supuesto, con una amnistía abarcante de los presos y exiliados políticos.
Somos de la idea de que es mucho pedir lo escrito en los párrafos anteriores. Creemos que, por el contrario, esta AN se verá envuelta en serias contradicciones e inconsecuencias. Aunque las contradicciones pudiesen llevarla a decisiones que en el marco de la profunda crisis general desemboquen en rupturas de significación. En el transcurso, se deben apoyar aquellas medidas que permitan ejercer la función contralora de la AN. Que rescate su carácter deliberante y de foro sobre asuntos de importancia nacional. Que combata la corrupción y garantice la unificación presupuestaria. Si se atreve a activar la política y las medidas que conduzcan al revocatorio, hay que brindar todo el apoyo, unido a una política que vaya más allá de la mera salida del Presidente. Esto es, impulsando el programa político como base para superar la crisis y reconstruir el país sobre las bases de la democracia, el desarrollo y el bienestar.
Todo esto supone un proceso muy complejo que debe conducir a una política de unidad y alianzas en correspondencia con las tendencias, acontecimientos y objetivos. Las luchas están por venir en corto tiempo. La disposición de la gente a pelear ya no podrá ser frenada bajo la estrategia de esperar otra fecha electoral. La unidad de los factores políticos y sociales pudiese avanzar en una dirección inédita, a eso debemos estar preparados para asumir la avanzada en el proceso de articulación de fuerzas. La que corresponde a los sectores sociales en conflicto puede ser una constante dada la clara orientación de descargar en los trabajadores el peso de la crisis, a ello debemos brindar nuestros mayores esfuerzos.

Carlos Hermoso

Caracas, 16 de diciembre 2015

jueves, 29 de octubre de 2015

Universidad en trance


La incertidumbre forma parte de los llamados paradigmas que prenden en la conciencia de algunos de quienes conforman la comunidad universitaria. Como corriente filosófica dentro de las universidades del mundo occidental tiene asidero, pero otra cosa es cuando es el resultado de la vivencia universitaria. En las actuales condiciones de las universidades venezolanas, forma parte de un espíritu que agobia la cotidianidad. Incertidumbre en medio de un conflicto sin precedentes en la manera como se origina y como se desarrolla y es conducido, hasta llenar el campus de una soledad cuya compañía es un hamponato diverso que hace huir a cualquier morador de la comunidad.

Nace esta crisis como resultado de un proceso de descomposición que ya toca fondo. Nace, si atendemos lo fundamental, como resultado del cerco presupuestario y el deterioro de las condiciones del trabajo académico y de vida de quienes integran la comunidad. Estudiantes, profesores, empleados y trabajadores sufren de un desgaste material y espiritual que los hace sucumbir ante la más grande ofensiva contra la universidad.


Por eso, nace luego de mucho rato sin que exista respuesta ni propuesta académica frente al país, con el agregado de que en la universidad el espíritu de Hermes parece haber desplazado al de Prometeo. Esto explica por qué el actual conflicto se desarrolla y es orientado en un camino que afianza la incertidumbre.

Se configuran tiempos que nos llaman a reivindicar principios fundantes de una ética universitaria capaz de sembrar una cultura en la conciencia de la comunidad que pueda convertirse en fuerza material transformadora. La universidad como espacio democrático de encuentro supone lucha y propagación de ideas. La universidad como espacio que permite el rescate y reivindicación de lo positivo de la cultura universal. Como espacio para alcanzar la verdad. Que coloque a cada universitario como sujeto capaz de ponerse al servicio del saber y la búsqueda de la verdad sin que priven intereses subalternos. Que luche por hacer valer el principio de la gratuidad de la educación y de garantía de las condiciones laborales dignas para el docente-investigador y trabajador universitario, tal como lo establecen las leyes de la República.

¿Podremos pensarnos de manera crítica y autocrítica? ¿Podremos asumir nuestra condición con la profundidad y el compromiso que nos demandan? ¿Seremos capaces de asumir este conflicto de manera radical? De ser así, habremos dado un paso fundamental para enfrentar los retos que tenemos por delante. 

Por lo pronto, un conflicto que parece abstraído de la realidad, merece una atención y una disposición que lo enrumbe hacia propósitos claramente definidos. A estas alturas hay quienes aún se preguntan acerca de sus objetivos y metas. No es para menos, toda vez que no se han plasmado en una petición única las demandas institucionales, de profesores, de los empleados y obreros y de los estudiantes. Sumemos la estrategia realizada nada clara en cuanto a formas de lucha, organización y participación. Definición de etapas ni estrategia de negociación. 

La institución universitaria pública demanda un presupuesto que le permita alcanzar sus metas académicas, de investigación y extensión. El deterioro sufrido en los últimos lustros limita estas funciones. Parecen empeñarse en limitarla tanto como la que se ha producido en el aparato productivo de país. Tanto que se ha limitado el desarrollo cultural, mientras se estimulan abyectas conductas violentas en la sociedad. Por eso, existen sobradas razones para exigir presupuesto justo que permita el normal funcionamiento y mayor desarrollo de una institución que debe estar al servicio del desarrollo nacional.

Los estudiantes parecen ubicar el drama de manera parcial. Condiciones de vida y ambiente universitario en franco deterioro parecen no ser suficientes razones como para despertar las mentes jóvenes a asumir el reto que supone cambiar la universidad. Para algunos, una beca igual un salario parece una consigna exagerada. Muchos de quienes gozamos de ese derecho en tiempos pasados podemos afirmar que su monto estaba ciertamente por encima del salario mínimo vigente. El incremento de la matrícula, que supone incremento de la demanda de servicios, encierra una justa petición estudiantil. Por ende, deben incrementarse las providencias presupuestarias para tales efectos. En medio del conflicto parece lógico que el movimiento estudiantil levante peticiones que satisfagan estas demandas.

El profesorado, por su parte, no logra establecer con claridad cuáles son las metas a alcanzar así como la estrategia a seguir, más cuando el conflicto ahora se articula a condiciones que impiden el comienzo del período escolar. Somos de la idea de que se debe reivindicar la homologación del sueldo de manera más rápida. Esto es, la aspiración debe ser la escala móvil de salarios que permita enfrentar una escalada de precios que ya se percibe en el día a día. Ya vimos que el incremento salarial de 170% se quedó corto en relación con la inflación y el incremento de precios. Lo mismo sufren empleados y obreros. Este planteamiento bien puede unificar a todos los sectores de la universidad venezolana. 

Estas ideas bien pueden servir de base para la más amplia y sólida unidad universitaria para enfrentar el conflicto que sufrimos y darle perspectivas. Unidad que puede abrir la posibilidad de crear una dirección política capaz de articular las fuerzas y el talento que permita despertar el espíritu de cambio universitario. A ello brindaremos nuestros más caros esfuerzos. 

Caracas, 26 de octubre 2015
Carlos Hermoso

viernes, 10 de abril de 2015

Venezuela, crisis revolucionaria y pugnas interimperialistas

Estados Unidos ha dado un paso que guarda una mayor significación que la asignada por algunos analistas y partidos políticos. Independientemente del provecho que le saca el chavismo, se trata de un asunto serio. A su vez, ciertamente su atención política es bastante compleja y controversial. Veamos.

El paso dado por el gobierno estadounidense se ajusta a los tiempos y se corresponde con asuntos cuyo desarrollo ha alcanzado tal escala que lo fuerzan a responder con el impulso propio de un imperialismo que ve perder espacios, áreas de influencia, fuentes de materias primas entre otros aspectos. En el mejor de los casos, se trata de espacios que se han convertido en áreas en disputa con otros imperialismos o bloques imperialistas. Sería tonto pensar que se trata de un desliz al estilo Bush o que es una decisión personal del Presidente que no se ajusta a los requerimientos de la política estadounidense ni de la venezolana. Aun cuando puede ubicarse en una perspectiva multipropósito, se trata de un asunto bien pensado y cuyo costo y eficacia política han sido calculados.

Es en esencia una respuesta a la tendencia a la nivelación operada desde el asiento nacional del imperialismo estadounidense que ve claramente perdida la competencia frente a China en varios tópicos: manufacturero, financiero y de mercados y fuentes de materia prima, producto, a su vez, del desarrollo desigual de las potencias imperialistas. China —joven imperialismo, en el sentido leninista— desplaza a los avejentados imperialismos estadounidense, europeo y japonés en esos y otros aspectos, por lo que puja de manera firme hasta la eventualidad del encuentro militar, aunque hasta ahora de manera parcial, estimulando conflictos bélicos entre países sojuzgados contra otros, o armando al país que requiera de sus servicios, e incluso a grupos creados por ellos mismos. Esto lo hace uno u otro imperialismo.

Los estadounidenses en alianza con los europeos mediante la guerra recuperan áreas en disputa, o penetradas parcialmente del punto de vista económico por imperialismos que integran bloques rivales, como Libia e Irak. Más recientemente buscando conquistar nuevos espacios, como en el caso del conflicto en Ucrania y la guerra en Siria. Por su parte, China y Rusia pasan a defender espacios propios o conquistados. No respondieron ante la invasión, bombardeo y genocidio perpetrado por el bloque imperialista liderado por EEUU contra Irak y Libia, seguramente por tratarse de países en los cuales la consolidación de sus capitales no había permitido aún mayores articulaciones políticas y económicas, o que negociaron el reparto, o ambas. Cuando algún imperialismo “defiende” a algún país víctima de agresiones de otro imperialismo, no está motivado por la defensa de los intereses de las áreas o de los países penetrados por sus capitales, sino de sus propios intereses imperialistas. El teatro de la guerra, por lo pronto, son las áreas en disputa. Preparan el terreno a un nuevo reparto del mundo.

La tendencia guerrerista no se realiza en torno únicamente de áreas ricas en materias primas o mercados que permitan la expansión del comercio para colocar sus productos. Es así como puede darse el caso de conflictos en torno de áreas cuya importancia económica es subalterna pero, con tal de reducir los espacios del rival, se crean conflictos cuya resolución puede apuntar a la confrontación bélica. O bien, la “ayuda” que prestan a sectores adversos desde la perspectiva ideológica, religiosa, entre otras, con tal de crearle conflictos a un imperialismo u otro. Esta es una tendencia dominante en el imperialismo.

Pero la conflictividad guerrerista no es el comportamiento exclusivo de los imperialismos en este proceso. La lucha por espacios, el desarrollo de la pugnacidad permanente en medio de la articulación de capitales y la realización de negocios, supone el uso de otras formas de confrontación que incluyen la amenaza, la respuesta eufemística mediante la diplomacia, la infiltración de movimientos subversivos que siembran la inestabilidad, entre otras. De todo ello ciertamente no escapa Venezuela atizados estos desarrollos por el Departamento de Estado de EEUU, como tampoco escapan de esas políticas espacios “propios” de los yanquis, pero atizados por imperialismos rivales.

Este proceso alcanza dimensiones significativas en el caso que nos ocupa, toda vez que la articulación de capitales chinos y estadounidenses ha alcanzado tal dimensión que resultaba complejo ubicar claramente su desarrollo. La articulación de capitales conduce a que se compartan intereses. Capitales estadounidenses interesados en el mayor beneficio. Lo chinos también sacan su tajada. Esto es, la explotación de los obreros chinos brinda una plusvalía que permite ganancias a los inversores vengan de donde vengan y van dejando una cuota que los chinos van invirtiendo en desarrollos propios. Aprovechan el asiento nacional donde se produce la acumulación de capitales que ha conducido a la formación de la clase obrera más numerosa del mundo; asimismo, la burguesía alcanza la misma escala en comparación con las del resto de naciones imperialistas. Solo que en estos nuevos tiempos, dado el desarrollo alcanzado por China, la consolidación del bloque Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) es tal que sus decisiones económicas ya fuerzan a la asunción de decisiones políticas en terrenos que ponen en claro su ambición de convertirse en factor hegemónico del planeta, empujado principalmente por la supremacía mundial alcanzada por China en varios aspectos, principalmente en manufacturas, importación de materias primas y finanzas.

Para Venezuela este episodio puede convertirse en un hito de nuestra historia toda vez que nos coloca en el centro de las disputas interimperialistas sin haber alcanzado niveles de desarrollo en correspondencia con las riquezas con las que cuenta el país y los ingresos obtenidos mediante ganancias extraordinarias en el negocio petrolero.

China
China, en definitiva, pugna por convertirse en la potencia hegemónica. Lucha a muerte con Estados Unidos y otras potencias imperialistas por la hegemonía mundial. Su desarrollo desde el triunfo del revisionismo y la restauración capitalista le permite jugar ese papel. Contando con las ventajas que le brinda a la oligarquía financiera internacional, logró adelantar el proceso de acumulación de capitales más grande de la historia. Su alianza con Estados Unidos le permitió atraer capitales de las grandes empresas estadounidenses y, luego, japonesas y europeas, hasta lograr tal nivel de centralización que los fuerza a la consolidación de su asiento nacional. La concentración y centralización de capitales es de tal magnitud que “El número de multimillonarios chinos, aquellos que poseen un mínimo de 500 millones de yuanes (unos US$81 millones), ha alcanzado un récord, al superar los 17.000, según un estudio publicado hoy por la prensa oficial del país asiático”. http://www.eldiariodecarlospaz.com/mundo/2015/4/7/china-llego-millonarios-rompio-propio-record-10981.html. Bajo ese estímulo, China haya alcanzado espacios de significación planetaria y, en América Latina, Venezuela ha sido pieza clave de la penetración de los capitales del gran gigante asiático, cual punta de lanza o cabeza de playa.

Aparte de que la deuda estadounidense en manos chinas supera los 1,2 billones de dólares y otro tanto se encuentran en manos de Japón ─que a su vez cuenta con grandes capitales articulados a China─, al depender los asiáticos del mercado de EEUU para realizar sus mercancías, se ven impelidos a sostener esos elevados niveles de tenencia de papeles de deuda pública yanqui para que conserven la capacidad de consumo de los bienes asiáticos. Circunstancia que busca ser superada por parte de China mediante la expansión de sus mercados exteriores. Cuestión que se hace más urgente cuando EEUU sufre procesos recesivos, lo que ha llevado a China a ampliar su mercado interno ─lo cual propicia una mayor caída de su cuota media de la ganancia─ y sus mercados exteriores. Cae la cuota media de la ganancia ya que la ventaja que suponen bajos salarios se ve mermada por la elevación del poder adquisitivo de los chinos para que consuman mercancías nacionales. Ello es lo que explica, por ejemplo y no únicamente, que China haya superado a Estados Unidos a escala planetaria en su PIB a paridad de poder adquisitivo (PPA). De allí que: “El Fondo Monetario Internacional ya ha declarado a China como la mayor economía del mundo: representa el 16,479% del PIB mundial medido en Paridad de Poder Adquisitivo, frente al 16,277% que supone EEUU”
(http://actualidad.rt.com/economia/view/147462-aspectos-economia-mundial-china-superar-eeuu).

Asimismo, el avance chino en materia manufacturera también la impulsa a expandir sus mercados, tanto por aquello de que el desarrollo y crecimiento capitalista está sujeto a la dimensión del mercado, como por ser mecanismo fundamental para frenar la caída de la cuota media de la ganancia. Es así como China es la potencia imperialista más interesada en el librecambio a escala planetaria. Siendo la nación capitalista más competitiva del planeta, buscan los chinos que todas las economías se abran a sus mercaderías y a sus capitales. En eso Venezuela ha sido un socio consecuente que ha derruido buena parte de su aparato productivo para recibir las bondades del producto chino a cambio de brindarle materias primas de carácter estratégico.

Consecuente con lo anterior, buscan los chinos hacerse de mercados, fuentes de materias primas y receptores de sus inversiones directas e indirectas. Los capitales chinos, al ser más competitivos, dan ventajas y facilidades para penetrar economías y mercados. Productos más baratos y créditos con plazos más flexibles que los que impone la competencia, exigencias menos rigurosas que los que exige el FMI, entre otras “bondades”, le permiten conquistar mercados en todo el planeta.

A tal escala se ha producido el desarrollo chino que hoy día pugna por convertir al yuan en moneda de cambio internacional y de reserva. Por lo que esta tendencia lleva a que: “China tiene listo su sistema internacional de pagos, conocido como CIPS, para transacciones transfronterizas en yuanes. Será una realidad en septiembre u octubre de 2015”, informa Reuters (http://actualidad.rt.com/actualidad/168600-yuan-amenaza-dolar-china-lanzar-analogo-swift). Esta ya es una realidad en buena parte de Asia, en la relación con Rusia e India, entre otras. Venezuela parece trabajar en esta dirección.

Visto el desarrollo chino, cabe recordar las palabras premonitorias que al respecto nos dejara el dirigente albanés Enver Hoxha:

En estas condiciones, para llegar a superpotencia, China tendrá que pasar por dos fases principales: la primera, solicitar créditos e inversiones del imperialismo norteamericano y de los otros países capitalistas desarrollados, adquirir tecnología moderna para explotar las riquezas de su país, la mayor parte de las cuales pasará a título de dividendos a los acreedores. La segunda, invertir la plusvalía obtenida a expensas del pueblo chino en Estados de diversos continentes, como hacen en la actualidad los imperialistas norteamericanos y los socialimperialistas soviéticos.
Los esfuerzos de China por convertirse en superpotencia consisten, en primer lugar, en escoger los aliados y crear las alianzas. Hoy en el mundo existen dos superpotencias, el imperialismo norteamericano y el socialimperialismo soviético. Los dirigentes chinos han pensado que deben apoyarse en el imperialismo norteamericano, del cual tienen grandes esperanzas de obtener ayudas en el terreno económico, financiero, tecnológico, organizativo y también en el aspecto militar. El potencial económico-militar de los Estados Unidos de América es, efectivamente, superior al del socialimperialismo soviético. Los revisionistas chinos lo saben bien, aunque digan que América está en decadencia. En su camino, no pueden apoyarse en un socio débil, del cual no pueden sacar gran provecho. Precisamente porque los Estados Unidos de América son poderosos, los han escogido como aliado” (Enver Hoxha, El imperialismo y la revolución).

Por su parte, la pérdida de hegemonía de Estados Unidos no supone que se encuentre en minusvalía. Conservan, en primer lugar, la supremacía en la producción de bienes bélicos. Ocupa el primer lugar como consumidor y productor de armamentos, acaparando con ello 34% del mercado mundial. Es de reconocerse que sus más cercanos competidores son Rusia y China. El ritmo de crecimiento de China es muy superior al que refleja el de EEUU. De otra parte conservan el control de buena parte de los movimientos financieros a escala mundial. El dólar sigue siendo la principal moneda de cambio y de reservas. “El economista y exempleado del Banco Mundial Peter Koenig, en un artículo publicado por Global Research, recuerda que actualmente seis bancos estadounidenses gestionan las dos terceras partes de todos los activos bancarios del mundo” (http://actualidad.rt.com/economia/view/148162-banco-brics-primer-paso-desdolarizacion-economia).

A su vez, Estados Unidos y la Unión Europea, desde 2013, vienen negociando la configuración de la Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión (TTIP), que pretende una integración librecambista que busca consolidar un bloque capaz de enfrentar al Brics. Desde la perspectiva europea, se busca romper el principio del “Buy American”, “compre americano”, que obliga a distintas entidades a comprar productos “Made in USA”, esto es, protegidos por el Estado. Desde la perspectiva estadounidense, buscar en el mercado europeo nueva capacidad de demanda de sus productos, vista la caída que se produce en su mercado interior dadas las políticas que buscan empobrecer al trabajador. Solo que en la Unión Europea las cosas no son distintas, sobre todo en Grecia, Italia y España. Por lo que estas negociaciones parecen un poco complicadas, de allí que la asociación no alcanzará metas concretas en el corto y mediano plazo. Mientras, en Brics da pasos agigantados estableciendo acuerdos estratégicos en Latinoamérica, Asia y África. Lo que fuerza a Estados Unidos a defender espacios, sin contar con la capacidad financiera ni de producción de otros tiempos, como no sea en la industria bélica. Se trata entonces de procesos en desarrollo que aceleran la competencia y la rivalidad por mercados y fuentes de materia prima.

Todo lo cual nos permite concluir en que se vienen acelerando los preparativos para un nuevo reparto de un mundo ya repartido. Entretanto, se presentan apenas conflictos que expresan las perspectivas hacia este dantesco escenario, fruto de las leyes de desarrollo del capitalismo en condiciones de monopolio.

En definitiva, las contradicciones interimperialistas transitan de manera más acelerada hacia la confrontación. Todo nos hace pensar que nos aproximamos a un salto cualitativo, dado el desarrollo del imperialismo chino y sus más cercanos aliados inscritos en primera instancia en el Brics, al cual Argentina pronto se unirá, vistos varios indicadores y actitudes. Se trata del principal bloque imperialista que supera en producción, mercado y capacidad financiera al imperialismo estadounidense, el cual se aferra a la industria bélica, a la especulación y a la preservación de su capacidad de demanda interna.

Cobra plena vigencia la afirmación de Stalin según la cual ley económica fundamental del capitalismo actual es:

... asegurar el máximo de beneficios capitalistas explotando, arruinando, empobreciendo a la mayor parte de la población de un país dado, esclavizando y despojando de manera sistemática a los pueblos de otros países, sobre todo de los países atrasados, por ultimo desencadenando guerras y militarizando la economía nacional, con vistas a asegurar el máximo de ganancias.

Las teorías propagandas durante décadas acerca de la morigeración del sentido nacional, de las fronteras, la teoría de “El Imperio”, entre otras, lucen tontas de cara a las tendencias en desarrollo. Cobran vigencia sí, de manera palmaria, las tesis leninistas acerca del imperialismo. Es más, solo a partir de ellas es como podemos analizar y comprender la circunstancia actual. No se trata de un acto de fe. Por el contrario, la corroboración empírica, como último criterio de verdad, es lo que a fin de cuentas le brinda plena vigencia al planteamiento leninista.

La perversa relación China-Venezuela
Refiriéndonos al mentado decreto de Obama, hay que decir que tendrá repercusiones durante un tiempo cuantioso ya que representa una “jugada” estratégica de Estados Unidos, que atiende también cuestiones colaterales del asunto: consolidar la penetración de capitales con asiento estadounidense —expresada en la ofensiva de la Exxon en aguas territoriales en querella entre Venezuela y Guyana—, atender la propia situación interna de Obama, como es la pérdida de aceptación de su gestión en la ciudadanía y la respuesta a los republicanos, que buscan ofensivas menos eufemísticas en las disputas interimperialistas, de momento, como la que se da en torno de Venezuela y en general de América Latina. De allí una necesaria respuesta desde la perspectiva marxista-leninista.

Para ubicar en su esencia la relación China-Venezuela y el decreto Obama, comenzamos por afirmar que sin comprender el significado del revisionismo moderno en sus distintas manifestaciones o expresiones no es posible atender el problema de manera rigurosamente científica. Hemos insistido en este largo período en que el chavismo ha orientado los destinos de Venezuela desde una perspectiva antinacional y antipopular. Que se trata de un régimen despótico que se sustenta en una expresión del revisionismo. De raíces más en correspondencia con el revisionismo de izquierda, por su sustento irracional y mitológico. Ubiquemos que la estructura económica venezolana se ha configurado en buena medida ha estado determinada por la producción petrolera, recurso propiedad del estado venezolano. Base objetiva para que el despotismo sea una tendencia dominante en la superestructura política. En este sentido, el revisionismo, como superestructura burguesa, debe crear una forma de falsa conciencia en torno del socialismo, para lo cual la fraseología es un aspecto de primer orden. Ello es lo que permite crear la percepción que estamos frente a una forma de realización del socialismo. A su vez, estimulando el resentimiento en su sentido primitivo y de revancha, recrea tesis revisionista en todos los aspectos, junto a una mitología que rescata figuras de la historia venezolana y del proceso revolucionario nacional y latinoamericano. Junto a esto se propaga una cultura identificada con el lumpen, su base social más importante que le permitió, en buena etapa de su historia un importante grado de legitimidad.

Se trata de un régimen político que ha cumplido con tareas fundamentales en el orden económico y jurídico que favorecen a la oligarquía financiera internacional y sus expresiones nativas. Que ha profundizado el papel de Venezuela en la división internacional del trabajo, afianzando la dependencia y el freno al desarrollo de las fuerzas productivas. Asimismo, logra el chavismo darle grado constitucional a demandas del capital contenidas en los Acuerdos Multilaterales de inversión como el trato igual a los capitales internacionales.

En esta última etapa bajo la teo­ría de propiciar un mundo multipolar, de enfrentar a “El Imperio” —teoría revisionista en este período de la modernidad—, ha propiciado una política económica de entrega de nuestras riquezas a China a cambio de préstamos que permiten en buena medida adquirir productos provenientes del acreedor, muchos de los cuales han venido a sustituir la producción nativa. Una política que nada tiene que ver con la defensa de la soberanía. Por el contrario, bajo la tesis de que la soberanía se conquista con el desarrollo de las fuerzas productivas de manera autónoma, podemos decir que Venezuela, al hacerse todo lo contrario, ha lesionado seriamente su soberanía al entregarse a la voracidad del imperialismo chino y de manera más general del bloque Brics. Buena parte de las importaciones de textiles, calzados, carnes, entre otros, proviene de Brasil. El parque militar ha sido nutrido con bienes provenientes de Rusia. Una de las cuestiones más lesivas de la soberanía nacional lo constituye sin dudas el acuerdo número 12 firmado con la empresa china “…Citic para la certificación, exploración y protección geológica de reservas minerales en Venezuela, para la elaboración del mapa minero del país” en febrero de 2012 entre el presidente Chávez por Venezuela y la República China, que les permitirá a los asiáticos conocer de nuestras riquezas antes que los propios venezolanos. La deuda contraída con China supera 60 mil millones de dólares. El parque automotor tiende cada vez más a ser nutrido por vehículos chinos. La entrega de la importante beta aurífera “Las Cristinas”, entre las más importantes del mundo, es otra muestra de esa relación. Esta entrega, eso sí, le ha permitido al gobierno obtener recursos para mantenerse en el poder.

China penetra en Venezuela, además de afincarse en las leyes del desarrollo capitalista, por la oportunidad que le brinda Estados Unidos, dada su debilidad para penetrar de manera más competitiva en la economía venezolana. La capacidad de exportación de China es muy superior a la de los gringos. El endeudamiento estadounidense con China los lleva a hacer concesiones significativas en la materia.

El régimen chavista ha convertido al país en cabeza de playa de la ofensiva china y ya se prepara para nuevos convenimientos que pudiesen servir de base para toda América Latina en la estrategia de convertir al yuan en moneda de cambio y patrón de reservas.

Sin embargo, fruto de que el mundo imperialista se desarrolla con base en acuerdos y negociaciones y rivalidades hasta llegar a la confrontación bélica, el régimen chavista se hace la vista gorda frente a los negocios que adelanta Guyana con Exxon para la explotación petrolera en aguas territoriales en disputa. La coincidencia del decreto Obama con el inicio de estas actividades, hacen suponer que, siendo uno de sus propósitos brindarle un espaldarazo a esta clara penetración de capitales estadounidenses, indique una negociación EEUU con China y Guyana que deriva en el pronunciamiento de la Comunidad del Caribe (Caricom), en favor de Guyana en el impasse presentado. De ser así, sería una clara demostración acerca de que el imperialismo se mueve con base en una perversa dialéctica en la cual los afectados son los pueblos del mundo y los países débiles y semicoloniales.

Todas estas consideraciones sirven para poner en evidencia que se trata de la realización de la competencia interimperialista en torno de un área de influencia en disputa. Un imperialismo avejentado como el estadounidense que ve perder una zona importante, que forma parte de su “patio trasero”, que ha sido consecuente con la consigna Monroe de “América para los americanos”, y que ahora busca el cobijo de otro imperialismo.



La respuesta revolucionaria y la respuesta revisionista
El decreto de Obama, como era de esperarse, ha concitado la reacción de rigor en el mundo entero. Más dentro de la política venezolana. En América Latina, como era de esperarse, gobiernos y variados factores políticos han brindado el apoyo incondicional al gobierno y pueblo venezolanos. En el escenario venezolano, la respuesta de sectores opositores —por su naturaleza de clase o por la poca profundidad en el análisis de la circunstancia, siempre superficial— en unos casos hace el juego al gobierno y en otros afirma torpemente cuestiones que los colocan al lado del imperialismo estadounidense.

Por su parte, el gobierno de Maduro busca sacarle el mayor provecho político recreando un discurso “antiimperialista”, desde la perspectiva del revisionismo claro está, que le permite nuclear fuerzas, en especial entre lo que podemos denominar el núcleo más comprometido con el gobierno, independientemente del descontento producto de la tragedia venezolana.

Además, su repercusión es mayor ya que esta circunstancia se produce en medio de la crisis más profunda que haya vivido la sociedad venezolana desde que comenzara la explotación de la riqueza petrolera hace más de un siglo. Se trata de una crisis general, de esas que pueden hacer época. Que puede desembocar en un verdadero cambio revolucionario. De superación de las relaciones de producción y de cambio imperantes y de una nueva inserción de Venezuela en el sector externo basado en la autonomía e independencia nacional y no dependiente o alineado, a favor de un imperialismo u otro. La tesis leninista indica claramente que de lo que se trata es de aprovechar las contradicciones interimperialistas. No favorecer un imperialismo para enfrentar a otro.

La tesis del régimen, propagada inicialmente por el propio Chávez, del mundo multipolar como alternativa frente al mundo unipolar, así como la tesis de “El Imperio”, esto es, la tesis de un mundo dominado por varios imperios, en vez de estar dominado por uno solo, resulta cuando menos una inconsecuencia y un engaño para los pueblos y países semicoloniales y dependientes y para los propios de las naciones imperialistas. En vez de luchar por la independencia, la autonomía, la soberanía nacional y el desarrollo, condicionan la economía a los intereses del imperialismo bajo el cual se “cobija” un país determinado para enfrentar a otro. Vaya salida “nacional”. Es condenar a un país a la dialéctica imperialista de acuerdos y negociaciones, de pugna y rivalidad por la hegemonía. Parecen creer los chavistas en la idea de que hay imperialismos buenos y malos. China y Rusia serían imperialismos (“imperios” en la jerga revisionista) buenos.

Por ello, resulta una frivolidad con el marxismo-leninismo —por parte de aquellas organizaciones que como tales se asumen— brindar solidaridad automática al gobierno chavista sin ubicar las determinaciones de la circunstancia. Distinto es ofrecer en su oportunidad solidaridad con los pueblos víctimas de políticas que, además de conducir a la tremenda crisis que vive Venezuela, buscan vender un país al mejor postor, a un imperialismo rival, a un bloque imperialista que pugna por la hegemonía planetaria, que también frena nuestro desarrollo y comprometen el futuro y soberanía con tal de salvar el pellejo, o las riquezas mal habidas.

También resulta una tremenda superficialidad que estas organizaciones se sigan guiando por la propaganda chavista que condena a todo quien ose enfrentarlos de ser de “derechas”. Mientras que todo quien los apoya es de izquierda o progresista. Desde la perspectiva marxista-leninista, esto de izquierda y derechas siempre ha resultado una cuestión concreta. Más en estos tiempos en los cuales cabe muy bien lo señalado por José Saramago: “Antes nos gustaba decir que la derecha era estúpida, pero hoy día no conozco nada más estúpido que la izquierda”. No toda, decimos nosotros. Aquella que hurga en la esencia de los fenómenos es otra cosa. Que ubica en la evidencia empírica el criterio de verdad, que no se deja llevar por la frase sino que va a los resultados, esa es otra izquierda, la reivindica.

Pero también resulta prematuro aquello de manifestar disposición a defender la patria ante la eventual invasión yanqui. En cualquier caso los revolucionarios siempre estaremos prestos a brindar nuestros mayores esfuerzos y sacrificios para defender el país, su tierra y riquezas y, sobre todo, nuestro pueblo. Pero, antes que nada, de lo que se trata es de convertir este episodio en un elemento más para desenmascarar al régimen y su naturaleza. En medio de la crisis revolucionaria que vive la sociedad venezolana, debemos convertir este incidente en un factor más para adelantar tareas para superar positivamente este estado de cosas hacia el cambio revolucionario. Entregar a Venezuela a la rapiña interimperialista es tan criminal como seguir siendo dependientes y sojuzgados por un imperialismo u otro. La lógica del capitalismo es el despotismo del capitalista sobre el obrero para que produzca la plusvalía con su fuerza de trabajo, sea en la nación que sea y de donde sea el obrero. La lógica imperialista le suma el sojuzgamiento de los pueblos y de la explotación y saqueo de las naciones débiles, semicoloniales y dependientes por parte de cualquier imperialismo, sea cual sea.

Así como durante la primera gran guerra los bolcheviques asumieron la consigna de Lenin de “convertir la guerra imperialista en guerra civil revolucionaria”, hoy los revolucionarios venezolanos nos aprestamos a convertir este conflicto con Estados Unidos —que se convierte en un nuevo factor que profundiza la crisis general— en evento que permita educar a las masas y propiciar el programa de reconstrucción nacional, el programa para una nueva democracia participativa cuyo sustento sean las asambleas populares.

El revisionismo a escala planetaria —que ya ve a Rusia como una alternativa progresista y favorable al desarrollo de los pueblos— y algunos sectores que se asumen marxista-leninistas se apresuran a condenar el decreto de Obama que —viniendo del imperialismo yanqui debe ser condenado—, extendiendo sus proclamas en un apoyo incondicional al gobierno de Maduro. Parecen olvidar estos marxista-leninistas la célebre consigna de Lenin de “todos contra Kornilov sin apoyar a Kerenski”.

Estas respuestas contribuyen, una vez más, a convertir a buena parte del movimiento revolucionario, de la llamada izquierda, incluso a sectores que se asumen como marxista-leninistas, y los apoyos que propician en los pueblos en reserva estratégica de una farsa revisionista que mucho ha costado a los venezolanos, produciendo un flaco servicio a nuestro proceso de cambio revolucionario. Son sectores que se dejan “engañar” por la fraseología socialista y el altisonante discurso “antiimperialista” del chavismo. Pues, en vez de convertirse en reservas estratégicas del proceso de cambio en Venezuela, se convierten en fuerzas al servicio del revisionismo en su expresión chavista. Quienes se obnubilan con la fraseología chavista no merecen ser llamados marxista-leninistas. Dejarse caer en el encanto chavista y sus poderosos medios de comunicación es de una inconciencia tal que refleja que no se ha comprendido para nada el significado del combate al revisionismo en cualquiera de sus expresiones. Parecen olvidar quienes así vienen actuando frente al chavismo que la verdad encuentra en la realidad su corroboración. La crisis venezolana en todos los aspectos de la reproducción social debe ser la guía para valorar al régimen y la circunstancia actual. Pero las evidencias parecen no rendir el efecto propio de la racionalidad marxista. Desconocer las leyes del desarrollo capitalista y dejarse guiar por la fraseología revolucionaria refleja no tanto inmadurez teórica y política sino la asunción del subjetivismo, el pragmatismo y el camino revisionista.

Dejarse llevar por la fraseología revolucionaria parece una tendencia dominante en estos tiempos en que sigue el efecto de la regresión producida por el derrumbe del revisionismo en el poder a partir de 1989 ─heredera de la que se produce a partir de 1954, y a propósito del XX Congreso del Pcus─, lo que ha devenido en un debilitamiento de las fuerzas marxista-leninistas, del internacionalismo proletario y en general de las fuerzas revolucionarias a escala planetaria, sobre todo en el dominio teórico de los asuntos más importantes del desarrollo del capitalismo mundial.

Sin embargo, todo ello no ha obstado para que la situación venezolana marche hacia momentos trascendentes de su historia. Todo indica que se ha abierto un período revolucionario. Esa es una de las razones por las cuales quienes se asumen marxista-leninistas deben profundizar en la atención del proceso político venezolano. Deben partir de hechos concretos. De hacer abstracción de la fraseología y la propaganda gubernamental. Ubicar, principalmente, qué cosas indican las estadísticas en materia de distribución de la riqueza. Esa es la tendencia más importante para ubicar la naturaleza del régimen chavista.

Pero, repetimos, vivimos una situación revolucionaria, a ella debemos brindar todos nuestros esfuerzos. Se presentan las condiciones que hacen posible hacer realidad en nuestro país un cambio revolucionario, como indicara Lenin al respecto cuando señalaba: “En otras palabras, esta verdad se expresa del modo siguiente: la revolución es imposible sin una crisis nacional general (que afecte a explotados y explotadores)”. Además, se presentan aspectos que corroboran la tesis según la cual: “Sin estos cambios objetivos independientes no solo de la voluntad de tales o cuales grupos y partidos, sino también de la voluntad de estas o aquellas clases, la revolución es, por regla general, imposible”.

Por esto, de lo que se trata es de alcanzar mediante la revolución, la conjugación del inicio del cambio de las relaciones de producción y de cambio burguesas y la liberación nacional de cualquier imperialismo. En eso no puede haber medias tintas. Mientras, la táctica de los revolucionarios busca estimular el descontento de las masas para impulsar un poderoso movimiento de cambio aprovechando todas las formas de lucha en correspondencia con el momento concreto.

Desde su nacimiento en 1970, Bandera Roja ha enarbolado el programa de Democracia Popular, ubicado en el tránsito al socialismo de un país atrasado, dependiente y semicolonial, con la visión de conjugar de una manera dialéctica los objetivos nacionalistas, de soberanía e independencia, la profundización del desarrollo económico y el crecimiento de nuestras fuerzas productivas y la colocación de las bases para trascender con un salto cualitativo esta hecatombe social construida durante décadas por una inconsistente e intrascendente visión seguidista burguesa y remachada por este revisionismo de mala factura que se adorna con una fraseología hueca pero altisonante. Hoy el programa de reconstrucción nacional asume las banderas de una unidad nacional con contenido histórico, independientemente de la convicción y trascendencia que pueda animar a quienes lo apoyan, que en absoluto está en contravía con nuestro programa revolucionario. Es hora de elevarnos por encima de nuestras miserias y debilidades y convertir el cambio revolucionario como la verdadera salida a la destrucción progresiva y la entrega de nuestra patria.

Carlos Hermoso, secretario general (adjunto) de Bandera Roja
Caracas, abril de 2015


viernes, 6 de febrero de 2015

El increíble engaño del aumento de la gasolina

El increíble engaño del aumento de la gasolina
o cómo hacer que los venezolanos se sientan culpables por la crisis


El gobierno realiza grandes esfuerzos para crear un sentido común acorde con su política antipopular. Con el anunciado incremento del precio de la gasolina —al igual como lo hicieron durante el período bipartidista y fueron coreados por los economistas de postín—, sacan la propaganda que asegura que un vaso de agua es más caro que un litro de gasolina. Le agregan, en esta oportunidad, la idea del costo de producción y el resultante beneficio capitalista sin que les titile el ojo de su engañoso “socialismo” de discurso. Se olvidan los propagandistas de la perorata que en su oportunidad gritaron voz en cuello para justificar el no incremento del precio de un bien que, por sentido común —de un carácter menos común, claro está—, indica que algún beneficio directo debe recibir el venezolano de un recurso propiedad del Estado, del suelo nacional en este caso. Además, en medio de una crisis tan grave, tan calamitosa para la población venezolana, el incremento del precio de la gasolina sería como echársela a un fogón.

Para este año, se calcula una inflación de 200%. Una caída del producto interno bruto (PIB) de –7%. Esto es, sufriremos una estanflación de las más profundas y jamás conocidas en Venezuela. Así, el aumento de la gasolina conducirá a una caída brutal de la capacidad de demanda social y con ello un mayor derrumbe del PIB.

No piensan los propagandistas que el precio vigente de la gasolina es un subsidio directo para mantener un relativo nivel de demanda, golpeado por la inflación y la especulación que ha creado el propio gobierno. Trabajadores de la ciudad y el campo, desempleados, estudiantes, la gente que vive de su trabajo, son venezolanos que reciben un subsidio sin cuya existencia las cosas serían más duras aún. Su eliminación o disminución harían inevitablemente más caro todo. El trasporte en general, de pasajeros y de carga, elevarían los precios de servicios y productos.

Así como se subsidia a países —verbigracia Petro-Caribe—, debemos exigir se mantenga el subsidio a los venezolanos. La religión liberal que tanto cuestiona el subsidio olvida que Estados Unidos destina miles de millones de dólares en subsidio para los productos agrícolas salidos de su territorio. Todos los países, como algo obligante, subsidian uno u otro rubro para mantener niveles de competitividad y protección de sus mercados respecto de otros.

Además hay otro engaño: subir el precio de la gasolina no permitirá disminuir la brecha fiscal de manera significativa. Este desequilibrio —resultado de la política chavista que destruyó buena parte del aparato productivo— debe atenderse con base en la elevación de la producción, pero ello supone adelantar una nueva política económica. Elevar la producción implica una nueva orientación de la política con el sector externo. Mientras las importaciones gocen de las ventajas que le brinda el gobierno, la producción nacional seguirá siendo menos competitiva. El incentivo a la producción nacional debe basarse en créditos baratos, asistencia técnica, mercados amplios con base en canales de comercio eficaces y control de calidad y producción. Pero en eso no está interesado este gobierno.

Por otra parte, para frenar el contrabando por la vía del precio, tendrían que elevar a más de 50 bolívares el litro del combustible. Esta decisión conduciría a un empobrecimiento atroz de la familia venezolana. Aparte del precio de la gasolina venezolana respecto del que rige en Colombia, el contrabando es alimentado por las mafias orquestadas en connivencia con miembros del ejército y la guardia nacional. No es este un asunto solo de precios.

Estos argumentos para nada son tomados en cuenta por el gobierno. Han retrasado la medida por el costo político que representa su asunción. Más en un año electoral. Se trata de una exigencia de los prestamistas chinos, rusos y demás naciones acreedoras. También buscan con esta medida implantar un precedente que cree una cultura dócil frente a medidas que a fin de cuentas se inscriben en la orientación general de mantener la capacidad de crédito y de solvencia frente a los compromisos contraídos con otros países. Por eso pretenden hacer sentir a los venezolanos culpables por obtener la gasolina “tan barata”. Sobre todo, siembran de manera machacona el “sentido común” de que la elevación del precio es impostergable.

Debemos preguntarnos ¿por qué en vez de aumentar la gasolina no anulan los acuerdos de doble tributo con 36 países de desarrollo industrial importante —entre los que destacan Estados Unidos, China, Rusia y Brasil—, debido a los cuales el Estado venezolano deja de percibir más de 20 mil millones de dólares anuales?
La gasolina es un derivado del petróleo, propiedad del Estado. Los venezolanos formamos parte del Estado y debemos recibir ventajas de esa condición. Quienes quebraron al país ahora quieren descargar su peso en la gente. Que la crisis la paguen quienes la causaron. No es mediante la elevación del precio de la gasolina como se podrá superar esta catástrofe: solo un cambio de gobierno hará posible una salida de la crisis de manera positiva para Venezuela y su gente.

Carlos Hermoso

Caracas 5 de febrero de 2015

viernes, 2 de enero de 2015

Venezuela y el proceso ininterrumpido

La gran idea fundamental -escribe Engels- de que el mundo no se compone de un conjunto de objetos terminados y acabados, sino que representa en sí un conjunto de procesos, en el que las cosas que parecen inmutables, al igual que sus imágenes mentales en nuestro cerebro, es decir, los conceptos, se hallan sujetos a un continuo cambio, a un proceso de nacimiento y muerte; esta gran idea fundamental se encuentra ya tan arraigada desde Hegel en la conciencia común, que apenas habrá alguien que la discuta en su forma general. Pero una cosa es reconocerla de palabra y otra aplicarla en cada caso particular y en cada campo de investigación.
Carlos Marx, (Breve esbozo biográfico, con una exposición del marxismo)
Lenin, V.I.

Para la filosofía dialéctica no existe nada establecido de una vez para siempre, nada absoluto, consagrado; en todo ve lo que hay de perecedero, y no deja en pie más que el proceso ininterrumpido del aparecer y desaparecer, del infinito movimiento ascensional de lo inferior a lo superior. Y esta misma filosofía es un mero reflejo de ese proceso en el cerebro pensante." Así, pues, la dialéctica es, según Marx, "la ciencia de las leyes generales del movimiento, tanto del mundo exterior como del pensamiento humano.
Carlos Marx, (Breve esbozo biográfico, con una exposición del marxismo)
Lenin, V.I.


por: Carlos D. Hermoso C.
Escrito entre octubre y diciembre de 2014

Link para descargar libro en PDF 
https://drive.google.com/file/d/0B5Mkcsu65pqAdWtJYVh3bnd4MXM/view?usp=sharing


La reivindicación y realización del marxismo leninismo es un asunto neurálgico en circunstancias como las que vive Venezuela. En cualquier situación siempre lo es, si queremos comprender la realidad con rigor científico. Pero, nos resulta más apremiante dada la situación revolucionaria venezolana. No se trata de un acto de fe. Por el contrario, se trata de reivindicar en toda su profundidad la razón que ello supone de cara a una realidad concreta entrada en confrontación tal que bien puede derivar en un salto cualitativo.
Se trata, para identificar como lo de mayor exigencia, la capacidad con la que debemos contar para ubicar las perspectivas que se le presentan a la sociedad para la transformación revolucionaria, como producto de la asunción del método y el dominio de la ciencia marxista para la realización rigurosa del análisis concreto de la realidad concreta que, en general, siempre debemos asumir. Ello requiere del mayor rigor pero de igual manera de la mayor capacidad práctica del sujeto revolucionario para conducir el proceso. Esto es, pesan los asuntos principales para alcanzar la meta, tales como la articulación con el movimiento de masas, de conducción del movimiento espontáneo, del liderazgo, de la capacidad de conducción de las masas, de captación precisa de las determinaciones de cada momento, de las maniobras, marchas y contramarchas, entre otros aspectos, que requieren no sólo del dominio de las leyes generales del desarrollo de la lucha de clases sino también del arte de la dirección política y del papel de la personalidad en la historia. No en el sentido del papel del individuo abstraído de la realidad y del sentido colectivo, de la dirección colectiva, sino, más que eso, del individuo dirigente como parte de una dirección que se asume como personalidad colectiva. Lo que supone la elevación de la conciencia colectiva del partido. De allí los esfuerzos a realizarse en esa dirección.
No existe circunstancia alguna que nos indique que haya surgido una nueva determinación esencial acerca del desarrollo del capitalismo en general y del imperialismo en particular, y que, por tanto, nos haga pensar que se haya producido o pueda desarrollarse un nuevo aporte de uno u otro autor ─dirigente político marxista, intelectual revolucionario o teórico de la revolución mundial socialista que incorpore algún nuevo elemento al análisis de la circunstancia actual en el mundo capitalista, producto precisamente del aparecimiento de alguna nueva circunstancia. Los desarrollos del marxismo leninismo, por ejemplo, en el terreno económico ─partiendo de considerar las leyes generales que rigen el sistema capitalista, de las correspondientes a la fase superior imperialista─, resultan de tal rigor, que hemos podido adelantarnos a la realización de tendencias. Lo que nos dota de una capacidad predictiva imposible de ser soslayadas por quienes buscan asumir el papel de detractores de la vigencia del partido en teoría y práctica.
Todo esto para ubicar que hoy día, además de establecer la manera como se comporta ese movimiento ascensional, debemos precisar el punto de quiebre del orden imperante y, en medio de la posibilidad de salto cualitativo, aprestarnos a dirigirlo sin vacilación. Eso es lo que nos ocupa permanentemente por aquello de que de lo que se trata es de cambiar el mundo que, en el caso del desarrollo social, se expresa en el cambio de las relaciones sociales de producción. Lo que supone no conformarnos con remozamientos de las formas de dominación o del aparecimiento de nuevas en el marco del régimen de explotación burgués, sino de cambiar las relaciones de producción y de cambio y la forma do dominación que corresponde con ese nuevo período histórico. Más apremiante aún en una situación revolucionaria, cuyas determinaciones deben contar con la acción de la vanguardia y la elevación de la conciencia de las masas.
La condición semicolonial y dependiente de Venezuela y su poco desarrollo industrial ─sobre todo luego de los resultados de la política erosiva de más de cinco lustros─, fuerzan a ubicar entre los objetivos programáticos la culminación de procesos propios del período democrático burgués, por lo que deben subsumirse en el desarrollo del proceso revolucionario. Supone, en términos de lo fundamental de la táctica, de programas concretos en cada fase del desarrollo ascensional. Asimismo, este proceso implica establecer en cada caso concreto la unidad y alianzas políticas y sociales para unir fuerzas contra el enemigo principal.
Pero porque vivimos tiempos en los cuales debemos recrear las tesis leninistas sobre los pasos hacia la revolución, así como la experiencia histórica que indica claramente el papel de las asambleas como base para la edificación de un nuevo poder junto a la superación y desmantelamiento del poder burgués, es que pensamos que estas letras pueden servir a la militancia y cuadros del partido en sus labores políticas. Se trata de no perder de vista que el poder político, ─el poder que demanda la explotación capitalista en cualquiera de sus expresiones─ es el resultado de la relación despótica del capital sobre el trabajo:

La relación capitalista como relación coercitiva que apunta a arrancar más plustrabajo mediante la prolongación del tiempo de trabajo —una relación coercitiva que no se funda en relaciones personales de dominación y de dependencia, sino que brota simplemente de diversas funciones económicas— es común a ambas modalidades, pero el modo de producción específicamente capitalista conoce empero otras maneras de expoliar la plusvalía… A esta modalidad, como forma única de producir la plusvalía, corresponde pues la sub­sunción formal del trabajo en el capital. Marx, Capítulo VI inédito.

De esa relación coercitiva es que surge la cultura del capital. La cultura basada en el egoísmo que llevó a Smith a la conclusión de que era la sumatoria de egoísmos lo que determinaba el bien común, elevándolo al rango de componente natural de la condición humana. En política, toda forma que adquiera el poder político en el capitalismo se realiza con miras de mantener esa relación de coerción del capital sobre el trabajo. Mientras no se transformen esas relaciones y sean sustituidas por relaciones de solidaridad, las formas políticas tendrán como objetivo esencial sostener la subsunción del trabajo al capital y del interés nacional al interés de la oligarquía financiera internacional.
Pero porque vivimos tiempos de cambio radical, es que debemos evidenciar que no andamos tras una utopía. Momentos en los cuales se coloca en el tapete el proceso objetivo que deriva de la premisa según la cual el socialismo es el resultado del agotamiento de las relaciones capitalistas de producción, que eleva la contradicción con el desarrollo de las fuerzas productivas a tal grado, que se abre un período de revolución social. Es en el seno del capitalismo donde se van incubando las condiciones objetivas y subjetivas que permiten trascenderlo. En esto el chavismo, el régimen revisionista erigido con base en la figura del gran líder, en su oportunidad y aun hoy día, ha jugado un gran papel, logrando desviar el torrente revolucionario tras un verbo que permitió encandilar a importantes sectores sociales mientras cumplía fielmente las demandas del capital oligárquico. Agotada esta forma de dominación, en medio de la más profunda crisis en el último siglo, nos toca, una vez más, a los revolucionarios, ponernos al frente y disponernos a tomar el cielo por asalto.


La perspectiva es clara

Una circunstancia como esta fuerza a los revolucionarios a disponerse con el mayor ímpetu. En cualquier circunstancia, ese arrojo, es el resultado del espíritu revolucionario y la confianza que nos brindamos, en el caso que nos ocupa, a partir del análisis concreto de la realidad que ─debido a la magnitud alcanzada por la crisis general y las perspectivas que brinda─, pudiese dar paso a un salto cualitativo, a un cambio de raíz, a la posibilidad de instaurar nuevas relaciones sociales de producción. Lo que demanda de la mayor unidad de la fuerza material que representa la vanguardia revolucionaria, sólida en su arsenal teórico y férrea en su ética de colocar lo particular como subalterno frente al interés colectivo y transformador, y su imbricación en condición de dirigente con el movimiento real de la sociedad y particularmente con el movimiento de masas, unidad mediante con los factores identificados con una alternativa de interés nacional y popular. Son las masas, a fin de cuentas, las que reúnen la fuerza material para la revolución. Son las verdaderas protagonistas del proceso revolucionario. El papel fundamental de la vanguardia es introyectar en su conciencia las ideas avanzadas, las ideas de cambio, las ideas revolucionarias y, a partir de allí, dirigirlas hacia el desenlace positivo que exige el estado de cosas actual.
A partir de la política revolucionaria, de la táctica en correspondencia con las circunstancias concretas, vamos arraigando confianza en las masas y ─antes que en ellas, y con más énfasis y amplitud─ en la vanguardia. Esa confianza, se desprende del análisis riguroso de la realidad, de sus perspectivas y, de allí, de las aproximaciones a un momento de cambio, a una situación revolucionaria, a la posibilidad del salto cualitativo. A fin de cuentas, de lo que se trata es avanzar a otro estadio de desarrollo. No de apostar a un proceso que apenas renueve la forma de dominación burguesa para preservar las relaciones capitalistas con algunos avances o reivindicaciones populares y nacionales que puedan alcanzarse, o bien de un proceso destructivo en grado sumo. Las leyes del desarrollo capitalista y la perspectiva burguesa, en cualquiera de sus expresiones, siempre buscarán adecuar las circunstancias y la superación de la crisis a los intereses del capital internacional, a la división internacional del trabajo que convenga al desarrollo desigual del sistema capitalista con base en las bondades que brinde cada país. Y es que una situación revolucionaria puede conducir a la reconfiguración del orden, en su versión modernizadora o a la salida burguesa de la máxima destrucción de fuerzas productivas materiales y de centralización de los capitales en los más cercanos aliados del imperialismo, como base del redespegue, teniendo como mecanismo de coerción alguna forma de dominación represiva en su mayor expresión.
Pero, pudiese conducir también a la revolución socialista… no encontramos otra salida. A menos que lleguemos a la errónea conclusión de que es posible la reconstrucción desde una perspectiva progresista bajo la hegemonía de la burguesía. Por el contrario, somos de la idea de que la superación positiva de la situación actual, solo puede darse con base en una alianza estratégica de sectores diversos desde la perspectiva de clase y política, pero bajo la premisa de que la vanguardia alcance la hegemonía. Que la conducción quede en manos de una dirección política diversa pero identificada con un programa verdaderamente progresista de reconstrucción con sentido nacional y popular, lo que supone la hegemonía revolucionaria. La estructura económica y la circunstancia internacional no dan para un cambio progresista, a menos que sea dirigido por sectores esencialmente identificados con el interés nacional. De una parte, no existe burguesía nacional. El sector industrial, en buena medida obra del chavismo, muestra signos de debilidad cuya superación así como el regreso de muchos de ellos de la actividad importadora a la actividad productiva, pasa por una mayor pauperización de los obreros, protección y estímulo del mercado interno, asistencia tecnológica, entre otros aspectos. Tradición que obedece al principio según el cual, la tasa de la ganancia en los países coloniales y semicoloniales ─por ser más alta que la que se produce en las naciones imperialistas avejentadas─ permite frenar la caída que se produce en la que corresponde a los países imperialistas. Ese es un asunto objetivo que hace que tal usanza derive en una política cuya religiosidad se expresa mediante los discursos de los ideólogos, sobre todo economistas, que para tales efectos tarifa el capital. Todo ello apunta a la necesidad de ampliar la confluencia de fuerzas entre sectores diversos para alcanzar una perspectiva sustentada en la unidad programática de reconstrucción, sin perder de vista en ningún momento el proceso ininterrumpido.
En las actuales circunstancias, debemos analizar y reflexionar sobre las cuestiones que pueden apuntalar la perspectiva del cambio revolucionario, del cambio hacia un estadio superior. Desde las objetivas ─sobre todo las bases materiales que permitirían una liberación impetuosa de las fuerzas productivas, luego del inicio en la edificación de un nuevo poder─, hasta las subjetivas, tales como el nivel de conciencia de las masas y las condiciones de la vanguardia revolucionaria. Parejo a lo cual debemos ubicar el grado de destrucción de las fuerzas productivas que actualmente produce el orden de cosas imperante. El grado en que han sido frenadas las fuerzas productivas dadas la crisis y las políticas dictadas por la oligarquía financiera internacional. Tanto la circunstancia actual como las perspectivas liberadoras de una revolución inscrita en el socialismo son las que miden el alcance del cambio, junto al grado de conciencia de las masas que se realiza también como una fuerza material hacia el cambio radical.
En cada caso, en cada fase de desarrollo debemos ubicar las determinaciones objetivas y subjetivas y las orientaciones de la táctica a seguir, o de sus readecuaciones para avanzar a una nueva situación. Tomando en cuenta, claro está, cada determinación, sobre todo el grado de la crisis, uno de cuyos aspectos a analizar es la circunstancia imperante en las relaciones interimperialistas.
Se trata de ubicar los acontecimientos en este contexto con un sentido dialéctico más que etapista. Proceso ininterrumpido y aproximaciones sucesivas coaligadas a su desarrollo en función de adelantar las variantes y maniobras tácticas a las que obliguen cada momento, sobre todo por tratarse de una situación en general más que convulsa cuyos desarrollos a momentos supondrán cambios rápidos que ameriten adecuaciones muy claras a riesgo de perderse el ritmo y rezagarnos o adelantarnos a las circunstancias. Es por ello que esos desarrollos ─plasmados en el comportamiento de la vanguardia revolucionaria─ deben contar con el mejor manejo posible en una perspectiva estratégica. En cada una de las circunstancias que se presentan en ese desarrollo ─en el tránsito ininterrumpido de formas inferiores a superiores en cuanto condiciones objetivas y subjetivas─, jugarán un papel fundamental las propuestas programáticas que enarbole el partido.
Por lo pronto, podemos afirmar que la crisis que vive Venezuela bien puede convertirse en la más profunda de la historia moderna. El proceso erosivo ha alcanzado magnitudes muy elevadas. El objetivo que se ha planteado el chavismo sigue siendo el mismo, siguiendo la línea trazada desde 1989: sostenerse en el poder a costa de seguir afianzando el papel de Venezuela en el concierto de la división internacional del trabajo del capitalismo mundial. Fieles a la tesis enarbolada desde que el mercado mundial moderno existe, de lo que se trata es de vivir de los productos que permiten mayores ventajas, en nuestro caso el petróleo. Esta tesis ─sustentada por los prominentes líderes chavistas─ se implementó de manera clara en los tres lustros que llevan al frente del Estado venezolano. Situación que nos coloca a la expectativa de lo que suceda en el comportamiento del precio del crudo. El resultado no podía ser otro. La quiebra del aparato productivo es la mejor demostración de aquél principio que establece que el sistema capitalista y la integración de Venezuela en la cadena imperialista como un eslabón más, frenan el desarrollo de sus fuerzas productivas.
Algunos datos son alarmantes. La caída de las reservas es un indicador de la gravedad de la situación. Aunque tiene varias causas, lo fundamental es que nuestro signo monetario se encuentra en condiciones de debilidad extremas debido a su uso excesivo para importar, mientras se han frenado al extremo las exportaciones distintas a la petrolera. El precio del oro a la baja es tendencia dominante desde hace ya más de tres años. El comienzo del derrumbe de los precios del crudo anuncia un largo período de precios por debajo de los 60 dólares. Algunos analistas ubican en dos años este lapso. En conjunto, estos dos indicadores anuncian una caída importante de las reservas internacionales. A ello se une el desplome del PIB que para 2014 será de -4%. Déficit fiscal y un mayor aumento de la inflación conducirán al afianzamiento de la tendencia estanflacionaria, toda vez que se prevé un mayor descenso del PIB para 2015. Por su parte, el gobierno no hace ningún anuncio que indique que habrá una política para recuperar la economía. Por el contrario, notifican la continuidad de una política destructiva. Mayor endeudamiento para renegociar parte de la deuda pública interna y cubrir el volumen de las importaciones para satisfacer la demanda de buena parte de los bienes que requiere la gente y la que le es imperiosa al menguado parque industrial. Sin embargo, dada la sequía de dólares, es muy improbable que las reservas líquidas alcancen como para importar un volumen de bienes que cubra la demanda. De tal suerte que a la recesión y la estanflación, se sumará una mayor escasez y con ello se afianza un mercado especulativo sin par a escala planetaria. Recurrirá el gobierno a los “auxilios” del capital financiero internacional, particularmente de China, con lo cual ─además de comprometerse la capacidad crediticia de la República y el futuro del presupuesto de gastos─ nos atamos a las políticas que garantizan el retorno del capital otorgado en empréstito o para el financiamiento directo de algún negocio, que han imperado a lo largo de cinco lustros.
La política fiscal y tributaria seguirá afectando la demanda final de los sectores medios y de buena parte de la población. La gasolina sufrirá un incremento de precios que junto con la elevación de otros tributos e impuestos contribuirá de manera significativa a la caída de la demanda de estos sectores. Además, motivará una elevación de precios importante por su repercusión en el incremento de costos en la producción de bienes y servicios, entre los que destaca el transporte. La estrategia parece contar entre sus orientaciones con la atención a los sectores “vulnerables”, cada vez más numerosos, lo que les pudiese permitir niveles de demanda satisfactorios de buena parte de los bienes importados. Con ello el gobierno atenderá dos cuestiones. De una parte satisfacer algunas demandas mínimas de amplios sectores depauperados y con ello atemperar el descontento; por la otra, mantener niveles de simpatía electoral elementales de cara al proceso de 2015. Pero, sobre todo, garantizar la capacidad de demanda mínima de lo importado.
Perspectivas nada claras dadas las limitaciones financieras producto de la caída del precio del crudo que ya se coloca por debajo de los 60 dólares el barril. Grosso modo, estos elementos nos ubican en lo principal de las manifestaciones del proceso destructivo. Es contundente la dependencia de la importación para satisfacer la demanda interna. Venezuela no goza de soberanía alguna. Se trata del país más débil de la región. La dependencia económica va pareja a la pérdida de soberanía política. Sólo queda la fraseología. Sin desarrollo económico, sin desarrollo diversificado del aparato productivo, de la agroindustria, no podemos hablar de soberanía nacional.
Las repercusiones estructurales son claras. La destrucción del aparato productivo conduce a una disminución significativa de la clase obrera. Mientras, el proceso de lumpenización ha alcanzado grados elevados en la vida social pública, política y cultural. Por su parte, la pauperización de los sectores medios es de las más elevadas en América Latina. Pero en ningún caso ha mermado la centralización de capitales. La oligarquía financiera ha sabido moverse en un escenario económico que le ha permitido variar sus negocios. La esfera de la especulación financiera, las importaciones, la compra de deuda pública, entre otros han garantizado que la centralización de capitales haya alcanzado niveles sin precedentes en la modernidad venezolana. A aquella, al sector beneficiario de la economía, se unen los nuevos ricos que deja el llamado “proceso”. Esto configura el círculo del poder. La oligarquía financiera, la casta militar beneficiaria, sectores de las iglesias, la burocracia enquistada en los grandes negocios, ya integrantes de la oligarquía misma, junto a sectores de la intelectualidad revisionista y de los medios de comunicación resumen lo fundamental del bloque dominante. Aunque es de reconocerse que el círculo no se cierra. Los nuevos invitados provenientes de la oposición deben hacer méritos suficientes como para gozar de manera más clara de las bondades del poder y de alguna cuota de cierta significación del botín. Mientras, reciben algún que otro mendrugo que va allanándoles el camino. Aunque no negamos que estos sectores vienen haciendo esfuerzos bajo el discurso de negociaciones que nadie ubica el beneficio para una propuesta alternativa. No es de extrañar que todo el tinglado en medio de la crisis conduzca a la reedición de un nuevo pacto.
Se trata, sin embargo, de un bloque de dominación muy endeble. Hacen mucha falta en estos nuevos tiempos los recursos del petróleo que permitieron jugosos negocios mientras se les daba a buena parte de los sectores empobrecidos, los emolumentos consabidos para ganar simpatías con el discurso revisionista como mampara, garantizando fundamentalmente una demanda efectiva para el producto importado y parte del nativo. Se abren tiempos en los cuales las lealtades de sectores de la oligarquía pueden quebrarse huyendo en estampida ante los peligros de perder parte de sus beneficios. Lo propio harán sectores políticos que han debido de aprender y repetir discursos a los que obligaban los tiempos que les daba el ropaje "socialista". Por su parte, los sectores de la oposición que hoy les hacen comparsa bajo el discurso del diálogo, podrán definir posturas que desdecirán de la actual y se pudiesen acomodar a los nuevos tiempos. En definitiva, el bloque de la dominación puede hacer aguas en medio del encrespamiento de las luchas sociales y políticas.
Este proceso, que hasta ahora ha sido muy bien llevado por el revisionismo chavista, tiende a entrar en una crisis terminal. Como indicamos en su oportunidad, ubicar la naturaleza despótica y revisionista del régimen no era un asunto meramente político. Por tratarse de una cuestión cuya complejidad va pareja a la necesidad del capital ─que, en condiciones de crisis terminal y de disposición para arriesgar, asume el revisionismo como forma de dominación─, obligaba a ubicar su carácter universal como tendencia, por lo que esta experiencia histórica sirviera de alerta a los pueblos del mundo. Un asunto propio del internacionalismo proletario pues. En su proceso de agotamiento esta forma de ejercer el poder, debe ser desenmascarado en toda su extensión. Llegado a este punto una nueva forma de ejercer el dominio del capital financiero descarta al revisionismo como alternativa, como tendencia dominante, ya que la crisis general abarca la crisis del régimen político despótico basado en el revisionismo y, por ende, en la fraseología revolucionaria. Ya resultan demasiado contradictorias las frases con la realidad. Las afirmaciones según las cuales estamos en proceso de construcción del socialismo resultan ridículas por decir lo menos, cuando ubicamos las orientaciones económicas que permiten el enriquecimiento de sectores de la oligarquía y del gobierno de manera inconmensurable. Viene perdiendo eficacia política de manera clara, al punto que las contradicciones al seno del chavismo están en desarrollo.
En términos más concretos, la economía venezolana, su orientación bajo la verborrea revisionista, ha conformado lo peor del desarrollo capitalista dependiente y semicolonial. Conclusión a la que deberán llegar gente hoy chavista que por distinta razón se muestra simpatizante del "proceso". En algún momento deberán dejar a un lado la palabrería revolucionaria, y centrarse en la evidencia. La conclusión es clara: Venezuela se encuentra en condiciones de debilidad cada vez más evidentes frente a la oligarquía financiera internacional con representación china, principalmente. Su principal casa calificadora de riesgos, Dagong Global Credit, anuncia desde Pekín que ha rebajado la calificación crediticia de Venezuela de BB+ a BB, lo que coloca a Venezuela en una situación más comprometida todavía, aparte de los costos que este tipo de calificaciones representa para los compromisos contraídos con el revisionismo chino. Muestra clara de esta afirmación.
En este lapso, más en los últimos tres lustros de revisionismo chavista, seguir a pie juntillas las máximas de Smith y Ricardo en el comercio internacional y sus derivaciones en la economía interna ─ayudar en el incremento de la capacidad de demanda social del producto importado─ ha colocado a la economía venezolana entre las más débiles del mundo y por ello las bases materiales del régimen hacen agua. Se ha agotado una forma de dominación implementada dada la circunstancia nacional y latinoamericana y ello puede incidir en el derrumbe de procesos hermanados en la oferta de cambios gatopardianos, solo retóricos en lo de "socialista" y "revolucionario". Por lo que no se hizo esperar la ayuda del imperialismo estadounidense para reanimar al alicaído hijo del “comandante eterno”. Lo que explica los cambios de políticas de factores de la oligarquía que buscan un diálogo que no ofrece nada que no sea la participación como socios menores en el reparto del menguado botín, para lo cual deberán hacer méritos con buenas y evidentes genuflexiones. A ello conduce el temor del imperialismo de una eventual caída del régimen chavista que ─así como inició una seguidilla de triunfos electorales de fórmulas identificadas con el chavismo que frenaron cualquier salida genuinamente revolucionaria─ puede comenzar otra en dirección contraria, con lo que se podría desarrollar una nueva oleada revolucionaria en el continente con perspectivas diferentes.
No debimos dejar a un lado la categoría revisionista de izquierda que permite explicar de manera esencial al régimen chavista. Esta inconsecuencia ha dejado un vacío que a estas alturas debe ser cubierto, dadas las evidencias incontrovertibles que muestran la contradicción entre la fraseología y los hechos. Nueva lección que nos deja el no seguir el principio comunista de no esconder nuestros propósitos ni conceptos. Práctica que conduce inexorablemente al oportunismo.


El desarrollo, de lo inferior a lo superior

No basta con definir la fase de desarrollo en la cual nos encontramos, los alcances en ella, en cada una de ellas, a partir de la perspectiva que marca la verdad general según la cual:

Ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más altas relaciones de producción antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado en el seno de la propia sociedad antigua. Por eso, la humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar, pues, bien miradas las cosas, vemos siempre que estos objetivos sólo brotan cuando ya se dan o, por lo menos, se están gestando, las condiciones materiales para su realización. Marx, prólogo de la Contribución a la crítica de la economía política.

Los alcances de las nuevas perspectivas que nos podemos plantear van parejos al grado de destrucción de fuerzas productivas durante este período, que expresa en buena medida el freno de su desarrollo por las relaciones de producción imperantes, así como las potencialidades que brinda la economía venezolana, sus riquezas existentes y los trabajadores. Los privilegios con que goza nuestra geografía resumen una base material potencial difícil de encontrar en otra. De allí se sacan claramente las condiciones materiales para la realización de los objetivos que brotan de las actuales condiciones. Sin embargo, eso no basta, es fundamental ubicar las potencialidades revolucionarias que anidan en el pueblo y los alcances de la vanguardia revolucionaria. Lo que a fin de cuentas garantizan las perspectivas que puedan darse hacia el posible salto cualitativo que se está gestando en la sociedad.
En cualquier caso, son varios y variados los procesos de cada momento concreto y dos los tipos de determinaciones en la perspectiva estratégica que debemos trazarnos. De una parte, en cada momento concreto, en cada coyuntura ─sobre todo en la circunstancia revolucionaria en la cual los cambios son diversos y muchas veces acelerados─, debemos definir el comportamiento del partido, las variantes tácticas que demanda, la política de unidad y alianzas, las formas de lucha y organización, las maniobras. Inscrito esto en una táctica general que también puede ser cambiada dado el curso que marquen los acontecimientos. Los últimos eventos vividos en la sociedad venezolana han conducido a cambios importantes que han sido muy bien asumidos por todo el partido. Reflejo de nuestra madurez política y claridad en los objetivos del momento. Pero juega un papel importante el nivel de conciencia de las masas, su estado de ánimo. El grado alcanzado por las organizaciones de masas y, sobre todo, las perspectivas del movimiento asambleario cuyo desarrollo cuenta con un componente espontáneo que demanda del estímulo y guía de la vanguardia revolucionaria.
La táctica y todas sus readecuaciones, deben estar inscritas, articuladas, a la línea general. En la perspectiva del proceso ininterrumpido, sobre todo en la situación revolucionaria, en ningún momento debemos perder de vista el objetivo estratégico. Cada objetivo, tarea central o meta de la táctica debe inscribirse en esa perspectiva.
La crisis general que vive la sociedad venezolana, obedece al desarrollo del capitalismo venezolano. Las relaciones sociales imperantes frenan las fuerzas productivas por su propia naturaleza. Pero obedecen también a los nexos de dependencia del imperialismo. Por formar Venezuela parte de la cadena imperialista, porque se han seguido de manera clara las orientaciones de la oligarquía financiera, se ha convertido en el eslabón más débil y por ello se crean las condiciones revolucionarias. Las relaciones capitalistas de producción y de cambio, vistas así las cosas, se han convertido en un freno al desarrollo de las fuerzas productivas.

En cierta fase de su desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, o bien, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad en el seno de las cuales se han desenvuelto hasta entonces. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre así una época de revolución social. Marx, ibídem.

La idea de la revolución es una expresión concreta del desarrollo dialéctico de la sociedad. Una ley general de la dialéctica es el tránsito de los cambios cuantitativos a los saltos cualitativos. En el desarrollo social se expresan en la fase de la revolución social. En términos más concretos, este tránsito se expresa en la situación revolucionaria, en primera instancia y, posteriormente, en la revolución socialista como realización del salto cualitativo que permite la liberación de las fuerzas productivas. Por ello, los comunistas no vamos a la situación revolucionaria a la espera solamente de que podamos alcanzar tal o cual reivindicación en el terreno de la economía o de las instituciones políticas y las formas de dominación del régimen capitalista de producción. Vamos a la situación revolucionaria apostando a la revolución socialista, independientemente de que las circunstancias concretas, al menos en nuestro caso, presentan una sociedad atrasada, cuyo desarrollo fue aplastado en buena medida, lo que demanda ciertamente de la reconstrucción del país.
De allí que a esta verdad general de la crisis revolucionaria, como expresión concreta del período de revolución social, debemos sumarle las tendencias descubiertas y desarrolladas por Lenin en el período del imperialismo. De manera más concreta, el comportamiento de la cuota media de la ganancia, que motiva la expansión de los mercados, el incremento de la explotación de los trabajadores en el mundo entero, sobre todo en los países débiles, la extracción de mayor masa de plusvalía en la periferia, entre otros aspectos, ya descubiertos por Marx, se agregan las tendencias desarrolladas teóricamente por Lenin que, en la práctica condicionan desarrollos que motivan una táctica y estrategia acordes con la circunstancia imperialista. Es así como el movimiento comunista se divide entre quienes buscan construir el socialismo en países débiles tanto como en los países más desarrollados en términos capitalistas y quienes afirman que el socialismo sólo es posible en países desarrollados. De allí la correcta acepción que le brindara Lenin en su oportunidad al proceso ininterrumpido con base en la formulación de programas que garanticen la alianza de los sectores proclives al cambio, ajenos al proletariado. El desarrollo capitalista en nuestro país condujo a un proceso de urbanización, de acumulación originaria que no se detiene pero que no deriva en revolución industrial, apenas nos sujeta a una división del trabajo servil de la oligarquía financiera internacional. Circunstancia que se convierte en la traba fundamental para nuestro desarrollo, en freno al avance de nuestras potencialidades. La evidencia en toda nuestra historia moderna la sufrimos en estos tiempos. Pero contamos con la base material y social para realizar la revolución industrial sin las calamidades que se sufre en los países capitalistas, tal como sucedió en la Unión Soviética. Ese es un dato fundamental para confiarnos en que la alianza política y social debe ser muy amplia. Pero también ello nos persuade que el proceso debe ser hegemonizado por la dirección política revolucionaria y por los trabajadores. Así, tareas propias del período capitalista deben ser alcanzadas en la nueva sociedad. El capitalismo, por aquello de la competencia, inicialmente entre los nacientes estados nacionales, hoy día entre las naciones imperialistas y los bloques conformados, limitan el desarrollo de los países débiles a sus intereses y designios. Los países dependientes y semicoloniales alcanzan escalas de desarrollo bajo la sujeción imperialista. Circunstancia que conduce a que muchas tareas propias del período capitalista se rezagan y deban ser alcanzadas en un nuevo estadio superior: el socialismo. De allí la democracia popular, como período en el cual culminando tareas propias del período histórico anterior, echa las bases del socialismo. Mientras, los programas tácticos permiten ir uniendo sectores interesados apenas en salir de este régimen despótico revisionista.
Ahora bien, una época de revolución social ─de manera más precisa, una situación revolucionaria─, no supone la superación del estado de cosas, no supone la consumación de una revolución, de superación de las relaciones de producción imperantes. Por lo que hay que definir las perspectivas hacia un estadio superior que va a estar determinado por los alcances en la lucha de clases, la educación de las masas, más allá del grado alcanzado por la crisis. Recordemos que convertirse en sepulturero de las viejas y agotadas relaciones supone un gran esfuerzo, toda vez que su superación supone una resistencia férrea de quienes usufructúan de ellas. Más que eso, la vanguardia revolucionaria debe ser factor consciente capaz de prefigurar las bases de la nueva sociedad, como en efecto lo hemos hecho con base en el programa del partido. La vanguardia revolucionaria debe cumplir con el papel, ante todo, de factor consciente que lleva a las masas las orientaciones para el desarrollo de la lucha política y las ideas que permiten la educación de los trabajadores como clase llamada a liderar el proceso de cambios. En definitiva convertir al proletariado y convertirse la vanguardia misma en fuerza material de transformación revolucionaria. Ubiquemos que en la situación revolucionaria el factor consciente, la vanguardia, y las masas por ella dirigidas, se convierten en determinaciones que deben llegar a ser definitorias del curso de los acontecimientos. La vanguardia, las masas en las que se ha introyectado la idea revolucionaria, en las que se ha elevado la conciencia, se convierten, en conjunto, en una fuerza material concreta capaces de cumplir ese papel.
En la situación revolucionaria se pone en evidencia de manera clara la relación dialéctica entre el ser social y las formas de conciencia que emergen. En estas circunstancias en que la conciencia organizada que es el partido encuentra las mejores condiciones por incidir en las masas, educarlas y orientar su acción, por ello adquiere relevancia la concepción del Partido, como un conjunto de organizaciones unificadas de manera democrática en su línea política y como el sistema de vínculos ideológicos y políticos entre éste y las masas. La convicción del partido, unificado en torno de la línea política, no supone su traslado al movimiento de masas. Estas apenas pueden ubicar su acción en la confrontación, en la lucha en el terreno de las condiciones de reproducción social y en el terreno de la política y en su relación y conversión de lo social en político y viceversa. El partido por su parte es una forma de conciencia organizada capaz de establecer las tendencias del desarrollo y los alcances que se pueden lograr en cada fase. De allí la importancia de ampliar, multiplicar la vinculación orgánica sobre todo con los sectores avanzados de las masas y la influencia en las organizaciones de masas, aun no habiendo tales vinculaciones sino por efecto de la propaganda y la agitación.
Partimos de considerar algunas cuestiones filosóficas elementales. Inscritas en el materialismo dialéctico, las aproximaciones sucesivas, que configuran la base general para comprender el desarrollo de la materia y la conciencia es un asunto propio del partido no de las masas. En el terreno de la política y del desarrollo social el asunto de las posibilidades de la revolución socialista están inscritas en esta verdad general. Es la comprensión del partido de este desarrollo lo que puede determinar los acontecimientos, bien estructuradas sus fuerzas y con la más amplia incidencia en las masas lo que lo hace posible.
En un sentido contrario a esta afirmación, valga el caso venezolano de 1958, cuando el Partido Comunista de Venezuela, dada la tendencia revisionista en su seno, alimentada desde Moscú, no supo ubicar las tendencias que bien pudieron haber convertido las aspiraciones de las masas y el desarrollo de las bases revolucionarias en una fuerza capaz de avanzar en vez de legitimar la “paz social” decretada por la dirección de ese partido.


El poder capitalista agonizando.
Por un nuevo poder

El poder político, en su sentido genérico, como dominación de una clase por otra, es concreto. Las formas de dominación y ejercicio del poder nacen de las relaciones sociales de producción. No podemos pensar ni por asomo en la posibilidad de que exista un poder distinto al que dimana de las relaciones imperantes. En el caso del capitalismo, como forma ideal, por antonomasia, encontramos la democracia burguesa representativa en sus distintas manifestaciones. Sin embargo, las formas dictatoriales, aquellas en las cuales se pone de manifiesto más claramente que la autonomía de los poderes es una farsa que en última instancia busca legitimar el orden burgués. Siempre impera, en última instancia, la heteronomía que dimana de la subsunción del trabajo en el capital, esto es, de las relaciones de producción y de cambio. De la producción en función de la producción en términos universales, de la producción en función de los intereses de la oligarquía financiera internacional y del mercado mundial.
Ahora bien, las cuestiones propias de superación de la dependencia del imperialismo y las tareas para el desarrollo de las fuerzas productivas frenadas hoy por el orden imperante, hacen factible un amplio espectro en las alianzas de clases. La dependencia del imperialismo expresan en cualquier caso la tendencia absoluta que impone el mercado mundial. En la historia latinoamericana resulta emblemático el caso paraguayo que, para 1860 contaba con un desarrollo importante en materia económica, industrial, agroindustrial en comparación con el resto de América del sur, así como avances en materia social impensable en el resto del continente. Además, este desarrollo se alcanzó sin deuda externa y en muy buena medida aislada del resto del mundo, tanto por razones económicas como geográficas. Es así como por orientación británica, se conforma la triple alianza liderada por Brasil e integrada por Argentina y Uruguay, para aplastar de manera sangrienta ese proyecto autónomo de desarrollo nacional. Los atroces resultados del conflicto fueron sintetizados en el libro de León Pomer El Paraguay, víctima del libre cambio. Más recientemente, para 1954, el gobierno de Jacobo Arbenz y el pueblo guatemalteco sufrieron los rigores de la soberbia imperialista, cuando se organiza un golpe de estado desde Washington, para aplastar de raíz los intentos de desarrollo nacional de ese país centroamericano y en favor de la United Fruits Company. La experiencia chilena es simbólica por ser el resultado de una propuesta revisionista pero de sentido nacional, que encontró vigor en medio de la confrontación entre el imperialismo yanqui y el socialimperialismo ruso que ya había encontrado espacios en Argentina y Perú. A escala más universal, en tanto alude a una de las potencias que luego se disputarían el reparto del mundo, y sigue jugando en esa dirección, el bloqueo a Japón a mediados del siglo XIX para luego obligarlo a cumplir con los principios del libre cambio, resulta representativo. En las condiciones actuales, el imperialismo mundial buscaría impedir a toda costa, a sangre y fuego, cualquier intento de cualquier país que pretenda salirse de la esfera capitalista y de sus principios librecambistas. A su vez, busca el imperialismo frenar cualquier posibilidad de autonomía e independencia nacional de sus áreas de influencia. Solamente con la instauración de un nuevo poder, como expresión de la lucha por la independencia y la autonomía nacional y de nuevas relaciones sociales de producción, será posible alcanzar el objetivo estratégico, lo que supone del partido su fortaleza y capacidad en la dirección del proceso, por muy amplias que sean las alianzas. Es un asunto práctico en cualquier caso. Por todo esto, el proceso ininterrumpido debe ser abordado de manera consciente mediante el proceso de aproximaciones sucesivas. Con confianza pero sujetas al análisis concreto de cada fase o circunstancia que se presente.
La asunción del proceso colocando límites en su desarrollo, sin tomar en cuenta el papel de la vanguardia, puede conducir a que no se aproveche algún momento en el cual podemos dar un paso más. Para ello, el partido debe estar consciente y tener la capacidad teórica y política para ubicar la táctica correspondiente, o el readecuamiento, la maniobra o variante cualquiera en el comportamiento del partido. Lo que supone un análisis riguroso permanente. A su vez, estos asuntos deben ser asumidos de la manera más unificada posible. Fundamental entonces es que la dirección política maneje estos asuntos de tal suerte que, sin dejar de practicar el espíritu democrático, habrá decisiones que deberán ser asumidas de manera ejecutiva, incluso, a momentos por la máxima jefatura o dirección ejecutiva del partido. Siempre teniendo presente que la situación revolucionaria no supone el cambio revolucionario. En eso hemos sido insistentes. De darse la revolución, hay que preguntarse qué tipo de revolución se producirá, qué tipo de revolución puede darse y cómo podemos alcanzarla. Aunque lo cierto es que la crisis es tan grande que el imperialismo mundial busca acuerdos en función de salvar a Maduro, ya que de lo que se trata es de salvar las relaciones de producción burguesas dado el peligro que puede representar la entronización de otra alternativa.

La confianza

Una de las mejores expresiones de la confianza revolucionaria la encontramos en 1917, cuando —a pesar de estar develada la insurrección— el triunfo fue asegurado, pues existían condiciones objetivas y subjetivas para dar el paso. Las condiciones estaban dadas y los bolcheviques, Lenin a la cabeza, se aventuraron con confianza a realizar la insurrección. Contaban los bolcheviques con el apoyo de los soviets, determinación principal para la instauración de un nuevo poder, imperaba una dualidad de poder que debía dirimirse con base en la fuerza, en medio de un avance de las ideas revolucionarias en el pueblo. Pero también se mide la confianza en medio de las condiciones adversas que sufre el movimiento de los trabajadores y las luchas de los pueblos del mundo lo que supone que la lucha revolucionaria está llena de reveses. Desgarradoras resultan las palabras de Marx a propósito de la Comuna de París, consciente de la perspectiva de que sería derrotada, le responde a Kugelman, un médico amigo alemán: La historia universal sería por cierto muy fácil de hacer si la lucha solo se aceptase con la condición de que se presentaran perspectivas infaliblemente favorables…, lo cual no niega el futuro socialista.
En general, en medio de las más aplastantes derrotas, de la pérdida de vidas en combate, en la lucha política de clases o reivindicativas, los comunistas han hecho gala siempre de un optimismo que raya, para gente ajena a estas ideas, con el subjetivismo o el idealismo. Les es difícil comprender que los procesos históricos, al desarrollarse las ciencias del proletariado, pueden ser previstos con una exactitud que, a momentos, como en el ejemplo anterior, la iguala a la que se hace en el campo de las ciencias naturales aunque en forma de tendencias dominantes y con la inconmesurabilidad que supone el papel de la personalidad individual y colectiva en el curso de los acontecimientos. Pero lo fundamental del movimiento comunista es su incorporación al movimiento de luchas de los trabajadores y pueblos del mundo, independientemente de si el triunfo es inmediato o no. Por eso es su deber acompañar con sentido crítico al movimiento de masas, ganarse su confianza como dirigente político, correr sus mismas consecuencias, con la confianza, además del aprendizaje, de que la historia es creación de las masas. El papel dirigente no las sustituye. Analizando la correspondencia antes indicada, señala Lenin: Marx sabía apreciar también el hecho de que hay momentos en la historia en que la lucha desesperada de las masas, incluso por una causa sin perspectiva, es indispensable para los fines de la educación ulterior de estas masas y de su preparación para la lucha siguiente. Además, el compromiso revolucionario verdadero no se encuentra en la perspectiva de triunfo o no, sino en la contribución que se hace a la historia de la lucha de clases en favor de los desposeídos. Podemos prever tendencias, pero la confrontación traerá como resultado la derrota o la victoria, dentro del movimiento ascensional ininterrumpido.
El desarrollo de las ideas filosóficas, de las ideas generales en relación con la realidad, se realiza en el terreno de la política expresando la posición metafísica y el escepticismo, ideas que propagan en todo momento como idea dominante quienes ejercen la opresión sobre la mayoría, o, por el contrario, la idea dialéctica y con ella la posibilidad del cambio de la sociedad, propagada por quienes se disponen a transformar la sociedad. Estas son tendencias universales que se ponen de manifiesto en todo momento, pero que en las crisis de cambio adquieren mayor contundencia. Lo que no supone la inexistencia de elementos vacilantes, de los que no toman partido, por distinta razón y circunstancia.
Los revolucionarios no solo asumen las ideas de cambio, del movimiento ascensional de lo inferior a lo superior, sino que se atreven a predecir el desarrollo general y concreto de los procesos. En momentos de cambio, en situaciones revolucionarias, la agudeza debe ser mayor. Ya no solo se trata de procesos generales sino de las posibilidades de desenlace que siempre se darán en el terreno de la confrontación. Es el resultado de la conjunción del análisis de la realidad concreta y la práctica revolucionaria en su mejor expresión. De la política definida por la vanguardia en la conducción acertada de las masas hacia etapas cada vez más próximas al desenlace revolucionario. Es la ciencia marxista en su máxima expresión.
En la situación revolucionaria la confianza encuentra un mayor asidero. El despertar de las masas, el movimiento real en la participación de las distintas formas de lucha, la elevación de la conciencia de cambio y de ideas cada vez más avanzadas, así como su disposición al combate se expresa como el momento cumbre en el cual se demuestra la teoría revolucionaria. En la situación revolucionaria es cuando las masas y sectores que asumen la lucha a diverso nivel aprenden más rápidamente el discurso revolucionario. Es una aproximación concreta al cambio de calidad en la conciencia de las masas, que permite la prefiguración de la nueva sociedad de manera más amplia.
En las situaciones de reflujo es dable el desarrollo de dos tendencias. El quiebre de los espíritus menos firmes en relación con la lucha revolucionaria, por lo que la vanguardia revolucionaria se ve reducida muchas veces a su mínima expresión. A su vez, en estas circunstancias, aparecen las ideas derrotistas muchas veces asumidas desde posiciones abiertas o encubiertas, vulgares o sofisticadas, pero siempre sembrando el escepticismo de lo cual es presa el espíritu derrotado. Aparece el aleccionador pedante para enrostrar a los “derrotados” su razón en predecir el revés, aunque haya participado en los primeros empujes hacia la pelea. Nuestra historia reciente está inundada de elementos de este linaje a propósito de la lucha revolucionaria de la década de los años 60.
Es cuando más se afianzan ideas erróneas como aquella según la cual, por su preeminencia, la apreciación y penetración de los medios de comunicación deben de estar por encima del contenido del discurso político. Es más, que se debe rebajar el discurso para que la gente nos entienda. Tendencia que siempre está presente y en cualquier circunstancia del desarrollo de la lucha de clases, lo que niega la teoría y práctica del movimiento comunista internacional. En eso se basó en buena medida el revisionismo europeo de los años 70.
Por su parte, quienes asumen la condición de vanguardia, en cualquier circunstancia obedecen al dictado de la teoría revolucionaria y del espíritu revolucionario. No son los vaivenes de la lucha de clases los que van a mermar el espíritu de la vanguardia.
Ahora, bien, ¿debemos los comunistas esconder nuestros objetivos históricos para no develar nuestros objetivos? Ese también es un asunto que coloca los caballos detrás de la carreta. Es una idea oportunista que refleja la desconfianza en el desarrollo de las fuerzas revolucionarias. Por ejemplo, bajo esta óptica, estas letras deben ser escondidas dado que pueden evidenciar objetivos ajenos a nuestros actuales aliados. Por el contrario creemos que hacemos bien en decir las cosas antes expuestas. Cualquier lector puede llegar a la conclusión de que es un error hablar de esta manera. Evidenciar los objetivos generales antes de su desenlace. Señalan los padres del socialismo científico, al final del Manifiesto del Partido Comunista: Los comunistas no tienen por qué guardar encubiertas sus ideas e intenciones. Abiertamente declaran que sus objetivos solo pueden alcanzarse derrocando por la violencia todo el orden social existente. Tiemblen, si quieren, las clases gobernantes, ante la perspectiva de una revolución comunista. Los proletarios, con ella, no tienen nada que perder, como no sea sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo entero que ganar. En estas palabras encontramos la tradición de la confianza del movimiento comunista. En ellas encontramos el espíritu con el que impregnamos este escrito.
Contamos con la experiencia de varias décadas de lucha revolucionaria. En todo momento hemos mostrado nuestra disposición de mantener en alto las ideas marxista-leninistas. En cualquier circunstancia de la lucha de clases hemos afianzado nuestras tesis acerca de la vigencia de la perspectiva revolucionaria. En los momentos actuales, una vez más, se pondrá a prueba nuestra capacidad para la acción revolucionaria, solo que en esta oportunidad se realizará en medio de una nueva oleada revolucionaria. Tal vez pueda convertirse en la más importante de nuestra historia. Hagamos bueno el compromiso de cuadros y militantes, recordando la historia del partido y esa imagen prometéica de sacrificio por la humanización y la liberación del hombre que dejaron nuestros mártires.

  

Caracas - 2014